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Reportaje:

Las dos caras de Japón

La segunda economía del mundo vive de espaldas a su comunidad rural, que sigue siendo el electorado más fiel de Koizumi

Parece que se retrocede años cada vez que el único vagón de uno de los trenes más antiguos de Japón avanza por una de la veintena de estaciones que unen la ciudad de Goi con la aldea de Kazusanakano, en la provincia de Chiba, al sureste de Tokio. Alrededor de 50 kilómetros separan la gran urbe de esta zona de arrozales habitada sobre todo por jubilados. Son las huestes del Partido Liberal Democrático (PLD) que gobierna Japón ininterrumpidamente (menos 11 meses de 1993/94) desde hace más de medio siglo, votantes como Ai, de 72 años, que asegura que "no está contenta con el Gobierno pero que jamás se ha planteado la posibilidad de votar a otro partido". Los japoneses están convocados a las urnas el domingo en unas elecciones consideradas cruciales porque tanto si las gana el PLD, como su rival, el Partido Demócrata Japonés (PDJ), se espera que abran una importante reforma.

En el interior de Japón la democracia impuesta por EE UU tras ocupar el país al final de la II Guerra Mundial sigue sin entenderse. Los electores confunden su derecho al voto con la lealtad al poder y la cultura ancestral de sometimiento triunfa sobre los principios de libertad e individualismo introducidos por los extranjeros.

La población rural, que asciende al 25% de los 127 millones de habitantes del archipiélago, es la que nutre de votos al PLD. Junichiro Koizumi, que pretende modernizar el partido y alejarlo de la corrupción y de la yakuza (mafia) con que coquetea la vieja guardia, ve en las raíces rurales más un fardo que una cesta de votos. Koizumi está empeñado en hacer del PLD un partido urbano pero lo tiene difícil, sobre todo por la reticencia que encuentra en sus propias filas pese a haber expulsado a 37 diputados que votaron en contra de su caballo de batalla: la privatización de los servicios postales.

"Estoy en contra de la política de Koizumi de privatizar correos porque muchos de sus empleados perderán el trabajo pero tengo una tienda de alimentación y un restaurante. Seguiré votando al PLD", afirma Ohata Hatsue, de 64 años.

El vagón se detiene en pequeñas estaciones de madera, que parecen sacadas de una película de los años cincuenta. Muchas de las casas vecinas son también de madera, con la puerta acristalada y sin cerradura. La mayoría de las parcelas se dedica a cultivar arroz. La vida es dura. Casi todos los jubilados cobran la pensión mínima, 50.000 yenes (un euro tiene 130 yenes) y muchos ya no están en condiciones de cultivarlas.

En estas pequeñas comunidades, la oficina de correos -hay 25.000 en el país- forma parte del paisaje local y nadie entiende que Koizumi quiera acabar con ellas. Los japoneses son los mayores ahorradores del mundo y en estos pueblos todos guardan sus ahorros en la Caja Postal. "Yo quiero que sea el Estado el que maneje mis ahorros, no un banco privado", dice Kinuyo Sakamaki, de 62 años y jefa de la estación de Amaariki, que, pese a ello, afirma que votará por el PLD. Lo que Sakamaki no sabe es que la Caja Postal tiene unos activos de 2,5 billones de euros, lo que la convertiría en el mayor banco del mundo.

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Sin embargo, a una veintena de kilómetros, el panorama político cambia radicalmente. En las inmediaciones de la bahía de Tokio se yergue la Nippon Steel Coorporation, orgullo del Japón de los años 60 que ahora comienza a salir de la reestructuración que impuso a la siderurgia la fuerte crisis de los 90. La ciudad levantada por la empresa para sus empleados tiene un aspecto fantasmagórico. Tsukahara Haruki, de 32 años, hace 13 que trabaja allí. Cuando llegó ya había reducido sus empleados de 9.000 a 7.000 y ahora quedan menos de 4.000, aunque comienza a haber nuevas contrataciones, como la de Hirano Yougi, de 20 años, que está muy contento con su sueldo de 160.000 yenes mensuales. Ambos y otros dos consultados afirmaron que votarán por el PDJ. Parecía una extraña coincidencia hasta que Yougi confesó que la empresa "ha aconsejado votar por el PDJ". Nacido en 1998, el PDJ tampoco escapa a las prácticas de la doble cara de Japón: una mira a la vanguardia de Occidente, la otra a lo más profundo de Oriente.

Una mujer pasa junto a un cartel electoral de Shizuka Kamei, uno de los adversarios del PLD, en Onomichi.
Una mujer pasa junto a un cartel electoral de Shizuka Kamei, uno de los adversarios del PLD, en Onomichi.EFE

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