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Columna
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Uribe y 'Uribito'

Está en boca de todos. De unos porque lo desean, de otros porque lo temen. El presidente colombiano, Álvaro Uribe, explora un tercer mandato.

Aunque las encuestas le dan altísimas cotas de aprobación, hay observadores que creen detectar un atisbo de cambio de opinión hacia llanuras más asequibles para la izquierda, el Polo Alternativo Democrático. Las concupiscencias del uribismo con los paramilitares se han multiplicado en los últimos meses; el pringue de militares con idéntica vocación sigue creciendo; el ascenso de los demócratas en Estados Unidos fragiliza la relación con el amigo americano; y, sobre todo, Colombia clama por el canje humanitario, la liberación de 45 secuestrados, entre los que están la franco-colombiana Ingrid Betancourt y tres ciudadanos norteamericanos, en permuta de unos cientos de guerrilleros presos.

Las FARC exigen que el canje se haga en Colombia, previo despeje de dos municipios de toda presencia militar que permita la negociación de poder a poder entre guerrilla y Estado, y de guinda, que entre los canjeados esté Simón Trinidad, extraditado a Estados Unidos. Pero Uribe no acepta el despeje por respeto a la soberanía colombiana. Y en éstas, entra en escena el presidente venezolano, Hugo Chávez, quien, con el beneplácito del presidente, al que verá en Bogotá el viernes, media con las FARC. El plan va en serio porque Chávez no se metería en el avispero colombiano si no viera posibilidad de éxito. Y si las FARC renunciaran a la liberación de Trinidad, lo que eliminaría el escollo norteamericano, nada de todo lo demás parece imposible. Ambos líderes harían un negocio supremo. El de Caracas sacándole las castañas del fuego a un adversario ideológico con el que se entiende muy bien, y el de Bogotá, empedrando el camino a la reelección.

Uribe, el político por antonomasia, tiene, sin embargo, más sartenes en el fuego. Lo que también era un secreto a voces ha prorrumpido en el debate de una nación a la que le chifla debatir. Andrés Felipe Arias, 35 años, ministro de Agricultura, es su candidato a la sucesión. No en vano se le conoce como el Uribito, y se exhibe con una camiseta que reza: "No al despeje". El Uribe de Uribe. Es cierto que el presidente ha hablado de sucesión para 2010, con lo que no habría segunda reelección, pero, ¿lo dice con la boca pequeña? Pequeñísima, afirma un alto funcionario para el que la candidatura de Arias es "la camiseta para la reelección". Y a Andrés Felipe no le haría ningún mal ser el semi-tapado de Uribe, aunque a última hora tuviera que dar paso, por intereses superiores de la patria, al presidente en activo. Un plan de batalla excepcional.

Entre la posibilidad de reelección y ese tercer mandato sólo se alzan una voluntad y dos fuerzas. Voluntad, la del propio Uribe, y fuerzas, la del electorado y cómo lo maneje el Polo, y la de doña Lina Moreno de Uribe, que ha jurado que un tercer Uribe, sólo por encima de su cadáver. Y goza de muy buena salud.

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