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Reportaje:

Los turistas buscan en Valencia comida, sol y arquitectura

La llegada de visitantes a la ciudad disminuye con motivo de la crisis

José Luis Pardo

Vengan con amigos o con la familia, del extranjero o del resto de España, los turistas que visitan Valencia estos días tienen clara la trilogía en la que invertirán su dinero y su tiempo: comida -en especial tapas y paella-, sol y playa, y la arquitectura de Calatrava y del centro histórico de la ciudad. Los más jóvenes añaden un cuarto elemento, la fiesta.

El visitante medio, italiano o inglés preferentemente, llega a Valencia aconsejado por algún conocido, pasa unos pocos días y se empapa del tópico español, mucho beber, mucho comer, poco dormir y a ponerse como cangrejos en los arenales. "Vinimos porque tenemos amigos que ya habían visitado la ciudad y nos dijeron que era maravillosa, con muchas cosas que ver. Además, está la movida...", comentan Elisa y Silvia, dos italianas que, guía en mano, se dirigen a la catedral. Su primera impresión de la ciudad es muy grata: "La Ciudad de las Artes y las Ciencias es muy bonita. Hemos estado en el Museo y el Oceanográfico", aunque aseguran que "las playas en Italia son mejores".

Los taxistas se quejan de los viajes cerrados, que les dejan sin clientes
La Ciudad de las Artes y las Ciencias destaca sólo por su arquitectura
El sector de los cruceros sigue funcionando a pesar de la crisis
"Los productos frescos son lo mejor", señala una turista alemana

El emblema arquitectónico de la ciudad despierta la alabanza de los visitantes, aunque más por los propios edificios que por los contenidos que ofrece. "En nuestro grupo varios somos arquitectos, y nos ha interesado ver la obra de Calatrava", apunta Thomas, un holandés que viene acompañado por nueve amigos. Aunque ahondando un poco se quita la careta profesional para sincerarse: "El principal motivo de visitar Valencia es que el vuelo nos ha salido muy barato y la fiesta está muy bien".

Lo cierto es que los turistas prefieren el ambiente del casco histórico, donde pueden visitar los monumentos más característicos, como la catedral o el palacio del Marqués de Dos Aguas, o tomar una horchata fría en la plaza de Santa Catalina. Cristi, un rumano de paso por la ciudad, se ha quedado prendado de las pinturas de la Basílica de la Virgen de los Desamparados: "Son espectaculares", afirma mientras se dispone a saborear la comida local en la plaza de la Reina. "Lo que más me gusta es callejear por el centro", afirma Cecilia, de Suecia. Su actividad preferida es pasear por la gran vía del Marqués de Turia, aunque se muestra algo decepcionada con la ciudad: "A lo mejor porque las expectativas que tenía eran demasiado altas".

En el polo opuesto se encuentra Lázara, una cubana afincada en Toledo, seguramente la fan número uno de Valencia: "Me gusta todo: la gente, el clima, la playa, ¡quiero una casa en la Malva-rosa! El entusiasmo de Lázara por la playa urbana, sin embargo, no lo comparten muchos de los turistas, que prefieren disfrutar de los arenales de las afueras, como El Saler o la Patacona. Y es que, a pesar de ser uno de los principales reclamos para el turismo, las playas valencianas no se llevan muy buena nota. "Fuimos a El Saler y estaba muy sucio, en la Patacona nos dimos un baño excelente pero no funcionaban las duchas", explica Alberto, que viene a visitar a sus tíos. Sin embargo, se muestra encantado con otros enclaves como la Albufera, el casco histórico o el mercado. "Ya le habíamos dicho que en Valencia había mucho que ver", señala su tía, María Dolores.

Donde sí hay unanimidad es en albar la comida, y cómo no destaca la paella. "Siempre la piden, dicen que están en Valencia y que tienen que probarla, y les encanta", cuenta Daniel, el chef de un céntrico restaurante, "y por la noche comen mucho pescado, sobre todo dorada y el típico solomillo de ternera". Cuando el turista responde una pregunta sobre la comida, siempre se le escapa una sonrisa socarrona: "Sí, sí, la comida es muy buena", responden todos. Además, la palabra que más conocen es tapa, y la combinación con una caña a pleno sol les fascina. En las terrazas, los visitantes se sientan delante de un surtido inacabable del típico bocatto di cardinale español: tortilla, calamares, gambas, patatas con alioli...

