Amargo ajuste de cuentas generacional
Roger Gual, codirector de la aplaudida 'Smoking room', debuta en solitario con 'Remake'
Las reuniones de viejos amigos pueden degenerar agriamente en una sarta de reproches. Así sucede en Remake, el segundo largometraje de Roger Gual, codirector de Smoking room junto con Julio Wallovits. "Es una reflexión sobre la convivencia", afirmó el cineasta catalán en la presentación de la película, una coproducción hispano-argentina. En esta ocasión, el escenario del filme no es una oficina claustrofóbica, sino una idílica masía ubicada en el paisaje agreste del parque natural del Montseny. Allí vive Max (Mario Paolucci), un hippy que no ha renunciado a sus ideales ácratas, al menos en apariencia. Aquella casa rural fue en los años setenta una animada comuna en la que se seguían las proclamas liberadoras del Mayo del 68. Pero Max ya se acerca a la vejez y ha decidido ponerla en venta. A modo de despedida, invita a sus antiguos camaradas para pasar un agradable fin de semana y recordar los buenos tiempos.
De los otrora jóvenes ilusionados, no queda nada. Ni siquiera el amor, porque todos están divorciados y deprimidos. Llegan acompañados de sus hijos veinteañeros, que no tardarán en restregarles sus fracasos. "Toda generación cuestiona a la anterior. Siempre hay motivos para las revoluciones. El problema es que fracasan", sostuvo el director, que retrata sin tapujos un conflicto generacional amargo. Gual tiró de memoria para encauzar el guión: de niño, vivió unos años con su madre en una comuna hippy.
Como ya sucedía en Smoking room, uno de los valores seguros de la película es un sólido reparto que incluye, además del mencionado Paolucci, a Juan Diego -premiado por su interpretación en la pasada edición del Festival de Cine Español de Málaga-, Silvia Munt, Eusebio Poncela, Mercedes Morán, Gustavo Salmerón, Alex Brendemühl, Marta Etura y Juan Navarro. "Con un buen reparto, tienes ganada casi toda la película", comentó Gual. El cineasta ha repetido, además, método de trabajo. Por ejemplo, algunos de los actores no sabían qué papel iban a interpretar hasta casi el inicio del rodaje. Asimismo, actuaban sin conocer el momento exacto en el que las cámaras les empezarían a grabar. "Es la forma que tengo de conseguir cierta autenticidad y frescura. Cuando ruedo, me gusta dejar lo técnico en un segundo plano para centrarme en el trabajo de los actores".
Todos los personajes se acaban enzarzando en una terrible batalla verbal, consecuencia de sus frustraciones, renuncias y desengaños. "Me interesaba que fueran personajes que se habían traicionado a sí mismos. La gente puede ser muy revolucionaria y retrógrada al mismo tiempo", apuntó el director.
Los enfrentamientos entre los ex hippies igualan en dureza a los que mantienen con sus mordaces hijos. Es gente retratada a partir de sus flaquezas. Así, Marta Etura interpreta a una joven comprometida, pero incapaz de pensar con independencia. "Los seres humanos solemos tener opiniones de segunda mano. Es una chica que repite los titulares del telediario", señaló el cineasta, quien aseguró haber revisado varias películas sobre encuentros de amigos -como Las invasiones bárbaras, de Denys Arcand- para evitar los tópicos del género. Eso sí, entre sus referentes citó Una mujer bajo la influencia, de John Cassavetes. El filme de Gual contiene también un homenaje explícito a un clásico de Narciso Ibáñez Serrador, la aterradora película ¿Quién puede matar a un niño? No obstante, en Remake los ajustes de cuentas entre los papás y sus retoños, aunque brutales, no son tan sangrientos.
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