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Reportaje:

Mil historias de amor

La artista Aleksandra Mir talla los árboles de una finca gaditana con las iniciales de enamorados que cuentan sus historias

Patricia Ortega Dolz

Si hay algo a lo que casi nadie puede resistirse es a escuchar una buena historia de amor. Detrás de esa palabra a veces edulcorada, empalagosa, traicionada, apasionada, tierna o cruel está lo que acaba por unir más a los seres humanos. El amor mueve y conmueve (mueve con otros), y las confidencias amorosas se convierten en la manera en la que compartir la soledad esencial.

Jugando con cierto irresistible voyeurismo, la artista polaca Aleksandra Mir ha puesto en marcha un proyecto, junto con la fundación gaditana de arte contemporáneo NMAC, que consiste en recibir cientos de historias de amor de todo el mundo, en primera o en tercera persona, y tallar con cada una un corazón con unas iniciales en uno de los pinos de la finca en la que se ubica la fundación, que promueve en este espacio privado abierto al público la obra de los artistas seleccionados por su comité de expertos.

"La intención de todo esto es dejar que la gente pueda hablar libremente y en el formato que prefiera. Estoy interesada en cómo las historias concretas crean una imagen global de los intensos y personales sentimientos del amor", explica Aleksandra.

Se transforma así un gesto privado como el de dejar la huella del amor, en una forma interactiva de arte público. "No quería añadir materiales o elementos esculturales externos en el bosque", señala la artista. "Por el contrario, he elegido una postura antropológica y he intentado trabajar con los conceptos tradicionales de bosque aunque, obviamente, no he inventado la idea de tallar un corazón en un árbol".

El lugar es un parque natural paradisiaco en el municipio gaditano de Vejer de la Frontera. Siguiendo el sendero, el visitante va descubriendo las marcas encorazonadas en las cortezas de los árboles: AJ, BP, MN... Eso sí, sólo las iniciales porque las historias deben guardar cierto anonimato sin dejar de ser reconocibles para aquellos que las contaron. Así hasta más de 600 historias llegadas en diversos idiomas (español, italiano, francés, alemán, inglés, chino, japonés, euskera...) por correo convencional (Fundación NMAC, Ctra. A-48, Km. 42,5; E-11150 Vejer de la Frontera, Cádiz) o electrónico (love@fundacionnmac.com).

El objetivo es llegar a recoger 1.000 historias de amor y editar un libro con todas ellas y sus correspondientes tallas.

"No, no podrá encontrar su corazón en el libro. Al llegar al bosque, habrá que mirar, buscar y perderse. Es un bonito parque como para pasar un día", dice la artista sobre su proyecto.

Ese libro será lo que quede finalmente grabado de todas esas historias de amor, porque las marcas de los árboles se irán perdiendo con el tiempo, a medida que vayan mudando su corteza.

EL PAÍS ha recogido algunas de esas historias.

B y P Una historia ordinaria

B conoció a P. Se gustaron desde el principio. B se declaró a P y P le contó a B que esperaba que diera el primer paso. P y B ahora son felices juntos. Fin.

Esta historia de amor no tiene nada de extraordinaria. Ocurre a diario que dos personas se encuentran, se toman un tiempo para conocerse, se gustan. Se aman y se hacen felices. Desgraciadamente, algunos aún se ofenden de que B y P sean del mismo sexo.

C y LL El chiquitilo y el tío grande

Soy chiquitillo y bajo y mi novia se fugó con un tío grande y fuerte. Al año de casarse ella me buscó porque el grande le pegaba y al final volvió conmigo. Ahora somos felices y comemos perdices. Ya con todo lo pequeñito que soy tenemos 8 hijos cosa que con el grande no pudo hacer. A veces lo más grande no es lo que más se ve.

A y C 17 años y una vida

Llevo 17 años enamorada de tu sonrisa, de tu forma de sentarte ocupando todo el sillón, de tus... nuestras, ya, tardes de fútbol, de cómo bebes agua, de cómo conduces sin que sienta pellizco, de cómo comés con los dedos, de tus silencios, de nuestras tardes bajo las mantas cuando hace frío... Son, han sido, y serán 17 años... 17... y espero que toda una vida.

Un árbol del parque de la fundación NMAC.
Un árbol del parque de la fundación NMAC.ROMÁN RÍOS

Una hora perdidos

"Semanas más tarde de mi llegada a Nueva York, el dinero se fundió y tuve que trabajar como camarera en un pequeño restaurante cubano-español para poder continuar allí, sobreviviendo a la vida de la gran Manzana", dice la artista. "Sería mi segundo día en aquel trabajo cuando Mark apareció sin todavía notarlo.Mi situación de camarera era penosa, no sabía coger una orden sin confundirme cuando de frente me sorprendieron sus ojos y esos ojos me miraron con sorpresa y con la espontaneidad del momento él dijo: "Que pasa". Sus palabras tal cual sonando a castellano, me pusieron en punto de mira. Creo que el resto ya estaba por venir. Con licencia de taxista en mano me ofertó días más tarde devolverme a casa, yo casi digo que no; sus ojos de mirar franco me convencieron, una vez ya en su Yellow car nos perdimos por las calles de Queno. No fue fácil ubicarnos puesto que sólo llevaba allí unos días. Esa hora perdidos fue la que me llevaría 12 años más tarde a escribir esta historia".

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Sobre la firma

Patricia Ortega Dolz
Es reportera de EL PAÍS desde 2001, especializada en Interior (Seguridad, Sucesos y Terrorismo). Ha desarrollado su carrera en este diario en distintas secciones: Local, Nacional, Domingo, o Revista, cultivando principalmente el género del Reportaje, ahora también audiovisual. Ha vivido en Nueva York y Shanghai y es autora de "Madrid en 20 vinos".

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