El Atlético abre la puerta
El equipo de Aguirre se clasifica para octavos tras vencer al PSV en un Calderón vacío
Este Atlético de dos caras, de ida y vuelta, que se hincha y se deshincha sin razón de ser, que tirita (y no precisamente de frío) cuando no debe, que deja de creérselo en cuanto tiene al rival a sus pies, firmó su clasificación para los octavos de final de la Liga de Campeones gracias a un triunfo trabajadísimo ante un rival menor, un PSV que tardó 45 minutos en enterarse de algo. El Atlético se sobrepuso a la contemplación de 50.000 asientos vacíos y se sintió empujado por los gritos de los cerca de 1.000 hinchas que le vitorearon desde la calle. Firmó así un primer acto más que meritorio y acabó caricaturizándose a sí mismo, sufriendo, viendo fantasmas en aquellas gradas desnudas. Eran sus fantasmas de toda la vida, los que no saben de puertas cerradas.
ATLÉTICO 2- PSV EINDHOVEN 1
Atlético: Coupet; Seitaridis, Ujfalusi, Heitinga (Pablo, m. 51), Pernía; Raúl García (Assuncao, m. 79); Maxi, Maniche, Simao; Agüero (Sinama, m. 66) y Forlán. No utilizados: Leo Franco; Miguel, Luis García, y Banega .
PSV: Isaksson; Salcido, Rodríguez, Brechet, Pieters (Culina, m. 46); Simons, Méndez (Nijland, m. 85), Dzsudzsak; Afellay (Bakkal, m. 28); Lazovic y Koevermans. No utilizados: Ramos; Addo, Zonneveld y Wuytens.
Goles: 1-0, M. 12. Simao bate a Isaksson tras un barullo en el área. 2-0. M. 27. Maxi, de potente disparo dentro del área, tras un saque de esquina. 2-1, M. 47. Koevermans aprovecha un rechace tras un córner.
Arbitro: Massimo Busacca (Suiza). Amonestó a Pieters, Lazovic y Brechet.
Partido a puerta cerrada en el Calderón
Jugó bien el Atlético en la primera mitad. Muy bien algún que otro rato. Sin público, sin entrenador (Aguirre estaba en la grada por sanción), sin rival, incluso. Jugó bien el equipo, con Simão en estado de gracia. Le dio al Atlético por tocar la pelota, en serio que le dio; le dio por combinar abriendo el campo, cambiando el balón de banda, con sentido, además, desbaratando el sistema defensivo de un PSV que entró en el partido con una monumental caraja y las recibió de todos los colores.
La intermitencia en el juego de Simão viene provocando que jamás se le eleve a los altares, pleitesía que en este equipo disfrutan en exclusiva Agüero y Forlán. Pero el portugués viene enlazando actuaciones espectaculares. La de anoche fue una de ellas. Él se bastó para borrar al PSV en el inicio. Su primera aparición provocó un roto en la defensa rival, que sufrió para quitarse de encima su centro raso desde la izquierda tras una jugada prodigiosa. Su segunda aparición, sin embargo, fue letal. Seitaridis progresó por la derecha, otra novedad, centró y Simão remató al cuerpo de Salcido, que se enredó solo y despejó de tacón a un metro de sí mismo, complicado asunto éste. El balón llegó, otra vez, al portugués, que marcó con la zurda.
El Atlético, por entonces, vivía en éxtasis, con Raúl García gobernando con criterio en el eje, con Maniche asomándose a la frontera del área, con Agüero bajando a recibir, intercambiando su posición con Maxi, con Forlán, con Simão... Se movía con una rapidez endiablada el Atlético en ataque para desesperación de un PSV que se encontró con un rival bien poco parecido al que, supuestamente, había espiado en los vídeos.
Llegó el segundo gol, claro. Todo empezó con un cabezazo salvaje de Raúl García tras un córner que sacó con agilidad el portero Isaksson. Lanzó de nuevo desde la esquina Simão, Rodríguez fue incapaz de despejar con un mínimo de decencia y el rebote lo empotró Maxi en la red con un derechazo demoledor. Estaba feliz el Atlético, venga a tocar, sin urgencias, en lo que resultaba la actuación más plácida que se le recuerda. Pudo sentenciar Agüero, pero su remate salió alto. Y al descanso se fueron los de Aguirre, convencidos, quizá, de que el PSV no levantaría cabeza.
Dos minutos de la segunda parte se llevaban cuando la levantó. Y de golpe. Nadie despejó el córner que cayó en el área rojiblanca, lo que aprovechó Koevermans para rematar a gol desde el mismísimo corazón del área pequeña. Una puñalada fue aquel tanto para el Atlético, poco preparado, por lo que se vio después, para remar con el oleaje en contra.
Apretó, aunque con el freno de mano echado, el PSV. Heitinga, que arrastraba un golpe en la cabeza desde el minuto cinco, cuando se estrelló contra Isaksson, pidió el cambio. Los problemas comenzaban a acosar al Atlético, que había perdido a la vez el balón y el rumbo, negado como estuvo para cerrar el conflicto a tiempo. Otra acción de Simão pudo dictar sentencia pero Agüero, al que le faltó una quinta marcha, no llegó. Eran momentos en los que el PSV atacaba, cierto, pero a medias, sin atreverse del todo, quizá por aquello de que por su área merodeaba gente que le provocaba pánico. Y eso que Forlán dejó su mejor versión para otro acontecimiento.
Aún así, los holandeses se adueñaron del centro del campo, territorio donde Raúl García hacia tiempo que no daba abasto. Del PSV era el balón para desesperación de un Ujfalusi que entre cruce y cruce se desgañitaba pidiendo auxilio en defensa. Un chutazo de Dzsudzsek lo sacó Coupet no se sabe cómo. Y, por fin, en los minutos finales, casi en la prolongación, el PSV se desmelenó. Dos saques de esquina encadenaron los de Eindhoven, con su portero acudiendo al remate, a la desesperada, mejor suicidado que muerto. Era tarde, demasiado tarde. El Atlético había hecho los deberes a tiempo, en esa primera parte digna de elogio. Luego enseñó su otra cara, la más aciaga, y logró sobrevivir como acostumbra, con la lengua fuera, al borde del colapso, lo que no impidió que mereciera ese aplauso que no pudo recibir.
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