Esther Ferrer: “Los pintores nos han desnudado y rebajado, pero si nos desnudamos nosotras, somos exhibicionistas”
La artista pionera del ‘performance’ se muestra en forma a los 86 años en la presentación de una exposición con algunas de sus obras en el Centre del Carme de Valencia
La gran dama de la performance española muestra un sentido del humor y una vitalidad envidiables. Esther Ferrer tiene 86 años, ha ganado el premio nacional de Artes Plásticas (2008) y el Velázquez (2014), entre otras distinciones, y su trabajo está ampliamente reconocido, pese a los difíciles y pioneros inicios de su arte performativo cuando generaba reacciones incluso violentas entre una parte del público, que no comprendía bien lo que veía. Y sin embargo, no parece de vuelta de todo. Tal vez porque su meta nunca ha sido el resultado, sino el proceso, el conocimiento que se adquiere cuando concibe una idea y necesita documentarse, informarse, para plasmarla. Así lo ha explicado en Valencia este miércoles con motivo de la presentación de una exposición que reúne algunos de sus trabajos más conocidos en el Centre del Carme Centre Cultura Contemporània (CCCC).
“Para mí, el arte es una vía de conocimiento. Como no sé hacer casi nada, cuando tengo una idea tengo que aprender mucho, hablar con gente, porque lo que me interesa del arte es el proceso. Estoy muy contenta de ver esta exposición terminada y está muy bien montada, pero podría vivir perfectamente sin hacer exposiciones. Intento entender todo lo que vivo, pero en realidad no consigo entender prácticamente nada”, comenta la veterana creadora conceptual de San Sebastián, radicada en París desde los años setenta, que se ha mostrado curiosa, solícita, vitalista.
“Es una conceptual caliente”, según Margarita Aizpuru, comisaria de la muestra Esther Ferrer: el cuerpo atravesado por el género, el espacio y el tiempo. Se refiere a la ausencia de frialdad en su obra, a su sensualidad y al sentido del humor que impregnan todas sus acciones, sus videos, sus fotografías. “Yo no me defino nunca. Todas las versiones e interpretaciones son válidas”, responde la artista, que ha visto cómo ha evolucionado la performance hasta ser asumida por la sociedad consumista con fines comerciales: “Es imposible resistir. El capitalismo lo recupera todo y rápidamente. Hace unos años, me enviaron una invitación para una inauguración de una perfumería muy buena y ponía: ‘A las 7 performance”. El arte siempre ha tenido mecenas y evoluciona y habla del presente, añade la creadora, al tiempo que incide en la importancia de la tecnología en el actual arte performativo. “Ahora la presencia física es casi irrelevante. Ha evolucionado mucho. Es lógico que todo esto se integre en el presente. La inteligencia artificial era ciencia ficción para nosotros. No tiene sentido vivir en el pasado”, indica.
En la presentación de la muestra, que se puede ver hasta el 29 de septiembre en Valencia y recalará en octubre en el Museo de Arte Contemporáneo de Alicante (MACA), ha estado presente Bartolomé Ferrando, referente del arte performativo en Valencia. Amigo de la creadora, le ha preguntado por la elevada carga narcisista de la performance actual. Ferrer lo ha admitido, pero tampoco se ha mostrado muy crítica con esa evolución: “Cuando las mujeres empezaron a hacer performances, entre ellas yo, a desnudarse y enseñar su cuerpo, con siglos de arte donde los pintores y escultores nos han desnudado y han reflejado todos sus fantasmas y sus miserias, su problemática, y han rebajado el cuerpo de la mujeres de una manera horrible, pero entonces, gente seria, críticos serios, en el momento en que nos desnudábamos nosotras éramos unas narcisistas, unas exhibicionistas”.
Ferrer recrea en una conocida serie de imágenes de su pubis que relata a través de símbolos la historia bíblica de la expulsión de Adán y Eva del Edén. “Soy yo, pero ya estoy así”, apostilla la artista mientras muestra su trabajo a los periodistas. También se exhibe la amplia serie en la que reflexiona sobre el paso del tiempo con su rostro, mezclando autorretratos fotográficos en los que media cara pertenece a una época y la otra mitad a otra.
La artista cree que “la percepción del tiempo es totalmente personal”. “Si yo trabajo con el tiempo es porque cuando era niña mis padres iban mucho al teatro y cuando venían decían que parecía que había durado dos horas y en realidad había sido más corto o más largo. Y a mí esto me dejaba pensado. ¿Cómo puede ser? ¿Una hora y media es una hora y media para todo el mundo? Esto ya ocurría sin tecnología ni inteligencia artificial. La percepción del tiempo ahora resulta que no existe”, sostiene.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.