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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El precio de la luz

No es ningún secreto que las tarifas eléctricas en España abandonaron tiempo atrás su tendencia a la baja y, en consonancia con las nuevas condiciones económicas globales -aumentos de los precios de la energía, subidas de los tipos de interés-, iniciaron un recorrido de subidas que este año encarecerá el recibo una media de casi el 6%. A principios de 2006, Industria autorizó un aumento del 4,45%; ahora acaba de anunciar una propuesta para que la luz vuelva a subir a partir del 1 de julio, en esta ocasión el 1,38%, una media que se desglosa en una subida del 6% para el tramo de alta tensión y del 0,8% para la factura doméstica. La subida tendrá las consecuencias consabidas sobre una tasa de inflación ya abultada.

Si se admite el principio de que en una economía de mercado el encarecimiento de los costes de la energía debe ser trasladado a los precios finales de consumo, la cuestión estriba en determinar si la subida decidida por el Gobierno recoge correctamente el aumento de los costes y construye de forma adecuada el precio final que han de pagar los usuarios. La impresión es que esta subida se queda corta. Durante los últimos dos años, los precios de las energías que directamente conciernen a la producción de electricidad -el gas natural es una de ellas- se han encarecido por encima del 20%; de tal forma que entre los costes de producción y el precio final aparecen ya diferencias que las empresas eléctricas tienen dificultades para salvar y que, en última instancia, se convierten en un desmesurado aumento del llamado "déficit de tarifa". Es decir, de la deuda embalsada que tendrán que pagar los consumidores durante lustros como diferencia entre los costes que se pueden pagar con la tarifa reconocida por el Gobierno, por un lado, y los que realmente soportan las empresas.

En estas circunstancias, el suministro de electricidad a corto plazo puede verse comprometido gravemente si las autoridades energéticas no afrontan de forma decidida la repercusión de los costes de la energía en el precio final de la electricidad; o si se empeñan en no reformar con decisión el pintoresco mercado eléctrico español. Mientras llega el año 2011, fecha prevista para la teórica libertad de precios en la electricidad, los consumidores se merecen un mercado eléctrico que cuente con una formación fiable de los precios. El que existe hoy es tan sólo una caricatura.

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