La revolución del hombre biónico
Hace un año que George Lucas, el director de La guerra de las galaxias, descolgó el teléfono y pidió que le pusieran con un laboratorio cercano a Pisa, en Italia. Había oído hablar de una mano que allí se estaba desarrollando parecida a la del héroe Luke Skywalker. Quería saber cómo era esa mano. Y sí, la mano existe. Aunque, plantada sobre su tapete verde, y con sus cinco dedos apuntando al techo, la cyberhand recuerda más a la de C3PO, el cyborg despistado de la serie espacial. Esta prótesis en desarrollo es uno de los proyectos estelares de Neurobotics, programa vanguardista y multidisciplinar en el que la neurociencia se da cita con la robótica. Una iniciativa que ha convertido su sede, Polo de Sant'Anna, un antiguo almacén de Vespa, en vivero europeo del hombre biónico.
El vicepresidente de EE UU es un hombre biónico porque lleva un desfibrilador cardioversor
Hay dispositivos para el corazón, para el oído, para los enfermos de párkinson...
Hay 37.296 personas amputadas en España. Un 5% de la población tiene algún tipo de discapacidad
La ciencia ya acaricia soluciones que solían ser material para guiones de 'Robocop' y 'Terminator'
Braingate es un proyecto polémico. Se inserta en el cerebro un 'chip' del tamaño de una aspirina
La 'cyberhand' pretende ser una mano que siente. Sus cinco dedos móviles pueden agarrar un vaso de plástico con delicadeza
Hombre en parte máquina, en parte humano. Hasta hace poco, puro mito. Pero la ciencia avanza a ritmo galopante y ya acaricia soluciones que solían ser material para guiones de Robocop y Terminator. El ojo biónico para el ciego, el brazo biónico para el amputado, el chip que devuelve la operatividad al tetrapléjico: en los últimos meses se han sucedido los anuncios de nuevas conquistas en la capacidad del hombre para reconstruirse a sí mismo. Integrando la máquina en su propio cuerpo. Sustituyendo neuronas por chips, nervios por cables. El hombre biónico se abre paso en el escenario de la próxima gran revolución tras las computadoras e Internet: el advenimiento del universo robot.
Ramón Sampedro abre su e-mail, maneja un brazo robótico con la mente y se pone de pie. Ray Charles anda por la calle sin chocarse con los viandantes. Beethoven escucha a la orquesta ejecutando su Quinta sinfonía. ¿Ciencia-ficción? Sí, porque estos tres hombres ya no están aquí. Pero aquellas personas con tetraplejia, ceguera y sordera podrían tener acceso a soluciones insospechadas en un plazo de 10 años. Eso dicen los científicos que están en la primera línea. Diez años.
Hay 600 millones de personas en el mundo que sufren algún tipo de discapacidad.
Jesse Sullivan, de 60 años, electricista. Electrocutado en accidente de trabajo en 2001. Pierde los dos brazos. Nunca pensó que podría volver a afeitarse por sí mismo. O ponerse los calcetines. El brazo biónico desarrollado por el Instituto de Rehabilitación de Chicago le ha devuelto esa posibilidad.
Le llaman el hombre biónico. Biónico porque con él se ha conseguido un hito: conectar sus nervios con electrodos. Permitir que su prótesis sea algo directamente controlado por su cerebro. Piensa en agarrar un vaso y lo agarra. El sueño de la integración total del hombre y la máquina.
Con una prótesis como las hoy disponibles en el mercado, el paciente debe pensar en contraer un músculo para que un brazo eléctrico acabe ejecutando su orden. No piensa en que tiene que agarrar el vaso. Piensa en que tiene que contraer el bíceps.
La clave de este salto, presentado al mundo el pasado mes de septiembre con la presencia del electricista Jesse Sullivan y la ex marine Claudia Mitchell, consiste en redirigir los nervios que antes controlaban el brazo a la zona del pecho. Allí entran en contacto con los electrodos del brazo biónico. Cuando Sullivan piensa en cerrar la mano, el nervio que le hacía cerrar la mano hace que los músculos de su pecho se contraigan. Los sensores allí situados dan la orden a la mano para que se mueva.
Ya lo han probado seis pacientes. Tan sólo uno lo rechazó.
