El futuro (puede ser) Sergio Bernal
Estaba plenamente justificado el lleno total del coliseo de La Vaguada y el entusiasmo que se palpó. No siempre se ve el debú como director de un talento nato, que además baila muy bien y que se muestra con un equilibrio en sus decisiones que ya quisieran para sí muchos adultos del sector. Sergio Bernal tiene 20 años. No ha logrado ser admitido en el Ballet Nacional de España (BNE). Incomprensiblemente se le mantiene en el estatus (más bien limbo) de un taller inmóvil. Pero, al mismo tiempo, se ve que este artista tiene la inquietud y la necesidad vital de ser visto y escuchado; podíamos decir que, también, admirado. La más llana objetividad le sitúa un futuro brillante, una carrera prometedora.
UN DÍA Y TRES MIRADAS
Compañía Entre Nosotros.
Dirección: Sergio Bernal. Coreógrafo invitado: Fernando Romero. Vestuario: Carmen Granell. Audiovisual: Pablo Corrales.
Teatro de Madrid, 3 de marzo.
Su discreta participación coral en un programa del BNE en este mismo teatro le convirtió en el mayor atractivo de la velada, en el hallazgo. Y es que cada mucho tiempo surge un bailarín de su clase y con sus condiciones. Antecedentes tiene en artistas como Antonio Márquez y Joaquín Cortés.
La lección de solidaridad que le han dado artistas de la compañía como Eduardo Martínez y Esther Jurado sumándose a la iniciativa, amén de Helena Martín, que ya no está en la plantilla de marras, es ejemplar. Lo mismo se puede decir de sus compañeros del taller-limbo, que arrimaron el hombro. Sergio Bernal representa a una generación con disciplina y escuela, pero él destaca, es una excepción que distingue. Evidentemente está aún en etapa formativa, pero ya guarda temple.
El programa sugerido tuvo el eficiente concurso de la mano experta de Fernando Romero, un paseo intenso (y demasiado largo) por los estilos del ballet español: escuela bolera, clásico-español, y ballet flamenco en sus vertientes más conciliadoras de la tradición y con los signos innovadores que le pertenecen por derecho propio. El esfuerzo era enorme y no se puede perder de vista que Sergio es un primerizo en estas cuitas de organizador. La coreografía era colectiva, en cuanto todos aportaban su parte y su entusiasmo, pero la responsabilidad es de este muchacho al que no se le puede perder ni pie ni pisada. En la función perdió una zapatilla mientras daba un recital del baile de palillos, pero no se amilanó, siguió adelante con sus saltos, vueltas dobles y figuras exquisitas. La ovación fue merecida.
Hubo un emocionante monólogo dramático en el solo de Helena Martín, una especie de lamento con mantón; también el de Eduardo Martínez fue concentrado y sobrio, vibrante en su lectura.
Pero el baile personal de Sergio merece ser descrito. Medido, limpio, musical en el detalle, intencionado con gracia en el acento, verle bailar es una delicia, y si en algunas cosas de lo técnico recuerda a Cortés, en su parte seductora recuerda a Márquez. Tampoco exhibe ninguna sed de protagonismo, sino al contrario. Es inteligente, deja que se luzcan los otros, asume su papel.
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