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Columna
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Tres proyectos para Euskadi

Aunque no lo parezca, tres proyectos se confrontan en las próximas elecciones autonómicas: el soberanismo de Ibarretxe, el continuismo del PP y el autonomismo del PSE-EE.

La dialéctica política de los últimos años se nos ha narrado bajo el signo del enfrentamiento entre nacionalistas y no nacionalistas. Pero al día de hoy, y desde hace algún tiempo, la realidad política no nos presenta dos bloques. Después de Lizarra se rompió el bloque nacionalista y el bloque autonomista hace tiempo que se presenta dividido por la insistencia del PP en el continuismo y el compromiso del PSE de avanzar por el camino de la reforma.

Sin embargo, los intentos de simplificación que responden a planteamientos políticos de corto alcance pretenden que el ciudadano no sepa distinguir entre el PNV y ETA-Batasuna, o por el contrario, entre el PSE-EE y el PP. En este contexto dialéctico, es lógico que resulte difícil discernir con nitidez el horizonte al que nos llevan cada uno de los tres proyectos.

Es el momento de la gran política, no de la partidista, que, siendo legítima, hoy no nos permite salir del atasco
El proyecto Ibarretxe es el sueño del PNV: abrir el camino de la independencia sin perder nunca el poder

El proyecto Ibarretxe es la simplificación del sueño del PNV: abrir el camino de la independencia sin perder nunca el poder. Este proyecto nos ofrece un entretenimiento para 25 años, hasta la independencia final. Y mientras tanto -es decir, durante 25 años-, los vascos estaremos condenados a seguir con esta estupenda dialéctica comparativa de "quién es más vasco que quién".

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El proyecto del PP es que nos quedemos donde estamos. Lo que no nos dice es dónde estamos: si donde ha llegado ya el desarrollo estatutario, o si cabe aspirar al 100% de desarrollo del mismo. Y esto último cómo. Pero, lo que es más importante, nos instala en la lucha eterna contra los nacionalistas.

El proyecto del PSE nos propone el desarrollo estatutario pleno y una reforma que garantice el ejercicio real de la autonomía. Y, lo que es más importante, que sigamos haciendo el país juntos como lo iniciamos hace 25 años.

A estas alturas de la presentacion de cada una de las opciones, incluso para quienes no me conozcan es claro cuál es el color de la mía, y hasta puede resultar ventajista su descripción, porque parece que el tercer proyecto suena mejor. Pero no les engaño. Las opciones de país están planteadas en estos sencillos términos, aunque a veces resulta complicado advertirlo. Y es que en la política, como en la economía, detrás de un envoltorio sofisticado del lenguaje o de las matemáticas se esconden verdades sencillas, objetivos simples cuya visualización nítida a veces asusta.

Esto explica que el 80% de los vascos, según la reciente encuesta de Opina, piense que aquí nadie está planteando la disyuntiva independencia sí, independencia no. Y sin embargo, quienes voten a Ibarretxe deben de saber que están comprando independencia a 25 años; en el lenguaje de los economistas, están comprando un futuro de independencia a 25 años, y mientras tanto la pelea entre los vascos estará asegurada en ese período. Y es que, en una economía de mercado, un futuro a 25 años es un futuro de alto riesgo, y quienes lo compran deben de saber que se la están jugando. Y la pregunta del millón: ¿cómo se pacifica Euskadi en ese contexto?

La opción del PP, asentada en un antinacionalismo de principio y en un continuismo en materia estatutaria, nos sitúa ante una confrontación en Euskadi y en España que, lejos de reforzar el autonomismo, lo debilita. Según todas las encuestas, los vascos estamos más o menos satisfechos con la autonomía, pero la mayoría prefieren su reforma y el PP y sus intelectuales orgánicos todavía no se han enterado. Ni el PNV lo ha hecho todo bien en materia estatutaria ni el PP ni el PSOE han cumplido con el Estatuto al 100%. ¿O no? Y la pregunta del millón: ¿cómo se pacifica Euskadi contra el nacionalismo?

La opción del PSE-EE pretende la salida de las trincheras, la vuelta al consenso político entre los partidos democráticos, la apertura de un procedimiento democrático para la reforma estatutaria; es decir, la vuelta al pacto. Y con una pretensión clara: buscar un encaje constitucional en España y con Europa, abandonando el estado de provisionalidad actual, que no se resuelve con amabilidades, sino mediante el respeto a la democracia y a la ley. Tarea difícil con la actual relación de fuerzas. Por eso, el PSE-EE entiende que, en el momento actual, desde las siglas es imposible sacar ninguna oferta de interés para los ciudadanos vascos. No se trata de proponer la mejor combinación de siglas, sino de ser capaces de consensuar un proyecto para todos.

Hace 25 años la mayoría de los vascos apostaron por la autonomía, ahora los vascos tienen que decidir entre el soberanismo, el autonomismo o el continuismo. Es el momento de la gran política, no de la política partidista que, siendo legítima, hoy no nos permite salir del atasco. Algunos piensan que la contradicción latente en el proyecto socialista entre defender el autonomismo y a su vez, pretender desarrollar una política transversal en Euskadi, supone una muestra de debilidad. Se trata sencillamente de una apuesta para sacar a este país de su atasco. Y la pregunta del millón: ¿es este escenario compatible con la pacificación? Mi respuesta: ¿hay otro mejor? Busquen y comparen. Los ciudadanos tienen la palabra.

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