Aún quedan obstáculos por vencer con estas tecnologías. La biocompatibilidad entre tejidos humanos y electrodos varía en función de cada sujeto. El material de los componentes puede deteriorase con el paso del tiempo. Pero la línea de investigación del doctor Todd Kuiken avanza. La semana pasada, la publicación científica The Lancet anunciaba que el brazo de Claudia Mitchell, la ex marine de 26 años, podrá incorporar el tacto. Un nuevo avance: la información no viaja sólo en una dirección, de la mente del paciente al objeto que agarra. También hace el viaje de vuelta. El objeto está frío, el paciente lo detecta. Un avance que ilumina el futuro de personas como Juan José Ureña.
¡Ñññññ! Suena el movimiento del brazo de un robot. Juan José, ex mecánico, de 30 años, explica cómo funciona su brazo mioeléctrico en una sala del madrileño centro Fisiortam, especializado en la rehabilitación de amputados. Su brazo es uno de los más modernos disponibles hoy por hoy en el mercado español. "Hago tríceps y abro la mano". ¡Ññññññ! "Tensando el bíceps, la cierro. Moviendo el hombro, bloqueo y desbloqueo el codo". ¡Ññññ! Lleva una prótesis híbrida: la parte del codo es mecánica, como las antiguas prótesis; la de la mano es mioeléctrica, es decir, lleva un motor y le permite hacer el movimiento de la pinza. O sea, agarrar un tenedor, un yogur. O llevar la bolsa de la compra y poder hablar a la vez por el móvil.
El accidente de moto no le supuso la pérdida del trabajo. Tuvo que dejar el taller, sí, y ponerse con labores administrativas, que le gustan menos; pero siguió cobrando todos los meses, lo que le permitió pagarse los 24.000 euros que cuesta su prótesis.
El día en que de pronto se vio sin brazo por culpa de aquel quitamiedos, enseguida acudió a su mente la mano de Luke Skywalker. Luego llegó la realidad de las prótesis disponibles. Entre las líneas de investigación y el mercado hay un auténtico abismo.
La nueva comunidad
El sol de invierno golpea las paredes rosadas de Polo de Sant'Anna, el lugar donde se gesta la cyberhand, un islote de conocimiento en medio del polígono industrial de Pontedera, a 20 minutos en tren de Pisa. Un enorme depósito gris de agua con el logo de Piaggio preside este espacio, ubicado en pleno bastión de la mítica marca de motos italiana. Aquí acuden cada día más de cien profesionales de la informática, la robótica y la ingeniería a inventar. Quince de ellos, dedicados a los proyectos de Neurobotics, programa financiado por la Unión Europea con 5.640.000 euros.
La cyberhand pretende ser una mano que siente. Con control, en vez de fuerza. Capaz de detectar la temperatura. Con sus cinco dedos móviles, es capaz de agarrar un vaso de plástico con delicadeza y, según éste se va llenando de agua, la mano redistribuye la fuerza entre los dedos para adaptarse al nuevo peso. Con todo lo sofisticada y perfecta que parece, aún queda a años luz de una mano real: tendrá 53 sensores táctiles, frente a los 17.000 de que consta una de verdad.
Al frente de Neurobotics se encuentra uno de los grandes popes de lo biónico, el profesor Paolo Darío, un hombre a una maleta pegado, conferenciante ilustre y global; un visionario cuyo sueño es que el Polo de Sant'Anna acabe siendo un lugar poblado por humanos, animales y humanoides. No va por mal camino: 1. Las piscinas para lampreas y pulpos ya están en fase de montaje (el estudio del sistema neurológico de la lamprea, similar a la anguila, permitirá diseñar robots más flexibles, muy útiles para futuras piernas biónicas). 2. Hay tres humanoides en construcción, uno de ellos, Wabian, un robot que caminará como un humano.
A sus 55 años, Darío está desarrollando una nueva generación de robots que se podrán controlar con la mente. "El robot tiene que tener con el hombre una relación similar a la del perro: está entregado a su dueño, nunca le hace daño, le salva si es preciso. Y es inteligente, pero tampoco demasiado", explica entre risas. Acaricia sus blancos cabellos hacia atrás y proclama que estamos en un momento clave: hay infraestructura y tecnología. La neurociencia, la nanotecnología y la robótica están maduras. "Los nuevos robots deben interactuar con nuestro cerebro, y tienen que ser diseñados gracias al encuentro de distintas comunidades de investigadores. En Neurobotics estamos poniendo los cimientos para el nacimiento de una nueva comunidad científica".
