La Camorra se hace con Nápoles
Los asesinatos del crimen organizado, el narcotráfico y la economía sumergida estrangulan la ciudad
Nápoles es la ciudad más violenta de la Unión Europea. Su criminalidad organizada, la Camorra, ha asesinado desde 1980 a más de 3.600 personas: más que la suma de IRA, ETA y Brigadas Rojas, y mucho más que la Cosa Nostra siciliana. Pero el rojo de la sangre es sólo un aspecto de la calamidad. La otra cara del problema es negra: una ciudad que vive de la economía sumergida se condena a vivir del otro lado de la ley. Los jefes de clan, los usureros y los mafiosos sustituyen gradualmente a los políticos, los bancos y los policías. El Gobierno italiano enviará a la ciudad más de mil agentes de policía.
Con la violencia fuera de control por enésima vez, Romano Prodi viajó a Nápoles para anunciar la llegada de los nuevos policías y para rogar a los napolitanos que dejaran de ser "escépticos" sobre su propio futuro.
Cada año, 9.000 niños abandonan la escuela, y muchos quieren unirse al crimen organizado
Prodi viajó con urgencia a la ciudad, donde en cuatro días hubo siete asesinatos mafiosos
Nápoles mostraba ayer un aspecto peor del habitual. La víspera hubo inundaciones (el asfalto y las alcantarillas, obra de empresas vinculadas a la Camorra, no soportan una lluvia fuerte), había grandes montones de desperdicios en las calles (la recogida de basuras es uno de los negocios "legales" de la Camorra) y el tiempo era gris. Había más policías que de costumbre, dada la visita del presidente del Gobierno, pero aún así se registró un nuevo episodio violento: Luigi Leonardi, de 34 años, con amplios antecedentes penales, fue apuñalado a las 5 de la madrugada en pleno centro.
En Scampia, uno de los barrios más degradados, escenario en 2004 y 2005 de la guerra entre el clan Di Lauro y un grupo disidente conocido como Los Españoles, porque sus jefes se refugiaban en Barcelona y la Costa del Sol, el ambiente era el habitual: camellos, clientes, mujeres que iban a la compra, avenidas anchas y semivacías. Los niños perseguían a los periodistas haciéndose pasar por palos (vigilantes callejeros de los clanes) y pedían 50 euros a cambio de "contarlo todo". La mayoría de las cámaras de televisión preferían, sin embargo, pulular por Sanitá, el barrio céntrico donde se desarrolla la guerra de este año.
Los ciclos de las guerras camorristas se han acelerado. La sustitución del contrabando de cigarrillos por el tráfico de drogas, a principios de los 80, disparó los ingresos de los clanes e hizo más tentadores los golpes internos y más habituales los asaltos a los mercados ajenos. Nápoles es ahora el principal mercado europeo de la droga, lo que reporta a un clan potente unos beneficios diarios cercanos a los 500.000 euros. Una parte de esa droga se derrama a precios de mayorista sobre la juventud local: la pastilla de éxtasis que cuesta 50 euros en Milán se paga en Scampia a sólo 15. Cada vez son más frecuentes los atracos improvisados y brutales: grupos de muchachos en estado más o menos eufórico apuñalan y apalizan por un reloj, un teléfono, un ciclomotor o unos cuantos billetes.
Algunas cifras dan idea de la situación. Entre enero y octubre, 50.000 empresas y 90.000 comercios de Campania, la región napolitana, han sufrido robos, atracos y extorsiones. Más de 10.000 han cerrado. Los datos son de SOS Impresa, una organización de empresarios locales. Mientras el número de asesinatos de la Camorra, casi todos relacionados con guerras internas, se mantiene relativamente estable desde hace dos décadas, la llamada microcriminalidad muestra en los últimos tiempos una intensidad inusual.
El desempleo es muy alto. En la región ronda el 20%. En el barrio de Scampia supera el 50%. La endémica crisis social de Nápoles suele explicarse por la combinación de Camorra, paro y droga. Esa, sin embargo, es sólo una parte de la realidad. Porque en Nápoles hay muchísima gente que trabaja. El escritor y periodista napolitano Roberto Saviano dedica gran parte de su libro Gomorra, que ha vendido 200.000 ejemplares en apenas cinco meses, a explicar el lado invisible de la ciudad: la extraordinaria actividad del puerto, base europea del comercio chino, con un movimiento del que las Aduanas registran una porción ínfima; o la ingente red de talleres clandestinos, con creciente participación china, que utilizan el talento artesanal acumulado durante generaciones para fabricar con calidad, a bajo coste y sin impuestos. En su libro, Saviano (que vive oculto y con protección policial desde septiembre) ofrece una anécdota esclarecedora: un espléndido vestido lucido por la actriz Angelina Jolie en una ceremonia de los Óscar, firmado por un gran modisto italiano y pagado a precio de alta costura, fue íntegramente realizado por un sastre de Nápoles que cobraba 600 euros al mes, en negro.
La economía sumergida es la válvula que impide que Nápoles estalle. También es su maldición. Sin un sueldo legal no se puede obtener una hipoteca y hay que pedir dinero a los usureros de la Camorra. Ese, el del crédito, suele ser el primer paso para integrarse en "el sistema", como llaman a la Camorra los propios camorristas. La cultura de la ley se ve sustituida por la realidad paralela de los clanes, que ofrece a los niños un futuro aparentemente brillante, divertido, heroico: coches de lujo, armas, placeres y un sueldo seguro incluso cuando se está en prisión. Cada año, 9.000 niños abandonan en la región el sistema educativo de forma prematura. Muchos de ellos quieren seguir desde el principio la vía alternativa, la que comienza con la condición de palo y en poco tiempo conduce a la categoría de soldado de la Camorra, con un mínimo de 2.000 euros mensuales y el respeto (o al menos el temor) del vecindario.
Romano Prodi se vio obligado a viajar con urgencia a Nápoles, donde en cuatro días se habían cometido siete asesinatos mafiosos. Se entrevistó con las autoridades locales y con el arzobispo, anunció un plan de emergencia (que hoy firmará en la ciudad el ministro del Interior, Giuliano Amato) con el envío de mil policías más y la instalación de videocámaras en las calles, y se declaró "angustiado". Dijo que el Ejército, por el momento, no sería desplegado, pese a la opinión favorable del ministro de Justicia, Clemente Mastella, y, según un sondeo de la RAI, del 87% de los italianos. "No bastan la vigilancia y la represión, lo primero es acabar con el escepticismo de los propios napolitanos ante su propio futuro", declaró.
Prodi defendió la acción de su Gobierno y aseguró que el indulto decretado poco después de su llegada al poder, para reducir las aglomeraciones en las cárceles, no había incidido en la situación napolitana. El indulto dejó en libertad a 2.713 presos de las cárceles de Nápoles y su región. Desde julio, los indultados de Nápoles han participado en seis homicidios (como víctimas o como agresores), en un intento de homicidio y en diez atracos. Franco Roberti, jefe del Grupo Anticamorra de la Fiscalía napolitana, declaró al diario La Repubblica que en prácticamente todos los homicidios cometidos en la región durante los últimos tres meses había participado, de forma directa o indirecta, un beneficiario del indulto.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.