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Columna
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Esclavos

Si por casualidad oyes sonar de noche las trompetas del Apocalipsis, deberás saber cual es su pérfido augurio: solo si te conviertes en esclavo podrás sobrevivir

Manuel Vicent

Ningún imperio se ha hecho sin eslavos. Egipto y Mesopotamia dominaron grandes territorios e impusieron su hegemonía gracias a un genio que, en vez de pasar a cuchillo al enemigo después de la victoria, pensó que era mucho más rentable respetarle la vida, hacerlo prisionero y condenarlo a trabajar como esclavo hasta la muerte. El latido de la Historia comenzó a exigir esta carne humana cada vez en mayor cantidad para erigir templos a los dioses y morir en los campos de batalla. Fueron sus esclavos los que permitieron a los griegos y romanos tener tiempo libre crear la democracia y el derecho mientras ellos levantaban el Partenón y el Coliseo a golpe de látigo. Los romanos creían que la familia estaba protegida por los dioses lares, pero en realidad los dioses lares eran los propios esclavos sin los cuales resultaba imposible mantener el fuego sagrado del hogar. Aun hoy la falta de criados es la que ha destruido a la familia burguesa. El Papado tuvo esclavos mientras ejerció el poder temporal y el negrero fue la figura crucial del siglo de oro español e inglés, la correa de transmisión de la conquista de América. Tampoco en nuestros días se puede desarrollar un imperio hegemónico sin la esclavitud. Hoy la carne humana más barata se halla en China y en la India. Son más de 1.500 millones de seres dispuestos a ser sacrificados al dios del mercado a cambio de una ración de subsistencia, la necesaria para seguir trabajando. Norteamérica aún es asaltada por las oleadas de hambrientos hispanos que suben desde el fondo de los países del sur a ofrecerse como carne de cañón. Alemania, el motor de la economía europea, solo tiene la cantidad ridícula de 80 millones de habitantes para hacer frente a esa infame necesidad de empujar la Historia hacia adelante. Europa no puede hacer nada porque carece de esclavos y si los hay son todos renuentes a humillar la cerviz, acostumbrados al bienestar social y a toda clase de derechos humanos. ¿Dónde están los esclavos italianos, franceses, ingleses, escandinavos y españoles? En este momento los está fabricando la crisis económica. Si por casualidad oyes sonar de noche las trompetas del Apocalipsis, deberás saber cual es su pérfido augurio: solo si te conviertes en esclavo podrás sobrevivir.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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