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LA CULTURA DEL VINO | LOS COCINEROS DEL SIGLO XXI

La tempranillo

Amabilidad y prontitud frente a rotundidad y longevidad. Las dos castas más famosas -tempranillo y cabernet sauvignon- se disputan los adeptos.

Si en un principio fue la cabernet sauvignon la que se implantó en todos los mercados y parajes vitivinícolas, en estos momentos la amabilidad y prontitud de la tempranillo está seduciendo y enamorando a los nuevos mercados, como lo atestigua el que el número de hectáreas plantadas de esta variedad se multiplica en todos los países. Y se llega a la paradoja que en Australia, en los próximos años, su implantación superará el 1.000% de hectáreas plantadas.

El tempranillo es un viñedo español, cultivado desde antaño en La Rioja para la elaboración de vinos de calidad. Desde España, la tempranillo se extendió a Portugal, Argentina y México. Al parecer, su llegada al valle del Douro data del siglo XVIII, cuando el escocés Robert Archibald, propietario de la Quinta de Roriz, la plantó en su finca. Se cree que Archibald también introdujo la tinta francisca en el Duero.

Más al sur, dentro de Portugal, los orígenes españoles de la tempranillo se reflejan en su nombre local: aragonés. En la península de Setúbal se la conoce como tinto de Santiago, lo que apunta de nuevo a una fuente española.

En España, los nombres locales incluyen el catalán ull de llebre (ojo de liebre), en el Penedès; tinto fino, en la Ribera del Duero; cencibel, en Valdepeñas, y tinto Madrid, tinto de La Rioja, tinta del país y tinto de Toro en otros puntos. Todas estas regiones tienden a afirmar que su tempranillo es un clon local que aporta un carácter único a sus vinos. La verdad es que las diferencias genéticas entre tinto fino, sensible y el resto son más pequeñas que las que separan a las vides de tempranillo de cualquier otra región. Las variantes incluyen, por ejemplo, una tempranillo peludo, que presenta más pelusa en el envés de las hojas.

Su nombre internacionalmente aceptado de tempranillo proviene del vocablo español "temprano" y refleja su naturaleza de maduración precoz. Brota tarde y sólo necesita una estación de crecimiento bastante corta. En otras palabras, es una uva que hace las delicias del viticultor.

Los racimos de la tempranillo son medianos y grandes, largos, estrechos, cilíndricos, a veces alados. Las bayas son medianas, de color negro azulado, hollejo bastante espeso, pulpa carnosa y piel jugosa.

Los vinos elaborados a partir de esta casta resultan perfumados, bastante pigmentados y de buena conservación, lo que la hacen ideal para una crianza en contacto con el roble, siempre y cuando esta crianza no se alargue en mucho tiempo. Es por ello que tiene que entrar en contacto con otras variedades como la graciano, garnacha y mazuelo.

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