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Columna
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Mundo basura

Todo va bien. Vivimos rodeados de basura y, según muchos, ese es el síntoma de que todo va bien. Basura producida, basura consumida, basura digerida. Juan Cueto nos hablaba en un artículo publicado en este periódico de la publicación de un libro, una especie de atlas o de cartografía de la globalización escrito por el arquitecto holandés Rem Koolhaas. Un libro que se titula Content. Porque todo va bien (o eso parece). El contenido de la felicidad está en algunas marcas, unas cuantas franquicias y un reality show repetido, doblado y troceado hasta la saciedad. La basura catódica de Gran Hermano se repite en el mundo global sólo en menor medida que las bases militares norteamericanas y los McDonald's. Meritoria medalla de bronce, por tanto, para la factoría Endemol.

El libro de Rem Koolhaas no habla de otras basuras que nos cercan

En este mapa, nuestro país (el grande) figura como líder mundial en telebasura, aunque tampoco nos quedamos cortos (siempre ocupando los primeros puestos) en basura urbanística. El mérito de hacer de la costa mediterránea en general y de la levantina en particular una costa-basura nadie puede quitárnoslo. El mérito de producir, consumir y anunciar toneladas de telebasura que ningún otro país aceptaría tampoco nadie puede arrebatárnoslo. De nada valen códigos de autorregulación para cadenas como Telecinco o Antena 3 ante la dictadura del audímetro. De nada sirve invocar la obligada (o no tanto) protección a la infancia.

El libro de Rem Koolhaas, sin embargo, no habla de otras basuras que nos cercan. Basura periodística como la que alentó la teoría de la conspiración en el 11-M. Basura que se esparce sin pudor en la vida política hasta llegar a límites penales como el del presidente de la AVT, procesado por un delito de injurias y calumnias graves contra el Gobierno de la nación. "La ruptura del diálogo tras el atentado de la T-4", dijo este ciudadano con toda naturalidad, "es un paréntesis que tanto ETA como el Gobierno han ideado para retomar el proceso". El mismo ciudadano aseguraba, con idéntico cuajo, que "Zapatero es el embajador de ETA". Por su parte, los mismos que pedían un Waterloo cuando en el exterior se faltaba al respeto a un presidente, no decían esta boca es mía cuando en el interior se le ponía y pone a la cabeza del servicio de exteriores etarra. Más basura, parece que se dicen algunos ciudadanos, algunos periodistas, algunos propietarios de cadenas de televisión, algunos constructores. Más basura, se vuelven a decir los fabricantes de la peor basura, la que mata, la maldita violencia de ETA. Y lo dicen con el mismo lenguaje- basura empleado en ciertas emisoras y diarios.

Es el mismo lenguaje-basura de ETA y sus afines que el pasado domingo llamaban al ministro del Interior "ministro de la Inquisición". Es el mismo lenguaje-basura en el que el presidente de la AVT se refería a los jueces que le han procesado como "lacayos y servidores del Gobierno". Nos suena ese lenguaje. Lo conocemos bien. Los mismos que en Madrid, a través de la antena episcopal, son acusados de arrodillarse ante ETA, son en las calles de Bilbao acusados de intentar "arrodillar a este pueblo". A ver cuándo diablos nos ponemos (se ponen) de acuerdo y decidimos quién se arrodilla aquí, cuando lo más visible es que todos vivimos de pie, aunque a veces estorba la basura. También la última tregua de ETA fue una tregua basura, con dos muertos, 400 pistolas, bombas lapa y cartas de extorsión. Demasiada basura. Ojalá la unidad contra el terror (unidad no es imagen de unidad, pero es algo) no sea más basura.

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