Crece la crispación entre Brasil y Bolivia
El Gobierno de Lula expresa su malestar en Viena por la política nacionalista de Morales
Un mar de desagravios separa a dos compañeros de viaje ideológicos y estratégicos. Luiz Inácio Lula da Silva y Evo Morales, dos líderes sindicales convertidos en presidentes, no navegan en el mismo barco desde que el mandatario boliviano Morales decidiera nacionalizar los recursos naturales y enviara al Ejército las instalaciones de Petrobras, la petrolera brasileña (controlada por el Estado) que extrae el 70% del gas natural que se exporta a Brasil y Argentina y cuya permanencia en Bolivia está en peligro. De poco le ha valido a Lula haber contribuido a aupar al líder cocalero a la cima política. Cuando la hora de la nacionalización ha tocado a rebato, el Ejecutivo de Morales ha medido a todas las empresas extranjeras con el mismo rasero.
De asestar la puntilla que ha terminado de minar las relaciones entre Brasil y Bolivia se ha encargado el presidente boliviano en la cumbre que reúne a los jefes de Estado y de Gobierno de la UE y América Latina. En Viena, Morales ha acusado a Petrobras de "trabajar ilegalmente" en Bolivia y ha anunciado que no habrá compensaciones para las empresas afectadas por la nacionalización. "Intentaremos llegar a un acuerdo, sino, no descartamos poner en marcha los instrumentos jurídicos que apoyan las inversiones de Petrobras en Bolivia", explicó ayer en la capital austriaca el ministro brasileño de Exteriores, Celso Amorim, quien dijo estar "indignado" ante la actitud de La Paz.
"Sabíamos que iba a ver una nacionalización, pero el problema han sido las formas", sostienen fuentes diplomáticas brasileñas. Se refieren a la toma de las plantas de Petrobras por soldados bolivianos tras el anuncio de la nacionalización. Al principio, Lula hizo de tripas corazón y manifestó públicamente el derecho soberano de Bolivia de disponer de sus recursos; la consigna era calma y contención. Tocaba entonces sentarse a negociar el precio del suministro del gas así como las compensaciones a Petrobras cuando llegó el nuevo golpe, las duras acusaciones a las actividades de la petrolera brasileña en Bolivia. Fue entonces cuando el Ejecutivo de Lula decidió abandonar la contención y expresar su "indignación" y "perplejidad" ante los acontecimientos.
La nacionalización del gas natural boliviano podría tener una importante repercusión en la economía brasileña, según los analistas, sobre todo en la industria de São Paulo, donde el 75% del gas que se consume procede de Bolivia. Tras años de inversión en esta fuente de energía, las fábricas brasileñas deberían enfrentar ahora una reconversión que podría durar años. La situación terminó de agravarse el jueves cuando el ministro boliviano de hidrocarburos, Andrés Solíz Rada, pusiera en tela de juicio la participación de Brasil en el llamado Gasoducto del Sur, en el que participan Argentina y Venezuela.
Solíz dijo que Bolivia no permitirá la participación en el proyecto de Petrobras, como estaba acordado, mientras la empresa brasileña esté participada por compañías transnacionales. "Para que el gasoducto funcione, necesitamos que las empresas que participan sean estatales. Y aquí tenemos un problema con Petrobras, donde un alto porcentaje de capital ya está en manos de multinacionales", declaró el ministro.
La actitud decidida de Morales parece desdeñar el daño que podría causar a un Lula salpicado por escándalos de corrupción y que aspira a la reelección en octubre. Algunos analistas brasileños se han referido ya al nuevo escenario como "la traición de Evo". La portada de la revista brasileña Veja de esta semana muestra a un Lula de espaldas, con una patada dibujada en el trasero. "Esa dolió", reza el titular. "Lula se acostó como el gran guía de América Latina y se levantó como un bobo más de la corte del venezolano Hugo Chávez que tramó el robo del patrimonio brasileño en Bolivia".
Petrobras, la gran damnificada
Petrobras se ha convertido, muy a su pesar, en la empresa estrella de la cumbre que reúne a cerca de 60 mandatarios de la UE y América Latina en Viena. La nacionalización de los recursos decretada por el presidente boliviano Evo Morales el pasado 1 de mayo ha tocado de lleno a la empresa, que representa el 15% del PIB boliviano. No en vano fue San Alberto, una de las plantas de Petrobras, el mayor campo de extracción de gas natural de Bolivia, el lugar elegido por Morales para anunciar la nacionalización.
Bajo control del Estado brasileño y presidida por Sergio Gabrielli, militante del gubernamental Partido de los Trabajadores, Petrobras ha invertido en torno a 1.200 millones de euros en Bolivia durante la década que lleva operando en el país andino. La cifra se duplica si se le añade el dinero destinado a la construcción de un gasoducto hasta São Paulo. Estos números convierten a Petrobras en la mayor empresa de Bolivia, que aporta el 20% de los impuestos que recauda La Paz.
Tras la crisis provocada por el giro en la política energética de La Paz, las reacciones de Brasilia y de Petrobras se han producido al unísono. La empresa ha expresado su sorpresa ante una medida que Morales había anunciado durante su campaña electoral, y, al igual que hiciera el Ejecutivo de Lula, ha manifestado su "indignación" después de ser acusada de actuar al margen de la ley. La declaración del presidente boliviano ha crispado aún más la relación entre la petrolera y el Gobierno.
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