_
_
_
_
Crónica:BARCELONA MUSEO SECRETO
Crónica
Texto informativo con interpretación

"Si me queréi, ¡irse!"

Las cabezas de los toros de lidia, sacrificados en una tarde de sol de antaño y colgadas como trofeos bárbaros en las paredes, a nadie dejan indiferente. De estas víctimas, también de las más polvorientas y apolilladas, también de las que han perdido un ojo de cristal, también de las que se les cuartea el morro reseco como charol de zapato viejo, emana un aura de tragedia y radiaciones telúricas. A un periodista catalán destacado en Madrid, la cabeza de un toro sobre la barra de un bar le sopla los secretos de la política; lo que se cuchichea en recónditos despachos, el toro se lo cuenta; y no me extraña, porque también a mí me habla la cabeza de un toro, de la ganadería de Pedro Domecq, lidiado en Valencia en las ferias de San José del año 1974, y colgado en un salón de paso, un salón de tránsito hacia la terraza, conocida y frecuentada sólo por algunos jóvenes que saben dónde encontrar lo óptimo, del Hogar Extremeño. No hay sitio mejor para desertar. El toro me habla con facundia febril, y dice verdades como puños, demostrables y eternas, aunque confusas, como la délfica Sibila con labios enloquecidos en el fragmento de Heráclito. Más vale que las calle. En efecto, en este espacioso entresuelo del Portal de l'Àngel, de Barcelona, bajo techos artesonados, frente a la mirada ciega de las gafas negras de Porrina de Badajoz en su calendario y junto a las baldas llenas de licor de bellota Sabey, nos hallamos no sólo en un magnífico escondite sino, literalmente, en sagrado: signos judaicos y estrellas de David que se ven en los ornamentos y cristalerías indican que el piso fue antes una sinagoga, y como templo, umbral de otro mundo; lo repiten las vitrinas que preservan la imagen y los espléndidos mantos de la Virgen de Guadalupe, patrona de Extremadura. Estrella de David, toro minoico, virgen cristiana: ese sincretismo de imaginería judaica, católica y politeísta merecería, para ser glosado debidamente, la pluma del genio plural Mario Roso de Luna, escritor, astrónomo, descubridor de una estrella en la constelación del Áuriga a la que la Academia de las Ciencias de París bautizó "Cometa Roso de Luna", y conocido en su tiempo como El mago de Logrosán, por ser natural de esa localidad cacereña y por su sabiduría en ciencias ocultas, en gnosis, astrología y teosofía.

El Hogar Extremeño despliega una actividad cívica notable, celebra encuentros culturales y deportivos, mantiene una somera biblioteca de autores de aquella región, en la que no podían faltar algunos libros de la Biblioteca de las maravillas de Mario Roso, y los sábados por la noche la terraza bajo las estrellas invisibles del cielo barcelonés está abarrotada, y el bar interior también rebosa de humanidad festiva e iniciada, desde el largo mostrador hasta las vitrinas de la pared de enfrente, que albergan una serie infinita de trofeos, pendones, trajes típicos, copas de plata. Vitrinas tan largas y nutridas sólo las había visto yo en el domicilio madrileño de Lola Flores, y cuando le manifesté a la gran artista mi asombro por las distinciones que atesoraba, me respondió en un tono de indiferencia impostada: "Pues sí, alguna medalla me han dao... la verdá es que las tengo ya toas; bueno, toas-toas no; me farta una". Esa "Una" la pronunció con mayúsculas, y marcó una pausa teatral. Por supuesto, quise saber cuál era la medalla que le negaban seres cicateros, o envidiosos o ciegos.

-La medalla ar mérito en el trabajo. Bah, será que no la habré meresío, después de llevar el nombre de España por los escenarios del mundo entero durante treinta años...

Por aquellas fechas la Inspección de Hacienda la había castigado con una multa cuantiosa, y para saldar la deuda estaba escribiendo sus memorias.

-...Ya tengo er título: ¡Lo que pasé en el banquillo, shiquillo! ¿Qué le parese?

-Magistral, Lola, como todo lo suyo.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

No había ni hay una punta de ironía en mi rendida admiración. Para agradecerla, y para que yo recordase nuestra charla, me regaló un retrato oficial en el que un flou densísimo rejuvenecía su rostro castigado por la experiencia. Detrás de aquella nube las arrugas habían desaparecido y Lola parecía una jovencita, un ángel desvaído, aunque los ojos revelaban su indomable temperamento. Pocos meses después le concedieron por fin la deseada medalla, y todavía un poco después, cuando una multitud manifestaba hacia ella, con motivo de una boda, un fervor tan apasionado que amenazaba catástrofe, Lola se dirigió a la gente en los siguientes términos:

-Si me queréi, ¡irse!

Y ahora, recordando su sonrisa en esa foto a través de la nube de flou, y a la luz del cometa Roso de Luna, que recorre la bóveda celeste y pasa, invisible, sobre el Hogar Extremeño, mientras el toro "profiere cosas tristes / sin aroma ni acento", pienso, con solipsismo inverso, que sí, que la obedecimos y nos fuimos.

museosecreto@hotmail.com

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_