"En esta cárcel los días vuelan"
Las 79 presas de Alhaurín celebran la nueva gestión del módulo de mujeres
Un calendario cuelga del corcho. Es lo primero que ven Rosario y María José cada mañana al despertarse. Es fácil imaginárselas recorriendo los números con los dedos y contando los días. Viven en la celda 29 del módulo de mujeres del centro penitenciario de Alhaurín de la Torre, que esta semana estrena modelo de gestión. En los pasillos de esta cárcel, que no parece una cárcel, se oyen cosas como: "Los días se me pasan volando". Y es que se respira buen ambiente. Lo llaman módulo de respeto.
De los más de 60.000 presos que hay en España -sin contar los que están en régimen abierto y los de Cataluña, que tienen las competencias transferidas- cerca de 10.000 ya residen bajo este tipo de régimen. En el módulo de respeto todos los internos deben integrarse en grupos y participar en actividades.
El objetivo de la directora general de Instituciones Penitenciarias, Mercedes Gallizo, que ayer visitó el centro de Alhaurín, es que el modelo llegue al 50% de los reclusos. "Los resultados son extraordinarios hasta el punto de que la conflictividad casi desaparece", asegura.
En una cárcel "tan complicada", como definió Gallizo a la andaluza por la diversidad de presos que conviven, solo cinco mujeres han renunciado a asumir las responsabilidades que les exigía el nuevo modelo, por lo que han sido trasladadas a otras prisiones españolas.
El resto, un total de 79, pasan la mañana en el gimnasio, en el taller de costura o en el de peluquería. Gloria le tiñe hoy el pelo a Paqui. Tiene 31 años y dos hijos en Colombia. Ya ha cumplido 18 meses de una condena de 11 años por tráfico de drogas. El mismo delito que pesa sobre la mayoría de las mujeres.
También sobre Magdalena, que advierte que lleva ya cuatro entradas en prisión por delitos contra la salud pública, lo que la convierte en una experta en esto de cárceles. "Lo que está pasando aquí es muy bonito, el nuevo director ha sido un gran cambio". Se refiere a Juan Antonio Marín, que se puso al frente de la prisión el pasado abril.
Desde entonces han cambiado muchas cosas. El pasillo de celdas del primer piso luce hoy un vistoso color rosa. No resultó fácil poner a las internas de acuerdo a la hora de escoger color, pero ahora esperan impacientes a pasar la brocha por el segundo piso, que pintado de marrón resulta mucho más triste. Las paredes están repletas de cuadros y en el comedor grandes letras las animan a comer con un "Ummmm, qué rico".
En una cárcel donde conviven casi 1.400 presos, a pesar de que se proyectó para albergar a 837, las historias se multiplican. Para el módulo de mujeres, que integra a condenadas por todo tipo de delitos salvo crimen organizado y terrorismo, el módulo de respeto supone un desafío. Sin embargo, al menos en estos primeros días, funcionarios y reclusas parecen encantados.
Nena sólo tiene 19 años y está en prisión preventiva desde hace dos meses. En septiembre será juzgada por robo con violencia. Hoy precisamente asiste a un taller de no violencia. Las compañeras dibujan su silueta sobre un mural y escriben sus cualidades y defectos. La lista de virtudes es larga: dulce, divertida... "Es mucho mejor que estar todo el día en el patio", dice.
Nada evita que cuenten los días que les quedan para recuperar la libertad, pero en la cárcel, si los días vuelan, mejor.
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