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Llegada del Papa a España

Indiferencia e irritación en la periferia

Los barrios populares se quejan por los cierres de tráfico y el gasto de los preparativos

"Ya puedes buscar, que por aquí te costará ver adornos". Juana María, de 50 años, vive en una vivienda protegida de la avenida de la Plata de Valencia, situada en uno de los barrios más humildes de la ciudad, la Fuente de San Luis. Y no se equivoca. Apenas cuelga una bandera del Vaticano en el austero bloque de 12 plantas en el que vive desde hace 30 años. Varias ventanas a la derecha, un cartel de Jo no t'espere (Yo no te espero, lema del movimiento ciudadano contrario a la llegada del Pontífice) hace de contrapunto. "A mí lo del Papa me da igual, pero me parece muy mal que vayan a cerrar los accesos a la ciudad, mi marido tiene que ir a la obra", comenta esta gaditana que llegó a los 14 años a Valencia. A su lado Josefa, de 73, entra en la conversación. "Soy católica, pero no de las que van a misa todos los domingos", indica, "que suban las pensiones y que se dejen de dinero para el Papa".

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Junto a Juana María y Josefa, manchega, otros miles de inmigrantes que llegaron a Valencia en la década de 1970 viven en el barrio, que estos días presenta un aspecto muy distinto al centro de la ciudad. Y no es que normalmente no lo tenga, sino que los preparativos ante la visita del pontífice han acentuado estas diferencias.

En el centro de Valencia, especialmente los alrededores del trayecto que recorrerá Benedicto XVI desde su alojamiento en el Palacio Arzobispal hasta el altar de la Ciudad de las Artes y las Ciencias, se ha cuidado hasta el mínimo detalle. Los servicios de mantenimiento municipales han trabajado a destajo repintando farolas, cortando setos o sustituyendo las flores de los maceteros por margaritas blancas y amarillas, los colores del Vaticano. A eso se suman las banderas colgadas en numerosos balcones de la zona noble de la ciudad, los estandartes que la organización ha dispuesto en las farolas o los carteles con frases de Benedicto XVI que lucen en lugares estratégicos.

Ni rastro de todo esto en la Fuente de San Luis, pero tampoco en Orriols, otro de los barrios periféricos donde encontraron en su día su hogar inmigrantes nacionales y ahora extranjeros. "A mí todo esto que se van a gastar con el Papa me parece una exageración", afirma Carmen, de 73 años. Como todas las mañanas, conversa frente a la puerta de su casa en una silla metálica plegable junto a sus amigas Rosa y Pilar, ambas de 81 años. "El dinero que se gastará con el Papa tendría que ir a ayudar a los que se murieron el lunes en el accidente del metro", dice.

Isabel, de 84 años, vive en la Malva-Rosa, otro de los barrios populares tradicionales de Valencia. Cree que la llegada del Papa, tal y como se ha planteado, "es negativa". "Soy católica y he ido a Roma a ver a Juan XXIII, pero creo que todo esto es exagerado", apunta, "Jesús entró en Jerusalén en burro y de prestado". "Así lo siento, y me duele en el alma". Pero no todo son opiniones contrarias. Unos metros más abajo, Francisco, de 42 años, prepara unas cajas para la celebración de un rosario popular. "Una cosa es lo que se ha montado para vender Valencia, pero como creyente me gusta que venga el Papa".

El rechazo más frontal a la visita se concentra en barrios como El Carme, o Russafa, de vida más bohemia que durante los últimos años han atraído a numerosos profesionales liberales, donde las plataformas Jo No T'Espere o Laïcitat en Acció han encontrado más seguidores.

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