El hombre que no quiso una fundación
Miguel Delibes contestaba a todas las cartas. Ya se tratara de la de un colega de la Academia o de la de un bachiller emocionado con El camino, su respuesta no se demoraba más de tres días. Por eso la mayor parte del material inédito que deja el escritor ha de estar entre esa correspondencia inabarcable. De hecho, las obras completas que Destino y Círculo de Lectores están a punto de culminar no contaba hasta ahora entre sus siete volúmenes con ninguno dedicado a las cartas del autor castellano. Eso sí, en 2002 vio la luz una jugosa muestra: la que levanta acta de su relación de casi cuatro décadas con Josep Vergés, cabeza de Destino, su editorial de siempre, empezando por 1948, el año en que Delibes ganó el Nadal.
Correspondencia aparte, es difícil que aparezca mucho material inédito. Inédito y publicable. "Era un hombre muy exigente", cuenta la profesora Amparo Medina-Bocos, responsable de la edición de Tres pájaros de cuenta y tres cuentos olvidados (ErrequeErre, 2003) una de las últimas personas que trabajó con el narrador en materiales nunca aparecidos en libro. "Cuando le propuse que rescatara algunos de los textos que había publicado en revistas de los años cincuenta sólo autorizó tres. Y el resto era más que digno", recuerda Medina-Bocos.
Por lo demás, los manuscritos de sus libros se conservan en su casa de Valladolid. Ésa y otras tres viviendas más están abarrotadas con los 8.000 volúmenes de su biblioteca personal, en la que abundan las biografías, su género favorito en los últimos tiempos. Una mina para cualquier estudioso a pesar de que, como cuenta su familia, "no subrayaba ni anotaba los libros que leía; eso sí, cuando volvía a uno suyo que se iba a adaptar al teatro o al cine trachaba pasajes completos y hacía comentarios al margen".
Durante años la Universidad de Valladolid, que cuenta con una Cátedra Miguel Delibes, y El Norte de Castilla, el periódico del que fue director, promovieron una fundación que llevara su nombre. El escritor, poco dado al ego público, nunca lo vio claro. Sus hijos todavía no han decidido nada.
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