La puerta del cerebro
Al otro lado del charco, en la Universidad Brown, en Providence (Rhode Island, EE UU)se encuentra otro gran pope del universo biónico, John Donoghue. "El vicepresidente de Estados Unidos de América es un hombre biónico", espeta, con un par, en conversación telefónica transatlántica. Es la manera que tiene este neurólogo norteamericano de expresar que lo biónico ya es una realidad. Más adelante nos lo explica.
Imaginemos por un momento lo que supone para una persona que no puede ni hablar, ni andar, ni mover un brazo, poder abrir su e-mail y comunicarse con el mundo. Pensar en accionar un brazo robótico y que éste se mueva. Poner en funcionamiento por sí solo la silla de ruedas. Pues eso ha podido hacer Matthew Naggle, de 26 años, de Massachusetts, tetrapléjico tras recibir una puñalada en el cuello en una pelea en la playa, en 2001. Su milagro es fruto de la visión de John Donoghue, cuyo proyecto, el Braingate (la puerta del cerebro) es tan revolucionario como polémico: se basa en la implantación de un chip en el cerebro. Un chip del tamaño de una aspirina. Un chip que, dicen sus críticos, abre la puerta para un futuro control de las voluntades del individuo.
El Braingate viene a ser "una especie de segunda espina dorsal". Las señales cerebrales (las órdenes) se captan mediante el chip. De la cabeza salen unos cables conectados a la computadora, que procesa la información y devuelve la señal al músculo. Un dispositivo aparatoso, sí, pero que en el futuro será sin cables y se controlará con una caja del tamaño de un teléfono móvil, asegura Donoghue. Cuatro pacientes paralíticos han probado ya su Braingate. "Los cuatro han recuperado algún nivel de control".
El vicepresidente Dick Cheney lleva un desfibrilador cardioversor implantable, un dispositivo que se implanta en el pecho y que permite detectar arritmias cardiacas y enviar una señal eléctrica para evitar un ataque al corazón. Es decir, al igual que el Braingate, explica Donoghue, se trata de un dispositivo que no sólo estimula, sino que además es lector: lee la arritmia, envía la señal. "El hombre biónico ya está aquí. Hay dispositivos para el corazón, para los implantes de cóclea [también llamado caracol, situado en el oído interno]; hay 30.000 personas enfermas de párkinson en Estados Unidos cuyos músculos han dejado de ser rígidos gracias a un electrodo de cuatro centímetros...". Eso sí, su Braingate, al estar implantado en el cerebro, despierta ciertas reticencias, sobre todo en Europa. Paolo Darío, el experto italiano, dice que sólo es aceptable para casos de tetraplejia.
Todas estas líneas de investigación dispersas por el mundo son las que permiten que, al cabo de un tiempo, la tecnología llegue a los usuarios. El campo de las prótesis de piernas es uno de los que ya ofrecen hoy soluciones de vanguardia. Como la C Leg, una pierna futurista que incorpora un chip que se programa en función del peso y el paso del paciente y que se recarga cual teléfono móvil.
Son las cuatro de la tarde en Es Mercadal, un pequeño pueblo menorquín, y Gabriel Pons horada, subido a su máquina retroexcavadora, el patio trasero de una vivienda que linda con el restaurante Las Vegas. Gorra de béisbol, gafas de diseño, cuerpo de deportista, sonríe y se remanga el pantalón del chándal para enseñar su pierna futurista. Cinco niños que están a los postres de una boda que se celebra en el restaurante vecino se quedan boquiabiertos. "Ahora sí que soy una máquina total, ¿eh?", les dice a los niños. "Es que yo hice Robocop", bromea. Los niños no saben bien cómo reaccionar. Al señor le falta una pierna, ¡pero qué pierna más chula tiene!
Gabriel pudo morir a los 15 años. Ahora tiene 34, mujer y dos hijas, pero a punto estuvo de dejarse la vida por culpa de un turista borracho que arrasó a 180 kilómetros por hora la moto en la que él iba de paquete. Era la primera vez que se iba de discotecas con su hermano mayor y sus amigos.
Su vida ha sido una carrera a contracorriente, pero siempre tuvo claro que debía salir adelante y trabajar para llevar la mejor pierna posible. "Yo el Mercedes lo llevo aquí", dice golpeando su muslo izquierdo. Se compró la primera C Leg hace seis años. Este tipo de prótesis puede costar 21.000 euros (3,5 millones de pesetas). "Es increíble, en Alemania, a un amputado, esto se lo paga la Seguridad Social", dice. En España sólo se cubre lo que Mari Luz del Río, ex jugadora de baloncesto y vicepresidenta de la asociación de amputados Adampi, describe como "una pata de palo". Hay 37.296 personas amputadas en España: 30.730 son hombres, 6.566 son mujeres. Algo menos del 5% de la población entre los 6 y los 64 años tiene algún tipo de discapacidad.
