"La historia es el andamiaje de mis novelas"
Las tres grandes novelas que ha escrito Fernando del Paso (México, 1935) son novelas voluminosas. Hay en sus páginas una gran libertad formal y se alimentan de la historia de México, la próxima y la lejana. El escritor asistió en silla de ruedas a recoger el Premio FIL de Literatura (el antiguo Juan Rulfo) a la inauguración de la Feria, que cerró sus puertas ayer. Y es que ha estado ingresado por una intervención intestinal. Fue en el Hospital Real San José donde habló sobre su obra y sobre su vida.
Pregunta. ¿Cómo surgió su primera novela, José Trigo?
Respuesta. De una imagen. Vi, desde el puente Nonoalco Tlatelolco del Distrito Federal, a un hombre alto y desgarbado caminando por las vías abandonadas del tren cargado con una pequeña caja blanca, un ataúd. Detrás iba una mujer embarazada que cortaba girasoles.
P. ¿Cómo la valora ahora?
R. Como una novela de ambiciones desmesuradas y de una extrema complejidad, donde el lenguaje es el auténtico protagonista. Quise contar el movimiento de los ferrocarrileros que hubo en México en los cincuenta. Vivían en los furgones abandonados. Desde el punto de vista plástico, aquello era hermoso. Terrible, desde el punto de vista social. Me diagnosticaron por entonces, no había cumplido 30 años, un cáncer. Creía que iba a ser mi único libro y quise meterlo todo.
P. ¿Cómo combinó la historia con la literatura?
R. He sido desde entonces un equilibrista que se mueve en la cuerda floja entre la imaginación y el rigor histórico. La historia es el andamiaje de mis novelas, lo que me permite lanzarme a contar muchas cosas. En José Trigo, el hilo conductor fue la historia de un hombre.
P. ¿Qué influencias reconoce en su obra?
R. Están los anglosajones: Joyce, Dos Passos, Faulkner, Sterne. También Rabelais, Flaubert, Sófocles...
P. ¿Y ningún escritor de lengua española?
R. Ésos no te influyen, los llevas en la sangre. En José Trigo quise hacer un pastiche de Juan Rulfo en el capítulo cuarto. Nadie lo descubrió, pero sí reconocieron en el libro la presencia de la desesperanza, la muerte, la soledad, la tristeza. Todo eso viene de Rulfo.
P. ¿Cuál fue su propósito en Palinuro de México, su siguiente novela?
R. La idea era la de recrear mi vida como adolescente, una vida picaresca. Quise ser médico, pero me di cuenta de que me iba a quitar todo el tiempo, y me fui a economía. Los aspectos románticos de la medicina empapan todo el libro. Ahí cuento el que fui, el que quise ser, el que pude haber sido, el que pude haber querido ser.
P. ¿Cómo abordó la inmensa documentación de Noticias del Imperio?
R. Lo que aparece en el libro sólo es la punta del iceberg. Es tanto lo que se ha escrito de la época de Maximiliano que lo que llega al libro sólo es el 15% de lo que se ha leído. Un amigo me criticó por la envergadura de la obra, diciéndome que no sabía condensar. ¡Cómo que no! De las 3.000 páginas que la novela tenía quedaron unas 800.
P. ¿Por qué esa época?
R. Se ha pasado como pisando huevos sobre esas figuras. Ya desde niño me fascinaba saber sobre ese emperador rubio que murió fusilado en Querétaro y sobre su mujer que le sobrevivió 60 años. Le di la voz a ella, la voz de la locura y la de la lucidez. "La imaginación, la loca de la casa", esa frase atribuida a Malebranche preside el libro.
P. Además de sus tres grandes novelas y de Linda 67, historia de un crimen, ha escrito poesía, teatro... y pinta. ¿Cómo se organiza?
R. Empecé escribiendo sonetos. La pintura, que me ha apasionado, la abandoné porque no podía con el óleo, pero la recuperé cuando descubrí la tinta china. Nunca establezco ningún plan ni programa. Cuando surge algo me meto con ello a fondo, y clausuro mientras tanto las otras actividades.
P. En la inauguración de la Feria se refirió a su obra sobre Lorca...
R. Siempre me interesó el teatro y en Palinuro, el penúltimo capítulo estaba escrito como un drama. Y se ha representado. En La muerte se va a Granada quise hacer un poema dramático escrito en verso y dedicado al final de Lorca. En México la montó José Luis Ibáñez y en Guadalajara se estrenó dentro del programa de la FIL con puesta en escena de Daniel Constantini. Me encantaría que se viera en España.
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