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Italia modifica otra vez el plan de ajuste ante el desconcierto general

Un plan de ajuste en continuo movimiento. El paquete de 45.000 millones, que debe garantizar a Italia el déficit cero en 2013, se transforma de minuto en minuto. Era completamente distinto cuando fue presentado, el 12 de agosto, al final de los 15 días más negros para las finanzas italianas. No porque la oposición esté enmendando el texto en el Parlamento. Sino porque el Gobierno no para de cambiar de idea.

Preveía un superimpuesto para las rentas altas que debía inyectar en las arcas públicas casi 4.000 millones de euros: fue borrado. Imponía agrupaciones de ayuntamientos y provincias pequeños: quedaron suspendidas. Establecía recortes de financiaciones a todas instituciones locales: fueron reducidos a 4.000 millones.

En cambio, Silvio Berlusconi y su ministro de Economía Giulio Tremonti, que el lunes anunciaron los cambios en el proyecto de ley antes de dejarlo en las manos de las comisiones parlamentarias, habían introducido una restricción sobre las pensiones: los años de Universidad (hasta 7) y los meses de servicio militar (12 para soldados simples; hasta 18 para los oficiales) dejaban de considerarse para los años de cotización. Ayer cambiaron de idea.

El problema, en este baile de mediadas anunciadas y luego retiradas según tire el viento de la política, es que las cuentas no salen bien. Retirando la tasa de solidaridad y los recortes a los administradores locales (sumaban más de 2.000 millones de ahorro y la desaparición de 54.000 escaños), no se sabe cómo el Ejecutivo piensa llegar a los 45.000 millones de euros que salvarían Italia de un presupuesto en perennes números rojos.

Faltan por lo menos 5.000 millones para cuadrar las cuentas. Algunos diarios hablan de un hueco de 20.000 millones, porque las intervenciones sustitutivas se vinculan a una nebulosa lucha contra la evasión fiscal. No se detalla cómo ni cuánto dinero llegará de este nuevo punto.

Roma presentó su primer paquete de ajustes a mediados de julio: casi 80.000 millones, con sacrificios que oportunamente recaían sobre el bienio 2013- 2014, es decir sobre el próximo Gobierno. Demasiado tarde para los mercados que en agosto intensificaron los ataques contra la deuda soberana del país (120% del PIB). Ni un mes más tarde de la primera, Berlusconi y Tremonti prepararon una segunda reforma, secundando las instrucciones del Banco Central Europeo, que a partir del 1 de noviembre será dirigido por Mario Draghi, actual gobernador del Banco de Italia.

Aquel plan, lanzado como presa a los especuladores en la canícula de agosto, pareció devolver cierta estabilidad a los títulos de Estado. Berlusconi se debió de sentir libre de arrinconar las pretensiones de Fráncfort y modificar las medidas a favor de su rico electorado y de los aliados federalistas de la Liga Norte. En el intento de fortalecer la relación de amor-odio con Umberto Bossi, indispensable cuanto incómoda para la estabilidad del Ejecutivo, Berlusconi corre el peligro de ser regañado por el BCE y los compañeros europeos y de confundir a los mercados. Estos quieren respuestas rápidas, como demuestra el agosto caliente en la Bolsa de Milán.

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