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Los superhéroes cuestionan el orden mundial

Los creadores de cómics discuten el futuro de los personajes en una gran convención en Nueva York

Mientras en el mundo real la crisis de las viñetas de Mahoma sigue dándole puñetazos a las relaciones entre Occidente y el mundo árabe, en el mundo del tebeo más de cien superhéroes se preparan para una guerra civil. Un bando lo lidera el Capitán América, símbolo de las libertades. El otro, El hombre de Hierro, quien aboga por recortarlas en pro de la seguridad. En el medio Spiderman, indeciso ante las dos visiones del mundo. Es la serie Civil War, que la editorial Marvel editará en mayo. Le seguirá Civil War: Front Line, el relato de esa guerra desde la perspectiva de dos periodistas empotrados, que dibujará el español Ramón F. Bachs, con guión de Paul Jenkins.

La analogía con la política doméstica estadounidense, donde cada vez hay más reparos respecto a la guerra contra el terrorismo, parece obvia, aunque Joe Quesada, editor jefe de Marvel, insista en que no hay una intención propagandística de ningún tipo, ni a favor ni en contra de su gobierno. "Es el lector quien tiene que decidir. Nosotros nos limitamos a plantear las preguntas pero sería horrible que impusiéramos un punto de vista".

Didio: "No pretendemos dar lecciones, sino contar historias divertidas"
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Quesada lo explicaba el viernes en el New York ComicCon, la primera convención de cómics que se organiza en la ciudad en la que habitan todos los superhéroes a los que dio vida el célebre Stan Lee, padre de Spiderman y responsable de la humanización de los superhéroes de Marvel en los sesenta. Allí también estaba Dan Didio, vicepresidente de DC Comics, la otra gran editorial del género, en la que próximamente también se editarán dos historietas con más de una inquietante conexión con la realidad y también firmadas por españoles. FreedomFighters, una serie panfletaria nacida en la II Guerra Mundial, regresa bajo el lápiz del murciano Daniel Acuña, pero con propósitos diferentes: los superhéroes van a salvar al mundo de un gobierno corrupto en el que una de las leyes se llama Patriot Act (como la más polémica ley antiterrorista estadounidense actual). En Checkmate, dibujada por Jesús Saiz con guión de Greg Rucka, una organización secreta quiere controlar los movimientos de los superhéroes para que no se desmadren. La ONU se opone. Francia amenaza con su veto... ¿Suena familiar? "No son cómics políticos, aunque puedan leerse así. Cada cual ve lo que quiere. Después del 11-S el mundo es un lugar diferente con mayor inseguridad, con mayores angustias, y nuestros superhéroes también las sienten. Pero nosotros no estamos en este negocio para dar lecciones sino para contar historias divertidas. Hay tantos superhéroes (entre Marvel y DC Comics unos 5.000) a los que alimentar que necesitamos continuamente nuevos retos para ellos", se justificaba Didio.

La expresión "eje del mal" con que Bush definió a Irán, Irak y Corea del Norte tras el 11-S, se ha comparado con el lenguaje de un cómic de superhéroes. Pero no de los de ahora sino de los que se dibujaban durante la II Guerra Mundial, cuando Jack Kirby daba a luz al Capitán América asestándole un puñetazo a Hitler en el primer número de la serie.

Las editoriales del cómic reniegan de ese pasado progubernamental y de ese tipo de lenguaje y ahora construyen realidades más complejas, donde las fronteras entre el bien y el mal son borrosas, aunque el célebre Frank Miller se haya desmarcado anunciando explícitamente "querer hacer propaganda" con una novela gráfica de Batman contra Bin Laden titulada Holy terror, Batman! Nombrársela a Didio, responsable de la editorial en la que reside el hombre murciélago, parece ponerle nervioso. "Eso es un proyecto de Miller... Todavía está muy lejos...", se limita a decir.

Acuña, uno de los dibujantes españoles de visita en el ComicCon, bromea: "No creo que Al Qaeda lo vaya a comprar. No sé si es una buena idea".

Lo cierto es que el atrevimiento de Miller parece insólito, sobre todo porque el lector de cómic, más maduro que hace décadas, reniega del adoctrinamiento. Y según los artistas, tras el 11-S los superhéroes ya no tienen certezas. "Están más confusos, es muy difícil saber quién es el bueno y quién es el malo, mantienen sus ideales pero son menos perfectos, cometen errores y se enfrentan a un mundo más ambiguo", explica Jesús Saiz.

Pero sus enemigos no son nuevos ya que, durante décadas, el cómic se ha servido del villano terrorista para que sus superhéroes se luzcan. "Pero ahora nos piden más muertos que antes del 11-S, las consecuencias de sus actos se ven más. Y eso se puede interpretar como propaganda", asegura Al Barrionuevo, un artista argentino afincado en Barcelona que ha dibujado entre otros a Batman.

Ninguna de las dos editoriales ha contemplado crear terroristas islámicos porque "los superhéroes ya tienen suficientes amenazas", dice Didio, quien considera más interesante "apostar por la fantasía y utilizarla como alegoría de lo que ocurre en el mundo real". En Marvel, poco después del 11-S, se creó "un terrorista sin rostro ni país, para demostrar que hoy nadie sabe realmente quién representa una amenaza", explica su editor. Para Quesada lo interesante es que el público puede leer sus historias en diferentes claves. "Los más jóvenes verán monstruos en lucha, los más adultos pueden buscarle un mensaje político. Hay muchas capas y eso refleja la sofisticación del cómic", dice. Didio reconoce que, "hacer ficción es menos arriesgado que hacer, por ejemplo, viñeta editorial", afirma en referencia a la polémica sobre las viñetas de Mahoma, sobre la que se limitan a decir que están a favor de la libertad de expresión.

Pero si hubiera que resumir la función del superhéroe en el siglo XXI, dibujantes y editores coinciden: "La principal misión de los superhéroes es la de siempre, entretener", en palabras del español Ramon F. Bachs.

Viñeta del cómic <i>Civil war: Front Line </i><b>(Marvel),</b> del dibujante español Ramón F. Bachs.
Viñeta del cómic Civil war: Front Line (Marvel), del dibujante español Ramón F. Bachs.

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