Mentiras
Viví mi primera juventud en los últimos años del franquismo, un régimen que, naturalmente, me parecía una peste, como sin duda lo era. Haber vivido en una dictadura te enseña que es un sistema perverso e inadmisible que se sustenta en mentiras aberrantes. Por entonces mi padre me hablaba a menudo del famoso oro de Moscú, el oro que supuestamente nos habrían robado los comunistas. Yo me desternillaba de risa cada vez que sacaba el tema, porque para mí era un tópico idiota, un chiste, una mentira bufa, una más de las muchísimas y demenciales necedades que sostenía el régimen, pura palabrería fascista y hueca: oro de Moscú, conjura judeomasónica, democracia orgánica. Y, en efecto, el franquismo estaba plagado de solemnes mentiras, porque todos los tiranos usan palabras torcidas y criminales, como demuestra Victor Klemperer en su maravillosa obra La lengua del Tercer Reich. Pero resulta que el oro de Moscú no era una de ellas. Muchos años después, muerto mi padre, cuando ya no podía darle la razón, me enteré de que no sólo se mandaron a Moscú nuestras reservas de oro de forma irregular ("fue una locura inexplicable", dijo el socialista Araquistáin), sino que el destino de ese oro sigue siendo polémico e incierto. Fue una revelación extraordinaria; fue como descubrir, a los cuarenta años, que los Reyes son los padres (nunca mejor dicho). Supuso un derrumbe de inocencia parecido, porque lo peor no era que la dictadura hubiera utilizado zafiamente el tema del oro, sino que la izquierda lo hubiera disimulado y falseado.
El ser humano es proclive a mentir para medrar, y si contemplamos la España de hoy se diría que abundan los mentirosos en todos los partidos. Las democracias también tienen sus engaños, pero lo que las diferencia de las dictaduras es el control que la sociedad civil puede ejercer. Sin embargo, me temo que en España estamos desarrollando unas tremendas tragaderas: cuando pillamos una mentira, damos por inevitable esa cuota de corrupción. Preferimos el escepticismo ("ya sabes, son manipulaciones de políticos") a la acción cívica, a exigir responsabilidades y expulsar a los mentirosos de la vida pública. Y eso no es ser tolerantes, sino cómplices.
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