La economía europea resiste en medio de las incertidumbres globales
El PIB europeo avanzó un 0,4% en el último trimestre del año y crece un 1,7% anual con Italia rezagada
La economía europea resiste —de momento— el complejo entorno global. El PIB de la eurozona creció el 0,4% en el último trimestre del año según Eurostat, una décima menos que en la anterior previsión de la agencia estadística, y al mismo ritmo que en el tercer trimestre. En tasas anuales, la economía del euro avanza un 1,7% respecto al mismo periodo del pasado año, con Alemania y Francia retomando el impulso perdido en los últimos tres meses en un decisivo año electoral para ambas potencias. Berlín pasa de un débil tercer trimestre, en el que apenas creció una décima, a progresar un 0,4%, lo mismo que París, que dobla su avance.
La zona euro sigue propulsada por los vientos de cola que proporcionan los bajos precios de la energía, la depreciación de su moneda ante el dólar y unos tipos de interés que permiten una financiación barata, aunque todos esos vientos no han hecho más que amainar en los últimos meses. La visión de conjunto disimula, sin embargo, las debilidades internas de los Diecinueve.
Italia continúa rezagada, incapaz de remontar con un anémico crecimiento del 0,2%, la mitad que sus socios europeos, si bien ha afrontado en las últimas semanas la inestabilidad provocada por la renuncia del primer ministro Matteo Renzi tras la derrota en el referéndum constitucional. Las previsiones de Bruselas para los próximos ejercicios no son optimistas: seguirá a la cola de Europa con una tibia mejoría del 0,9% este año —el único país que no rebasará la barrera del punto porcentual— y del 1,1% el próximo. La historia no es nueva: el PIB italiano lleva 15 años de estancamiento, y esa anemia es un peligro para el sector bancario transalpino, uno de los grandes quebraderos de cabeza de Europa. Las mayores migrañas las venía provocando hasta ahora Grecia, que cerró 2016 en tasas negativas entre el runrún de un posible fracaso de su programa de rescate, aunque se espera que este año crezca con fuerza.
Más al oeste, el relato económico entre los países del Sur del continente va ganando matices positivos: España consolida su posición en el vagón delantero al crecer siete décimas en el último trimestre, la tasa más alta de entre las grandes economías del euro, y dentro de la UE solo por detrás de varios países del Este, entre los que destaca el robusto crecimiento de Polonia, del 1,7%. Portugal sorprende favorablemente gracias a la mejora del consumo privado y las exportaciones, con un avance de su economía del 0,6% en el último trimestre y una mejora anual del 1,4%, por encima de lo que esperaba el propio Gobierno luso.
El ritmo de crecimiento europeo no se ha visto afectado aún por los múltiples retos que le aguardan en 2017. La Administración Trump acaba de tomar posesión hace escasas semanas y aún se desconocen los efectos del esperado estímulo fiscal, el endurecimiento de la política monetaria y sobre todo de su política comercial proteccionista, en especial sobre Alemania, la principal potencia exportadora. El pasado año fue el de la decisión del Brexit pero su materialización se iniciará con la aplicación del artículo 50, previsto para marzo, y unas negociaciones tensas amenazan con generar volatilidad en los mercados. Los precios de la energía, que han supuesto un multimillonario ahorro para las arcas europeas, ya han iniciado su escalada levantando en paralelo la inflación. Y el superciclo electoral, con comicios en Holanda, Alemania, Francia y posiblemente Italia, puede suponer una fuente de desestabilización. "Con la inflación al alza y las incertidumbres, en 2017 será difícil mantener el ritmo de crecimiento del año pasado", asegura Ben May, de Oxford Economics.
Las últimas previsiones de Bruselas, anunciadas este lunes, apuntan a un 2017 sin grandes cambios. El escenario central de la Comisión augura un crecimiento del 1,6%, un paro a la baja estabilizándose en el entorno del 9,6% y una inflación que se aleja de tasas negativas. Tampoco se esperan sobresaltos en 2018, que mantendría una tendencia ligeramente positiva, sin excesivas alegrías, con un suave repunte del crecimiento, que acumula ya 15 trimestres seguidos en positivo, y una caída de las cifras de desempleo, que ha dejado atrás los dobles dígitos.
Tras los duros años de la Gran Recesión, en los que era la economía la mayor causante del deterioro de un gobierno, en la era de Trump, el Brexit y los populismos, la ecuación parece haberse invertido: sin minusvalorar cuestiones como la fragilidad del sistema bancario italiano o el sempiterno drama griego, la política se ha convertido en el principal riesgo para la recuperación económica europea.
Todas las expectativas económicas se basan en la continuidad del proyecto comunitario tal y como se conoce en la actualidad, pero el comisario de Asuntos Económicos, Pierre Moscovici, ya lo ha advertido: "Si gana Le Pen y su idea de sacar a Francia del euro y la UE, sería el fin del proyecto europeo”. Y nunca antes un partido había estado tan cerca de socavar los cimientos políticos sobre los que se asienta Europa como Marine Le Pen en la doble votación presidencial de esta primavera.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.