La pasión por la cocina española se traduce en la gran cantidad de turistas que acuden al Mercado Central, donde admiran la cúpula y sobre todo los alimentos. "Lo mejor son los productos frescos, el pescado, la fruta... En Alemania estas cosas no las puedes encontrar. La comida está muy buena y además es barata", comenta Kamila, una joven que disfruta más con la huerta valenciana que con la noche: "La verdad es que la fiesta está bien, pero yo no he ido a ninguna de las grandes discotecas". Lova, un francés que ha parado en Valencia camino de Peñíscola, comenta lo agradable que es el mercado, pero tiene claro qué es lo que realmente le apasiona del lugar: "A mí lo que me gusta es el jamón".

Otro de los atractivos de la ciudad es la hospitalidad de la gente. Los turistas destacan la amabilidad de los valencianos y su disposición a echarles una mano. Aunque hay quien bromea con el carácter de los españoles. "La gente está bien, pero claro, son españoles", se ríe Rompen, un belga que ha venido con toda la familia "por la buena reputación de la ciudad", y que destaca el centro de la ciudad y el puerto. Estefanía, Francesco, Chinzia y Luigi, un grupo de cuatro italianos que llevan desde el domingo en la ciudad, también se muestran encantados con la "gentileza" de la gente, y por supuesto con la comida, aunque una vez más sale la rivalidad entre españoles e italianos "la comida aquí es muy buena, pero la de Italia es mejor".

A pesar de que en el centro de Valencia el español es un idioma más entre el italiano, el inglés o el francés, el turismo en la localidad ha pegado un bajón provocado por la crisis. Lo perciben en la hostelería y también el transporte. En la parada de taxis de la plaza de la Reina, se forma un corrillo de taxistas. "No hay turistas para llevar", se queja uno de ellos. "Ahora tenemos que estar una hora o más para hacer una carrera, el año pasado, por ejemplo, a los 15 minutos ya recogíamos a alguien", añade. "Este año el Ayuntamiento también nos tiene contentas", ironizan dos compañeras. "Han puesto un bus en la parada del puerto, así que ahora nadie se monta en el taxi", explican.

Pero el mayor problema para los sectores que dependen directa o indirectamente del turismo es que los visitantes que llegan a la ciudad lo hacen con viajes enlatados. Del hotel a autobús turístico y del autobús al hotel. "Vienen con el puño cerrado", comenta otra taxista mientras gesticula aparatosamente.

La falta de liquidez en el bolsillo de los europeos, sin embargo, ha impulsado otro tipo de turismos, como los cruceros, que cada vez más, asoman la proa por el puerto de Valencia. "La oferta de barcos es un producto que está de moda, lleva muchos años creciendo, y ahora Valencia está en la rueda", comenta Vicent Blasco, presidente de Europa Travel, agencia de viajes con amplia experiencia en cruceros. Valencia se ha sumado en los últimos tiempos a los puertos españoles con más afluencia de este tipo de turismo: Barcelona, Palma de Mallorca y Málaga. "Los datos que manejamos indican que estamos en baremos similares, al menos, a los del año pasado. Por 300 o 400 euros puedes hacer un crucero por el Mediterráneo, y además la comida está incluida", sostiene Blasco. El beneficio para la ciudad, sin embargo, se antoja pequeño, ya que los cruceristas solo pasean unas ocho horas por las calles. La clave, según Blasco, es ser ciudad de salida y regreso: "Lo que interesa es ser cabecera. Aconsejamos que la gente llegue a la ciudad un día antes de que parta el barco".

El turismo valenciano se ha diversificado en los últimos años, con el impulso del turismo rural o las rutas del enoturismo. Sin embargo, lo que sigue mandando es aquel viejo eslogan de sand, sun and sex (arena, sol y sexo), que rememora aquella España en la que los Pajares y Alfredos Landa perseguían a las turistas suecas en los lugares de veraneo.

Con crisis o sin ella, los turistas tienen claro qué es lo que les gusta de Valencia: una buena paella después de darse un chapuzón en el Mediterráneo, una sangría para calentar motores y una noche hasta el amanecer. Valencia is different.

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