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¿Te compensa más ir a una residencia universitaria o buscar un piso compartido?

Ambas opciones presentan ventajas e inconvenientes. Sal de dudas con la ayuda de los expertos

Estudiantes en una aula de la Universidad de Barcelona.
Estudiantes en una aula de la Universidad de Barcelona.Massimiliano Minocri

Las universidades reanudan su actividad académica tras la pausa veraniega y, como cada año, vuelve el problema de encontrar alojamiento para cientos de miles de jóvenes que cursan los estudios lejos de su casa. Según datos del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, los estudiantes matriculados en grado, primer y segundo ciclo, y máster fueron algo menos de 1,5 millones en el curso 2016-2017. De ellos, unos 100.000 eran extranjeros, y, de entre los españoles, unos 330.000 estudiaban fuera de su provincia de origen (286.000 eran matriculados en grado y primer y segundo ciclo, y 44.000 en máster).

La disyuntiva, especialmente acuciante para los que van a empezar el primer año, es la misma de siempre: ¿compensará más ir a una residencia universitaria o buscar una habitación en un piso compartido? Ambas soluciones presentan ventajas y desventajas. Estas son las claves que sugieren los expertos para no equivocarse en la elección de la mejor opción para cada uno.

Si planificas mal, residencia

Si la principal preocupación de un estudiante o de su familia fuera dar con la solución que causará menos rompecabezas desde el punto de vista de la planificación financiera, Antonio Gallardo no tiene dudas: puede irse tranquilo a una residencia. “En un piso compartido tendremos un componente de gastos variables muy importante que en una residencia está más acotado, al estar relacionado con los servicios opcionales como puede ser la lavandería”, subraya el experto de finanzas del comparador bancario iAhorro.

Para Gallardo, los 963 centros residenciales existentes en España, con sus 70.965 plazas, a las que se añaden las 23.063 de los 185 colegios mayores, según datos de la consultora inmobiliaria Jones Lang Lasalle, representan en definitiva “una solución más cómoda y sencilla, que cubre buena parte de las necesidades del estudiante –alimentación, limpieza, internet…– y con menos sorpresas financieras”.

Por el contrario, en opinión de este experto, un piso compartido requerirá una disciplina financiera mayor, tanto para afrontar pagos comunes con otras personas, como para cubrir gastos propios. “Si no estás acostumbrado a tener un presupuesto, algo muy común cuando acabas de salir de casa, es muy complicado afrontar correctamente el reto de compartir vivienda”, avisa. Por ello, no es casualidad que “los estudiantes apuestan por que la tarifa ofrecida incluya los suministros, lo que facilita la gestión del alojamiento”, según una encuesta del portal web Uniplaces, que cita el informe de Jones Lang Lasalle.

Alquiler a precios de usura

Pese a este inconveniente, sin embargo, compartir piso presenta un claro atractivo en el posible ahorro de dinero que supone. “Encontrar una vivienda individual o un estudio es prácticamente imposible en la mayoría de las grandes ciudades españolas, ya que la oferta es limitada y los precios llegan a ser astronómicos”, dice Ivan Malecki, director general de Habitoom, una página web de anuncios de pisos compartidos. En este tipo de alojamiento, los gastos de alquiler se dividen entre los habitantes, así como los recibos de electricidad, agua, calefacción e internet, “por lo que a fin de mes el ahorro con respecto a una vivienda individual es considerable”, subraya Malecki.

No obstante, la fuerte subida del alquiler –solo en la provincia de Barcelona los precios están ya un 4,5% por encima del último precio máximo, registrado en 2007– hace que muchas veces incluso convivir con otros estudiantes en el mismo piso represente un gasto inasumible, sobre todo frente a los servicios que se ofrecen. “Pago 500 euros al mes por una habitación en un piso compartido con tres compañeros en Argüelles [un barrio del norte de Madrid]”, escribió hace dos semanas una estudiante, María Ríos, a la directora de este periódico.

