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Columna
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Pasatiempo

Miquel Alberola

En plena crisis del calzado la Acadèmia Valenciana de la Llengua (AVL) nos devuelve a Constantí Llombart, el célebre poeta d'espardenya, en una exposición sobre su figura y su tiempo. Es una alegoría ciertamente gremial y no menos ilustrativa sobre qué absorbe nuestro talento mientras nos devora el horizonte. Los poetas de la Renaixença estuvieron divididos en dos bandos. Los de guant, que fueron los ricos, conservadores y arcaizantes, y los d'espardenya, que por el contrario estaban pelados y eran populistas y republicanos. También los hubo de mantellina, aunque acaso apenas fueran un subgénero pío de los de guant. Hoy los guantes, las zapatillas y las mantillas -los sectores productivos tradicionales- pasan por una situación tan escuálida como la que siempre vivió la poesía vernácula, y lo peor es que, siendo tan importantes para nuestro PIB, desaparecerán sin la nostalgia de la Real Fábrica de Paños antes que el eco de la Renaixença. Sin embargo, la AVL nos invita a seguir con la cabeza metida en ese pasatiempo. Hoy los poetas en valenciano viven de la Administración y llevan mocasines de Martinelli -algunos muy hiperfrecuentados y con calcetines de deporte blancos-, mientras que los más laureados se enfundan botines de Hush Puppies, que es otro modo de mantener las distancias. Porque después de todo, lo que permanece es la distancia que uno mantiene frente al resto y no la obra. Hoy Llombart no sería nada de no haber capitaneado su corro en oposición al de Teodoro Llorente, aunque quizá también por su nariz de forense, que le llevó a definir la lengua lemosina como la morta viva, una inconsciente figura gótica coetánea al movimiento de reacción de los círculos cultos de Europa contra el Racionalismo. La historia de la literatura oficial ha hinchado con clembuterol a Llombart, al que debemos libros tan señeros como Melonar de Valensia: Cabotes y calaveres: Galería de retratos de personaches sélebres, dibuixats á la ploma, en sério y en broma y en llenguache bilingüe, que dan idea de la intensidad de su obra. Ahora Esteban González Pons podría darnos un homenaje y reeditar esta joya con motivo de la Copa del América con un prólogo de Arturo Virosque.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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