_
_
_
_
_
Reportaje:

Esqueletos bajo el agua de Sil

El secado del río para ampliar la hidroeléctrica de Santo Estevo ha sacado a la luz los restos de un accidente de bus en el que desaparecieron unas 10 personas

"Aquí, al Sil le llamamos Silencio", dice un vecino de Fontemaior, Sober, cuyo padre se salvó de morir ahogado en el río junto con otros vecinos, en el autocar de La Unión Industrial que se despeñó el 18 de enero de 1965, a eso de las siete de la tarde a la altura del puente de Abeleda, que une las provincias de Lugo y Ourense. Ahora que Iberdrola deseca el caudal para ampliar la central de Santo Estevo, parte del chásis y las ruedas del ómnibus volcado sobresalen de la espesa capa de lodo que se acumula en las orillas. El mismo lodo que amortiguó el impacto de una caída de cien metros en picado y que libró de morir a unas 13 personas que resultaron ilesas y otras 16 que se mantuvieron a flote, heridas de más o menos gravedad, con muchos huesos rotos. La noche del accidente sólo se rescató un cadáver, el de Manuel Gómez O Troitas, natural de Vilamarín, que apareció en la orilla asido a un cerdo por el rabo, y se dio una cifra de desaparecidos bastante incierta, de entre seis y 10 personas, según el periódico del que se tratase.

El primer muerto que apareció estaba en la orilla, asido a un cerdo por el rabo
David López se bajó en la parada anterior porque se topó con un amigo

Porque realmente no se llegó a saber cuántas personas viajaban en aquel coche que partió de la feria de Castro Caldelas camino de Monforte. El vehículo tenía un número limitado de asientos, pero en día de mercado (y no cualquiera, sino el de la víspera del patrono, San Sebastián) los pasajeros iban de pie, apretados como sardinas entre cajas, cestos, paquetes y toldos de feriante.

El conductor, Luis Corujo, explicó días más tarde que 20 minutos después de salir de Castro Caldelas, en la recta que enfila hacia el puente sobre el Sil, perdió el control de la dirección, y al frenar el bus giró sobre sí mismo, se atravesó en la calzada e hizo que cediese el muro. En la prensa también se hablaba aquellos días de un fuerte temporal, y puede que hubiese hielo sobre el asfalto.

David López, que entonces tenía 45 años, calló durante cuatro décadas y media, pero ahora que han vuelto a emerger los restos de aquel episodio de su vida (aunque no es la primera vez que se llegan a ver) relata con detalle lo ocurrido, tal y como se lo contó a él su amigo el chófer. "El ómnibus, al chocar contra las rocas, se rompió y empezaron a salir disparados, como peces que saltan al agua, todos los animaliños que iban en la parte de atrás". El coche de la feria tenía un compartimento reservado para los conejos, las gallinas, los gorrinos. Y con ellos también saltaron muchos pasajeros, que tuvieron la suerte de salir proyectados a través de los cristales rotos.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

López Fernández, que había ido a apalabrar un arado y montó en aquel bus, se libró "de milagro" porque aunque iba hasta Sober se apeó en la última parada antes del puente. Vio que estaba allí otro amigo, repartidor de pan, pasando apuros con la furgoneta. La máquina no arrancaba y decidió ayudarle a empujarla. Luego seguiría camino hasta casa con él. En su lugar, subió al ómnibus otro hombre, que también se salvó.

A eso de las 11 de la noche del día 18, según se les informó a los medios, la Guardia Civil de Castro Caldelas apostó barqueros de la zona en "lugares estratégicos", río abajo, aguardando la llegada de los cadáveres, pero los siguientes en aparecer lo hicieron tres meses más tarde. Eran los de un matrimonio de Monforte, Camilo Gómez y Socorro Gómez. Según explica ahora su sobrino, fueron hallados juntos en Sacar de Bois, por la banda ourensana. Él, buen nadador, murió en el acto, atravesado por uno de los hierros del puesto de feria que traían enrollado. Ella se agarró a un cajón, y aguantó hasta que pudo con las piernas rotas, pero no se separó de su hombre. Habían decidido volver antes de la hora habitual a casa porque al día siguiente se les marchaba un hijo a Alemania. "Los huérfanos pudieron cobrar, porque los cuerpos aparecieron", explica ahora un sobrino.

Cuando salieron a flote los Gómez, hacía mucho que se había abandonado la búsqueda y ningún familiar de los desaparecidos se atrevió a rebelarse contra las autoridades. "Tampoco había dinero para hacerlo", dice el vecino de Fontemaior. Como el Sil es el río Silencio, nadie levantó la voz. Ahora, sin embargo, el desecado ha resucitado los fantasmas. La gente vuelve a recordar a aquella señora que aguantó amarrada a un fardo hasta que éste se empapó y se hundió con ella. Y los nombres de otros que no regresaron a Monforte aquella noche del accidente: Daniel Cuadrado, Jesús López, Tomás Losada o Gonzalo Rodríguez. El domingo pasado hubo 300 personas contemplando el chásis envuelto en barro, y las peregrinaciones siguen. Aquí nadie se explica cómo ningún político manda "subirlo con grúa para ver si están los esqueletos dentro".

Las ruedas y parte de la estructura del ómnibus siniestrado en 1965 en el Sil vuelven a verse con el desecado temporal del cauce.
Las ruedas y parte de la estructura del ómnibus siniestrado en 1965 en el Sil vuelven a verse con el desecado temporal del cauce.PEDRO AGRELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_