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Una luz al final de El Gallinero

El poblado chabolista estrena una nueva vida despojado de las dos mil toneladas de basura que lo acechaban - Próximos objetivos: letrinas y una escuela infantil

Pilar Álvarez

Tiene la panza al aire y 37 años mal llevados. Constantino Stefan, padre de siete hijos, señala orgulloso su pequeña obra de ingeniería: una escalera excavada en la tierra por la que corretean niños descalzos. Los escalones de arena bajan a un vertedero que ya no existe. Es el último milagro del Gallinero, el poblado chabolista más mísero de Madrid. Han desaparecido 1.900 toneladas de pelado de cables, botellas vacías, pañales usados, ratas muertas... En el entramado de chabolas donde viven desde 2007 un centenar de familias de gitanos rumanos, con un sol que pega a fuego por la tarde, el viejo hedor a podredumbre ya es casi imperceptible.

El Ayuntamiento de Madrid ha recogido en dos semanas enormes montañas de residuos. Lo hicieron ante la insistencia de los voluntarios de la parroquia de Santo Domingo de la Calzada, los ángeles de la guarda del poblado, y tras la intervención de la Fiscalía de Medio Ambiente. Aún quedan dos focos de inmundicia y ronda la amenaza de que vayan surgiendo más.

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Dalila, la bebé de seis meses que ríe a carcajadas a la sombra de su chambao, vive junto a uno de esos focos aún pestilentes. En el centro del poblado, junto a la calle principal, hay una cuadrícula de unos 80 metros cuadrados en la que no entró la excavadora. Quedan plásticos, pañales sucios y bolsas arrugadas entre los muros del antiguo gallinero que da nombre a la zona y junto a un bidón colgado de la pared desconchada que hace las veces de ducha, rodeada por unos palés endebles.

La niña juguetea junto a la puerta de la infravivienda. En el interior se adivina un suelo reluciente, un orden casi germánico. "Como aquí fuera sucio, dentro muy limpio", presume su madre en un castellano sin verbos. El Ayuntamiento advierte de que esa idea ya no vale: los vecinos del poblado deben entender que la limpieza no es solo una cuestión de puertas para adentro. El jueves, Medio Ambiente se reunió con los voluntarios de Santo Domingo de la Calzada para darles un tirón de orejas. Ojo, les dijeron, la basura empieza a proliferar otra vez. Ellos replicaron que hace falta más colaboración institucional tanto para comprar cubos de basura como para evitar que vuelva la plaga de roedores tras tres desratizaciones. Y siguen buscando milagros en el mísero lugar situado a 15 kilómetros de la Puerta de Sol. Lo próximo, dicen, letrinas y una guardería.

El camión de la basura pasa todos los días por la calle adyacente a El Gallinero, en una salida de la autovía de Valencia. Vacía las dos cubetas metálicas instaladas donde se acumulan muchos restos, pero no todos. Constantino Stefan, el artífice de la escalera de tierra, apura una pera a grandes bocados y la tira al suelo. No es la única mancha de las calles de arena: la piel de una sandía rodeada de moscas, un único cadáver de rata en lugar de cientos, el bote de detergente apurado hasta la última gota.

"¿Quién tira basura al suelo? No sé. La vecina, no yo". Casandra, de 11 años, se chiva de la moradora de al lado y se justifica señalando el cubo aparcado a la puerta de su casa. Un viejo recipiente de pintura con el fondo mugriento y varias cáscaras. La vecina acusada, que también mira para otro lado, ha reciclado el barreño de lavarse la cabeza para los restos. "¿Ves? Todo aquí, nada fuera".

El Ayuntamiento hace responsables a los voluntarios de la parroquia de Santo Domingo de la Calzada de que se mantenga la limpieza a raya. Los voluntarios replican que hace falta más que eso. Han comprado 10 cubos de comunidad de su propio bolsillo y piden más implicación de la Administración, a la que afean que no haya quitado toda la mugre. "Retiramos todo lo que se acordó con ellos", replica una portavoz municipal.

La niña Casandra, que luce larga melena castaña, confiesa que se casará con 16 años. Puede que lo haga con uno de los chicos que han estrenado otra de las explanadas limpias como campo de fútbol. "Juegan ahí abajo, yo los miro", confiesa coqueta. Ni rastro de la peladura del cobre con los que algunos trafican y que antes cubría toda la superficie.

Y si la suerte sigue sonriendo al poblado, pronto habrá también un casa cuna para madres adolescentes que los voluntarios se han propuesto levantar con la Universidad de Alcalá de Henares (UAH).

La arquitecta Paz Núñez, profesora de la escuela de Arquitectura de la UAH, aparta matorrales y esquiva excrementos para llegar al pinar. Los niños se le tiran encima y ella les hace bromas. Casi es una más. Ella y su equipo llevan dos años ideando infraestructuras dignas para los mismos chicos que la siguen por un camino que hace las veces de urinario para toda la población. "Aquí", explica Núñez guarecida en el único rincón de sombra, "estará la casa de niños, para que no anden zascandileando". Al lado, una casa de baños, con letrinas y duchas. Estarán construidos con palés y serán edificios móviles, por si hay que trasladarlos. Es una idea de todos y para todos, asegura la arquitecta, empeñada en convencer sobre todo a los hombres: "Si ellos no se involucran el proyecto no tendrá éxito". Calcula unos 30.000 euros por cada edificio que otra parroquia está dispuesta a financiar.

Los terrenos están junto a la vía del Ave Madrid-Barcelona, una zona de dominio ferroviario a la que Adif (Administrador de Infraestructuras Ferroviarias, la constructora de Renfe), debe dar el visto bueno. El asunto no está cerrado, dicen en Adif. Los voluntarios confían en arreglar pronto ese fleco. Si lo logran, los adolescentes del poblado se pondrán manos a la obra en un taller de construcción, colaborarán con los arquitectos y voluntarios. Y su obra quedará a la espalda de El Gallinero, que casi no se ve desde los pinos. No es casual: "La belleza también ayuda al desarrollo", confiesa la arquitecta.

Una calle del poblado con barreños para almacenar la basura.
Una calle del poblado con barreños para almacenar la basura.CLAUDIO ÁLVAREZ
Vídeo: PILAR ÁLVAREZ / ÁLVARO RODRÍGUEZ DE LA RÚA

Un poblado en cifras

- En el Gallinero, a 15 kilómetros de la Puerta del Sol, habita un centenar de familias de gitanos rumanos

- Se formó en 2007, tras el cierre de un campo cercano para sin papeles rumanos cuando su país entró en la Unión Europea.

- Hay 140 niños menores de tres años, según las estimaciones de los voluntarios de Santo Domingo de la Calzada.

- Entre el 27 de junio y el 11 de julio, el Ayuntamiento de Madrid retiró 1.900 toneladas de basura del poblado, una cantidad similar a la que genera la ciudad en todo un año.

- El próximo proyecto previsto por los voluntarios, con apoyo de la Universidad de Alcalá de Henares, es la construcción de una casa de baños y una casa cuna para los menores de El Gallinero.

- El proyecto, sin respaldo oficial hasta la fecha, supone una inversión de 60.000 euros que los voluntarios esperan sufragar con la ayuda de una parroquia.

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Sobre la firma

Pilar Álvarez
Es jefa de Última Hora de EL PAÍS. Ha sido la primera corresponsal de género del periódico. Está especializada en temas sociales y ha desarrollado la mayor parte de su carrera en este diario. Antes trabajó en Efe, Cadena Ser, Onda Cero y el diario La Opinión. Licenciada en Periodismo por la Universidad de Sevilla y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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