La FAMP deja en suspenso su renovación por la bronca política
Toscano quiere pactar la dirección antes de citar otra vez a la asamblea
Conseguir que los partidos se pongan de acuerdo para gobernar cuando no existe una clara mayoría suele ser harto difícil. Aún resulta más complicado en medio de dos elecciones (generales y autonómicas). Y corre el riesgo de terminar todo en fiasco si, encima, el marco legal es impreciso. Le ocurrió ayer a la asamblea de la Federación Andaluza de Municipios y Provincias (FAMP), que debía abordar su renovación conforme a los resultados de las elecciones locales del pasado 22 de mayo. Seis horas de idas y venidas de los portavoces en el vestíbulo imponente del hotel Alcora, en el Aljarafe sevillano, y la asamblea ni siquiera llegó a constituirse. Al final se suspendió por la ausencia de consenso sobre cómo tenía que desarrollarse y, muy especialmente, por el color de los cargos directivos.
IU abandonó la asamblea y arrastró también al PA y a los populares
Los izquierdistas exigían una presidencia rotatoria y empezar ellos
PSOE y PP rozaron un principio de acuerdo que luego quedó en nada
La asamblea ni siquiera llegó a constituirse tras seis horas de discusión
El presidente de la FAMP, el alcalde de Dos Hermanas, Francisco Toscano (PSOE), convocará la semana próxima a la ejecutiva para intentar pactar el reparto de la cúpula y fijar, con un acuerdo cerrado, la nueva fecha para reunir al órgano constituyente.
El resumen del enrevesado proceso que desembocó en la suspensión es que PSOE y PP no estaban dispuestos a renunciar a liderar la federación -que representa la voz de los alcaldes-, a las puertas de las elecciones autonómicas previstas para marzo. Acudieron a la cita muy enfrentados y decididos a ganar la partida. Los primeros, con el argumento de que tienen más alcaldías y concejales que el PP; los segundos, con su victoria global en los comicios locales de mayo (300.000 votos más, todas las capitales y cinco diputaciones). Los socialistas han conseguido, además, aumentar su participación al afiliar un buen número de mancomunidades, que computan a la hora de los apoyos como Ayuntamientos y Diputaciones. Una estrategia a la que los populares respondieron con una demanda en los juzgados para que estas entidades no puedan asociarse, aunque los estatutos sí las admiten. Como medida cautelar, pedían que se suspendiera el censo aprobado el pasado 20 de octubre por la ejecutiva y la asignación de votos a las mancomunidades. La juez no atendió el requerimiento, pero el litigio respecto al fondo (que las mancomunidades no formen parte de la FAMP) sigue su curso.
Con estos mimbres y todo abierto, los alcaldes aterrizaron en el hotel a las 09.00. Primero hubo problemas con las acreditaciones. Después de que la FEMP -la federación de España, que ahora preside el alcalde popular de Sevilla, Juan Ignacio Zoido- emitiera un informe jurídico sobre cómo tenía que constituirse la asamblea, los socialistas extremaron el celo y decidieron atenerse a los estatutos nacionales al pie de la letra: únicamente podría inscribirse como delegados aquellos que estuvieran al día en el pago de las cuotas a la FAMP, es decir, los que no debieran nada en los últimos cuatro años. Bajo esa premisa, el PP, perdía 1.157 votos. Los estatutos de la FAMP no están pensados para situaciones de máxima competición y quedan muchas lagunas sin resolver. Tras la intervención de un par de notarios, que trajeron los populares, la mesa se abrió a las acreditaciones pasado el mediodía, pero las negociaciones políticas seguían atascadas.
Cada grupo político se atrincheró en una sala de la planta baja del hotel, de modo que el vestíbulo -cubierto por una enorme cúpula acristalada sostenida por columnas de vértigo, muy al gusto colonial- se convirtió en el espacio neutral de las negociaciones. En las seis horas que duró la espera, las puertas se y abrían cerraban constantemente, al paso de las pequeñas patrullas de políticos que cruzaban con paso militar de una sala a otra. En una mesa, tomando un refresco, esperaba el consejero de Gobernación y Justicia, Francisco Menacho, que debía haber inaugurado solemnemente la 8ª asamblea de la FAMP a las 11.00.
En el bar, Toscano, el secretario general del PP, Antonio Sanz, y la vicepresidenta de la FAMP y alcaldesa de Marbella, Ángeles Muñoz, esbozaron un principio de acuerdo. La ejecutiva, con 27 componentes, se repartiría de la siguiente forma: 12 miembros para el PSOE, 12, para el PP; dos para Izquierda Unida y uno para los andalucistas. La presidencia se resolvería de manera rotatoria: los dos primeros años para los populares, y los dos últimos, para el PSOE. A cambio, el PSOE lideraría el Consejo Municipalista (el máximo órgano entre asambleas) en el primer tramo, y el PP, en el segundo. Los socialistas se reservaban también el Consejo Andaluz de Gobiernos Locales, un órgano que emana de la reciente Ley de Autonomía Local.
Cuando parecía que el pacto estaba pendiente de flecos, Izquierda Unida tomó la decisión de abandonar la asamblea. El secretario de Organización de este partido, José Luis Pérez Tapia, explicó que no se daban las circunstancias para el consenso. Los izquierdistas pretendían presidir ellos el primer año la FAMP, después el PSOE y PP, y el último año, el PA. Los andalucistas le imitaron y también se fueron con un argumento similar. Ante el abandono de las minorías, los populares se descolgaron y a Toscano no le quedó más remedio que suspender. Al cruzarse con Pérez Tapia, le dijo: "Lamento que hayáis conseguido así el protagonismo".
El alcalde de Córdoba, José Antonio Nieto -el candidato del PP para presidir la FAMP- pronunció una frase lapidaria para comunicar la retirada de su grupo: "El actual modelo de la FAMP ha muerto". Y culpó de todo a la "soberbia" de José Antonio Griñán, presidente de la Junta. Toscano recriminó la actitud de IU, que con un 5% quería presidir el organismo, y garantizó que no habrá vacío de poder. Según los plazos, la asamblea podría retrasarse hasta febrero. Los alcaldes iniciaron la vuelta a sus pueblos al filo de las 16.00 sin nada bajo el brazo. El consejero Menacho sí se llevó algo: el discurso que había preparado para una inauguración que nunca se produjo.
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