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Reportaje:Diseño

De Georges Perec a Toyo Ito

El arquitecto Enrique Walker invita a buscar lo extraordinario en lo ordinario

Anatxu Zabalbeascoa

Partiendo de la antigua premisa baudelairiana que invita a ver lo extraordinario en lo ordinario, el arquitecto Enrique Walker ha hecho de esa idea la base de su teoría. Walker (Buenos Aires, 1967) dirige el Máster de Arquitectura de la Universidad de Columbia (Nueva York), un programa que busca que los arquitectos se cuestionen su propia formación. Eso es lo que ha venido a explicar al BIArch de Barcelona y lo que él mismo lleva haciendo toda su vida, desde que salió de Chile hace 15 años "por apetito cultural no satisfecho", explica durante una visita al museo Reina Sofía de Madrid. Una tesis sobre el escritor Georges Perec le obsesionó con "lo infraordinario: lo que está ahí pero no se puede ver".

"Me obsesiona lo infraordinario, lo que está ahí pero no se puede ver", afirma

"En Perec encontré un personaje que trabajaba bajo constricciones autoimpuestas. Estas impiden que recurras a tu arsenal habitual de soluciones. La restricción no lleva a escribir bien, lleva a darte cuenta de cómo escribes. Es una forma de volverse consciente de lo que uno hace".

Asegura que, al reivindicar lo ordinario, no quiere ser el nuevo Venturi. Pero su libro es esencialmente un homenaje a un reclamo que ya hizo el matrimonio Venturi cuando escribió Aprendiendo de Las Vegas. "Por circunstancias, tal vez sudamericanas, tuve un interés anacrónico. Me interesó su trabajo cuando había dejado de interesar. A través de mis artículos y clases he tratado de resucitar temas de los Venturi perdidos o reapropiados sin el debido homenaje, pero también sin haber desarrollado el potencial de lo que planteaban".

Como Robert Venturi y Denisse Scott Brown, Walker reivindica el viaje en el que uno se desfamiliariza de sus argumentos y se replantea las cosas a partir de lo que descubre. El periplo que propone es más al mercado de las pulgas para encontrar un objeto que pueda redefinir tu trabajo que el grand tour de los lugares legítimos para copiar. Se trata de poner en duda los antecedentes.

¿Qué es lo ordinario en arquitectura? "Toda aquella arquitectura que la arquitectura excluye de la arquitectura. Todo lo que pone a distancia porque no puede digerirlo, porque no lo puede entender o porque no está dispuesta a aceptarlo como parte de su campo". "Fijarse en lo ordinario consiste en mirar a lo que existe para fortalecer un proyecto de lo que puede existir. El proyecto de lo potencial se encuentra en lo real", explica. E ilustra su idea con la película Blow up, de Antonioni, en la que un fotógrafo retrata a una pareja en Maryon Park y al ampliar una fotografía descubre un crimen. Eso es lo que le interesa: la revisión de lo visto.

¿Por qué cuesta tanto que los arquitectos presten atención a lo ordinario? "La especulación sobre lo que va a ser la arquitectura del futuro pasa por ignorar lo que existe. El argumento de lo ordinario supone la paradoja de poder adivinar lo que vendrá a través de lo que ya existe. Toyo Ito en los ochenta escribió que los edificios en Tokio se levantaban como objetos arquitectónicos sin mirar a la ciudad. Se consideraba entonces que la ciudad era caótica y que la arquitectura no podría trabajar sobre ella. En un momento se vuelve tan patente que Ito plantea estudiar su ciudad para extraer lecciones para la arquitectura que se va a construir en otras ciudades. Los sonidos y los signos habían invadido Tokio tanto como la arquitectura. Hoy el Atelier Bow Wow trabaja esa idea. Lo ordinario es eso: las condiciones existentes que el arquitecto está dispuesto a discutir cuando es ya demasiado tarde. Por eso las sociedades y las ciudades logran desarrollar un carácter al margen de la arquitectura. No crecieron a partir de una teoría concreta pero su análisis te puede dar una teoría. Koolhaas lo llama manifiesto retroactivo. Cualquier arquitectura por banal que sea puede suponer una ayuda para la arquitectura del futuro".

Estudio del Atelier Bow Wow (al fondo) en Tokio.
Estudio del Atelier Bow Wow (al fondo) en Tokio.

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