“No tenemos funda en el sofá, ni cortinas, campana extractora o baldosa que no esté rota. Una cree que la cosa no puede empeorar hasta que, con 15 días de antelación, te avisan de que te suben el alquiler a partir de septiembre además de tener que pagar una ‘cuota de administración’ por valor de una mensualidad (y que hay que pagar en mano, por cierto) y 24 horas para decidir si nos quedamos o no”, denunció.

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Pese a suponer generalmente un coste mayor, las residencias ofrecen también oportunidades de ahorro. Una de ellas es la pensión completa, que permite economizar “tanto en dinero como en tiempo”, en palabras de Christopher Holloway, director general de Nexo Residencias, una de las mayores empresas de gestión de este tipo de alojamiento en España.

Ventaja a las que Holloway añade la despreocupación por parte del estudiante por darse de alta en los suministros o por tener que lidiar “con un contrato de alquiler con condiciones restrictivas en materia de tiempo de permanencia, fianzas o avales”. Los servicios opcionales, la seguridad y la posibilidad de rodearse de personas que se enfrentan también a las primeras semanas en la universidad, son otras tantas virtudes de la residencia que subraya Holloway.

La ubicación es clave

Pero también es cierto que dividir tu alojamiento con otros permite escoger “la persona que encaja mejor con tu edad, estilo de vida e intereses”, según Carlos Pierre, director general de Badi, una aplicación para buscar compañeros de piso. En cambio, “en una residencia nunca sabes con quién vas a compartir”, añade. Asimismo, la sensación de libertad e independencia que ofrece la vida en un piso compartido, con la posibilidad de invitar amigos, salir y entrar sin restricciones, difícilmente se encontrará en una residencia, en su opinión.

Encargarse de las tareas de limpieza y cocina a diario, además, “te hará más maduro y responsable”, afirma Pierre. Pero este, precisamente, “suele ser el tema de discusión más frecuente en los pisos compartidos”, admite Malecki. Nada que no se pueda solucionar, sin embargo, a través de un reparto equitativo de estas tareas.

Sea cual sea la opción que el estudiante y su familia escogen, todos los expertos consultados coinciden en que un ahorro importante se puede realizar en el capítulo del transporte, si la residencia o el piso compartido se encuentra cerca de la universidad. Por ello, la ubicación del hospedaje será uno de los elementos más importantes a evaluar.

Ayudas y préstamos para el alojamiento

Al analizar los desplazamientos de los estudiantes matriculados en universidades españolas en el curso 2016-2017 a nivel nacional e internacional, junto con los Erasmus, la consultora inmobiliaria Jones Lang Lasalle estima que unos 475.000 jóvenes necesitan alojamiento. Una demanda que las 95.000 plazas disponibles al año en las residencias de estudiantes en España no pueden absorber.

El ingreso en una residencia puede ir acompañado de una ayuda fija de 1.500 euros, a la que se añade una cuota variable. “Para acceder a ella hay que cumplir unos requisitos académicos y económicos”, explica el experto de finanzas del comparador bancario iAhorro, Antonio Gallardo. Si el estudiante opta a una beca de matrícula más el importe fijo de residencia, el umbral de ingresos para una familia de cuatro miembros se sitúa en 36.421 euros. Para optar además a la parte variable, el umbral se fija en 13.909 euros.

Gallardo señala también que existen préstamos bancarios destinados a cubrir los gastos de hospedaje fuera de la ciudad de origen. “Son más sencillos de justificar en el caso que una residencia universitaria, porque son fijos y las facturas de los suministros van siempre al estudiante o a sus padres”, esgrime. En el caso de un piso compartido, es más fácil obtener un préstamo si el alquiler y los demás recibos están a nombre de quien lo pide. “Puede que la entidad financiera le pida que justifique la parte del dinero que se destina a satisfacer ese gasto”, añade.

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