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Una trampa y un refugio

Pedro Gorospe

La ventisca y la nieve convirtieron el miércoles el tren de Bilbao a Salamanca en lo más parecido a un convoy del Transiberiano. Los apenas 50 viajeros que tenían asiento en el único vagón que arrastraba una máquina eléctrica amarilla se transportaron en cuestión de minutos a algún punto de los 9.288 kilómetros que separan Moscú de Vladivostok.

Nada más comenzar el viaje a eso de las dos de la tarde, el frío colorido del centro de Bilbao se transformó en un paisaje casi monocromo de blanco y negro helados que silbaba entre los árboles con una violencia que ponía los pelos de punta. La nieve y el hielo ralentizaron el viaje hasta el punto de que un recorrido de una hora y cuarenta minutos hasta Miranda de Ebro (Burgos) acumuló un retraso de más de dos horas.

Ése fue el último tren de pasajeros que llegó a un punto de obligado paso para los viajeros que se mueven entre alguna de las estaciones de tren que conectan las líneas de Bilbao a Madrid o Barcelona.

Miranda también se convirtió en la última estación para decenas de camioneros que se quedaron atrapados en la N-I víctimas de la enorme pista de hielo en que se convirtió la carretera. A ellos se unió una legión de automovilistas que sufrió el mismo problema. Coches averiados, atascados, golpeados o simplemente entrampados cuyos conductores fueron rescatados cuando ya se habían resignado a pasar la noche reviviendo con dramatismo alguna versión cinematográfica con muy buenos efectos especiales de la conquista del Polo.

Si en las proximidades de Burgos varios tanques del Ejército tuvieron que echar una mano para tirar de los camiones, en Miranda fue la Guardia Civil la que con sus coche patrulla hizo numerosos viajes durante la noche para trasladar conductores de sus vehículos a los hoteles de la ciudad.

En el hotel Tudanca, en el que a las ocho de la tarde no quedaban habitaciones, el mapa del tiempo de los informativos de televisión era el principal centro de interés. Jóvenes marroquíes, un matrimonio británico, camioneros franceses y belgas y varios conductores de Valladolid y Pamplona, entre otros, veían con preocupación los iconos de la nieve llenando todo el norte peninsular. "Y dicen que aún no ha llegado lo peor", se traducían unos a otros. El café y el caldo circulaban de mano en mano como si fuesen sustancias prohibidas.

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En el exterior del hotel la nieve caía con fuerza inusitada. Dentro se caían a trozos los planes de los ciudadanos atrapados.

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Sobre la firma

Pedro Gorospe
Corresponsal en el País Vasco cubre la actualidad política, social y económica. Licenciado en Ciencias de la Información por la UPV-EHU, perteneció a las redacciones de la nueva Gaceta del Norte, Deia, Gaur Express y como productor la televisión pública vasca EITB antes de llegar a EL PAÍS. Es autor del libro El inconformismo de Koldo Saratxaga.

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