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Reportaje:

Los ríos de la droga

Los 'narcos' evitan el control del SIVE a través de los canales del Campo de Gibraltar

Fernando J. Pérez

Una legión de irritantes mosquitos es la única custodia de la que podría ser una instalación decisiva contra el tráfico de drogas en el Campo de Gibraltar: la barrera fluvial de la desembocadura del río Guadarranque. La verja metálica que debería controlar el paso de las embarcaciones que entran y salen a la Bahía de Algeciras lleva alrededor de una década siendo pasto de la herrumbre. En la caseta de ladrillo que albergaba los motores de la esclusa solo quedan dos bobinas de hierro -si fueran de cobre no quedaría nada- y el techo se cae a pedazos.

La barrera fue instalada a principios de los años 90 por la Dirección General de Costas, que dejó su mantenimiento en manos del Ayuntamiento de San Roque. Hoy, su deterioro permite a los narcotraficantes subir hasta ocho kilómetros río arriba y burlar a las patrulleras de la Guardia Civil, cuyo calado es demasiado grande para adentrarse por ese curso de agua. "Hemos reclamado a la Subdelegación del Gobierno que lo repare, pero nos remite al Ayuntamiento. El Ayuntamiento nos dice que no tiene competencia. Lo que debería hacer es denunciar el convenio con el Estado", considera Francisco Mena, presidente de la coordinadora comarcal contra las drogas, Alternativa,del Campo de Gibraltar.

Las patrulleras de la Guardia Civil no pueden navegar por los riachos

La implantación progresiva de los radares del Servicio Integral de Vigilancia Exterior (SIVE) a lo largo de todo el litoral andaluz y mediterráneo ha hecho que los traficantes de hachís, que habían desviado sus rutas hacia Levante, Cataluña e incluso Francia, vuelvan otra vez sus ojos hacia el Estrecho, el camino más corto para entrar en España.

"El narcotráfico es como la energía. Ni se crea ni se destruye. Se transforma y se adapta", constata Mena ante la esclusa del Guadarranque. Esta necesidad de adaptación ha llevado a los traficantes a adentrarse por ese y otros ríos de la zona, como el Palmones, en Algeciras; el Guadiaro, en San Roque; el Guadalete, en Jerez, y el río Barbate. Este último cuenta también con una barrera, que al igual que la del Guadarranque, ha sido inutilizada por los vándalos.

"El problema de los ríos es que el traslado y acceso al lugar de almacenaje de la droga, el momento más peligroso para el traficante, es más fácil que en la playa", constata Emilio Miró, delegado de la Fiscalía Antidroga en Algeciras, que opina que la reparación y el cierre de estas barreras "sería una medida efectiva" para atajar el contrabando. Miró considera que el SIVE, cuyos radares han sido objeto de sabotaje en los últimos tiempos, "es un sistema muy útil y ha ayudado mucho, pero no es perfecto". Reclama "más unidades policiales" para detener en tierra firme a unos narcos cada vez más escurridizos.

Miró ha detectado en los últimos tiempos "un mayor protagonismo de las organizaciones marroquíes" de tráfico de hachís en las operaciones en España. Cada eslabón de la cadena de contrabando se va especializando cada vez más y, como si se tratara de una empresa, las organizaciones tienden a "subcontratar" las distintas actividades -cultivo, transporte, descarga, almacenamiento, distribución- a delincuentes expertos.

Con una década de experiencia en narcotráfico, el fiscal detecta que ha habido un repunte del trapicheo de hachís, aunque "a niveles menores que antes de la implantación del SIVE". Prácticamente no hay noche en que no se intercepte un cargamento, grande o pequeño. Entre 2009 y 2010, los cuerpos de seguridad han intervenido unas 110 toneladas de hachís y 3,4 toneladas de cocaína en el Campo de Gibraltar, según los datos que maneja la Fiscalía. En ese tiempo, 2.228 personas han sido detenidas por delitos contra la salud pública. Tres detenidos diarios.

Miró es consciente de que la lucha contra el narcotráfico nunca conocerá el éxito total: "La labor policial y de los juzgados no elimina el fenómeno, pero lo mantiene en niveles tolerables, y rebaja en buena medida los efectos secundarios aparejados al contrabando, como la violencia, la corrupción y el dinero negro".

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Sobre la firma

Fernando J. Pérez
Es redactor y editor en la sección de España, con especialización en tribunales. Desde 2006 trabaja en EL PAÍS, primero en la delegación de Málaga y, desde 2013, en la redacción central. Es licenciado en Traducción y en Comunicación Audiovisual, y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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