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Reportaje:

Las últimas vacas salvajes de Europa

Dos expertos publican el primer trabajo de investigación sobre las betizu, una especie en peligro de extinción

Son las últimas vacas salvajes de Europa. Las betizu (vaca arisca), animal mítico de los vascos convertido en zezen gorri y behi gorri como guardián de los tesoros de las grutas donde vive la diosa Mari; vaca "huraña" en la descripción de José Miguel de Barandiarán. Un ganado genéticamente fosilizado cuyos últimos 450 ejemplares recorren montes de Navarra, Guipúzcoa, Vizcaya y el País Vasco francés y que constituye por sí mismo un bien científico, ecológico y etnográfico de primera magnitud.

Dos expertos, el médico Satur Napal y Alberto Pérez de Muniáin, veterinario del Instituto Técnico Ganadero navarro, acaban de publicar el primer trabajo completo sobre esta raza de ganado en peligro de extinción. Los autores piden mayor protección oficial para las betizu y su rentabilización ecológica, científica e incluso turística mediante su inclusión en los cada día más numerosos circuitos de ocio para la observación de animales.

Los últimos 450 ejemplares recorren montes de Navarra, Guipúzcoa, Vizcaya y el País Vasco francés

Las betizu están mereciendo una atención creciente. Canal Satélite Digital y ETB les dedicarán próximamente sendos espacios televisivos. El biólogo e investigador del CSIC Miguel Delibes de Castro ha visitado Navarra buscando sus rebaños. Muchos montañeros y senderistas se han cruzado con ellas y saben que en época de cría estos animales de color rojizo y 350 kilos de peso medio (500 kilos los toros) embisten para proteger a sus terneros. Sus cuernos, poderosos, evolucionan en las hembras hacia formas en lira o espiral. Toda precaución es poca aunque la vaca, huidiza, escapa del contacto humano.

Las betizu suponen una reliquia viva adaptada perfectamente al medio, dan poca carne y sólo tienen leche cuando crían un ternero cada dos años. Así, no es de extrañar que hayan vivido a su aire, sin cruces y con arreglo a las leyes de la selección natural ajenas al aprovechamiento humano.

Su origen hay que buscarlos en el ganado semisalvaje bovino presente en los Pirineos desde tiempos inmemoriales. Fue la base sobre la que los antiguos ganaderos de la ribera del Ebro crearon el ganado brazo de casta navarra que llenó la tauromaquia de los siglos XVIII y XIX hasta llegar a los renombrados carriquiris.

Cuando la especie agonizaba, en 1975, la Asociación Navarra de Amigos de la Naturaleza adquirió en Goizueta un toro, tres vacas y dos terneros y los liberó en las sierras de Zariquieta, Artxuba y Artanga, cerca del embalse de Itoiz. De aquel núcleo, hoy muy numeroso, se cedieron toros a explotaciones navarras y vascas. Con un origen similar, las betizu guipuzcoanas subsisten en el macizo de Adarra, Bajo Deba, Eskoriatza y una pequeña población protegida por la Diputación en el Parque Natural de Pagoeta (Aia).

La betizu también mantiene en Vizcaya una de sus últimas poblaciones, apenas unos ejemplares en los entornos de Gorbea y Urkiola. En este caso, la recuperación de la raza le debe mucho a Andoni Rekagorri, ex concejal de Salud y Consumo de Bilbao y actual director de Planificación, Estudios e Inspección del departamento vizcaíno de Acción Social. Apasionado de los toros, Rekagorri inició en los años setenta la tarea de localizar, adquirir y formar un rebaño en los terrenos de un caserío en Dima. En la actualidad existen seis criadores en Vizcaya (Dima, Zaratamo, Güeñes, Orozko y Amorebieta) y el número de reses supera las 50. En el País Vasco francés, no suman más de 30, relegadas a montes de Lapurdi y Baja Navarra.

"Teniendo una raza tan peculiar es chocante que las instituciones no hayan difundido su explotación turística", señalan Napal y Pérez de Muniáin, emulando, por ejemplo, al tratamiento en parques y reservas que los británicos dan a algunos de sus rebaños vacunos.

El esfuerzo protector sí fructificó en la elaboración del estándar racial de la betizu, oficializado en 1999 como paso previo a su posterior reconocimiento en distintos catálogos oficiales, como los de la FAO, la ONU, el vasco, el navarro y el español. En Navarra, los mejores ejemplares pertenecen al Gobierno, que subvenciona su cría a los ganaderos interesados.

Aún así merecerían, señalan los autores, una mayor promoción. El libro resalta las potencialidades de la raza como productora de carne, al igual que el gran valor de sus rebaños en la limpieza de los montes como factor de prevención de los incendios forestales.

La betizu es una reserva genética de la biodiversidad y ya hay quien está intentando utilizar machos castrados como cabestros para el manejo de ganado brazo. Ya se han realizado algunos intentos con muy buenos resultados. La activación de circuitos turísticos de observación es otra de las posibilidades apuntadas en la investigación, que recuerda que el parque de la naturaleza Senda Viva, sito en la localidad navarra de Arguedas, exhibe un pequeño rebaño.

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