Con su prótesis, Gabriel puede montar en bici, jugar al pimpón, hacer footing. Le gusta ir en pantalón corto para que se vea la pierna: "Es más espectacular, vas por la calle y todo el mundo te mira. '¡Hala, un robot!".
Eugenio, el mecánico de las excavadoras de su empresa, dice que el día que se desprenda de ella, espera que se la regale para poder desmontarla.
Irene Villa es otra de las personas que han accedido a lo más puntero de entre lo realmente accesible hoy día. El verano pasado viajó a Suecia para someterse a una oseointegración, intervención quirúrgica con la que se consigue que la prótesis quede agarrada al hueso por medio de un tornillo de titanio.
La joven madrileña, víctima de un atentado de ETA en 1991 que le segó las dos piernas y tres dedos de la mano izquierda, está feliz. "Me ha aportado mucha calidad de vida. Yo soy muy bailonga, y antes salía una noche de marcha y el domingo lo hipotecaba por los dolores que produce el encaje
. Ahora, ni me entero". No le gusta hablar demasiado del tema porque sabe que hay mucha gente que no puede permitirse una operación que cuesta 70.000 euros, pero la recomienda. "Ahora puedo llevar pantalones ajustados. Después de 15 años, por fin tengo el culo en su sitio. Hay gente que me dice que cómo me puede importar tanto eso, si lo que me faltan son las piernas; pero para mí es muy importante, aunque sólo sea una cuestión estética".
Irene Villa asiste maravillada a los progresos que se están dando en el campo de lo biónico. "La ciencia está para eso. Esas investigaciones me parecen magia, en eso hay que invertir y no en bombas".
Devolver la vista al ciego. ¿Pura magia? En septiembre, la Bionic Eye Foundation de Sidney presentó su ojo biónico: se implantan unos pequeños electrodos en la superficie del ojo; una minicámara de vídeo adaptada a unas gafas capta imágenes y las transmite a los electrodos vía ordenador; los electrodos estimulan la retina y mandan su señal a la zona del cerebro que controla la vista. ¿Eureka? Pues, más o menos. Porque el paciente de hecho no ve, sólo recibe flases. Eso sí, tiene una visión funcional que le permite sortear obstáculos en una habitación, dicen.
"Hacer un ojo es posible, pero no es suficiente. Lo importante es que el ojo pueda hablar con el cerebro", dice Álvaro Pascual Leone, neurólogo valenciano, de 46 años y director del Centro de Estimulación Cerebral de Harvard. Las nuevas líneas de investigación se centran ahora no tanto en crear un ojo, sino en reeducar al cerebro. Que vea escuchando. Se convierte la imagen (captada por la minicámara de las gafas) en un sonido. La parte del cerebro destinada a la visión interpreta ese sonido visual de modo que el paciente ve gracias al sonido.
En la Universidad de Montreal (Canadá) se apuesta por una línea paralela, colocando una placa en la lengua del paciente. En este caso, vería gracias a la lengua, en vez de al oído. Pura magia La capacidad del hombre por reconstruirse a sí mismo no se detiene.
La segunda Viagra
ESPAÑA NO ESTÁ AL MARGEN de todos estos avances. El Instituto Guttmann de Barcelona está implantando a día de hoy un dispositivo que permite paliar la incontinencia urinaria de parapléjicos: dos cables que, conectados a las salidas nerviosas de la médula, van a los músculos que contraen la vejiga. Y no sólo permiten al paciente elegir el momento de orinar en vez de hacérselo encima. Además, le devuelven la salud sexual y le permiten conseguir una erección. "Es una segunda Viagra", proclama José María Tormos, coordinador de investigación del Instituto. El Sars, implantado por el doctor Borau en 150 pacientes, ha conseguido un 95% de éxitos. El Instituto Guttmann tiene dosprogramas más en marcha: unas fundas para las piernas, unos pantalones que andan solos para personas con lesión medular; y un dispositivo de estimulación magnética transcraneal, unos electrodos que estimulan zonas de la corteza cerebral y que tienen aplicaciones en la luchacontra la depresión.
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