Irak intenta ponerse en pie
Independencia, seguridad, reconstrucción y lograr el apoyo popular son los retos del nuevo Gobierno
Los carteles que anunciaban la devolución de la soberanía para el 30 de junio muestran tres piezas de cerámica azul: una media luna con la inscripción gracias a Dios; un amuleto contra el mal de ojo y un perfil del país. "El Irak que nos devuelven está vacío", dice Samir al Hiyazi, un suní escéptico sobre las bondades de la ocupación. "Es el primer paso", le corrige Husein Alí, un chií que quiere creer en "el Irak de la paz y la esperanza" que presenta el cartel. Ambos coinciden en que la soberanía que el lunes les entregaron los norteamericanos era suya por derecho y saben que ese día a las 10.26 de la mañana no se produjo un milagro.
"Los problemas que no se han resuelto en un año no pueden resolverse en 24 horas sólo porque hayamos cambiado de Gobierno", explica Husein. "No hemos cambiado de Gobierno sino cómo llamamos al Gobierno", dice Samir. Desconocedores del juego de la democracia, los iraquíes ven en las ambiciones políticas de muchos miembros del antiguo Consejo de Gobierno un intento de perpetuarse en el poder colocando en los ministerios a personas de su confianza. No ayuda que el Ejecutivo de transición siga reuniéndose en el mismo pabellón que aquella presidencia colegiada. O que los miembros que no han recibido un puesto en el nuevo Gabinete se hayan reservado escaños en la futura Asamblea Nacional transitoria.
La cautela es comprensible tras las decepciones vividas. Aun así, subyace una voluntad de optimismo, de querer creer que las cosas irán a mejor. El 60% de los iraquíes contestó a la última encuesta de la CPA en mayo que el Gobierno provisional mejoraría la situación. El 62% se mostró convencido de que la policía y el Ejército iraquíes podrían mantener la seguridad sin las tropas que dirige EE UU. Y eso a pesar de que hasta ahora los soldados y policías iraquíes no han logrado éxitos en la lucha contra los insurgentes.
Algunos observadores confían en que liberados de las "consideraciones occidentales" (procedimientos aceptables, respeto a los detenidos, etcétera), las fuerzas iraquíes pueden ser más efectivas. "Los iraquíes conocemos nuestra sociedad y sabemos cómo tratar a los culpables de las fechorías", coinciden muchos entrevistados. Pero no hay que olvidar que de los 260.000 agentes que los ocupantes han dejado, apenas 5.400 soldados y 30.000 guardias civiles están preparados para la lucha antiterrorista. El resto son policías, muchos dedicados a proteger instalaciones.
"El Gobierno afronta el desafío de los terroristas y los leales al antiguo régimen que tratan de demostrar a la población que las nuevas autoridades son incapaces de protegerles", dice el jeque Humam Báquer al Hamudi, asesor político de la Asamblea Suprema para la Revolución Islámica, el principal partido chií con dos ministros. Por eso cree que en los próximos tres meses va a seguir habiendo enfrentamientos. "Si el Gobierno prueba su independencia, logrará la victoria" y será más fácil avanzar en la seguridad. "Hay dos teorías para lograr un país más seguro", dice. "La americana, que exige más policías, y la nuestra, que consiste en ganarse a la gente".
Pero quienes niegan el nuevo Irak, apenas dan dos meses al nuevo Ejecutivo. "Se está preparando una insurrección suní en Irak", asegura una fuente próxima a la resistencia. "El silencio de Faluya es porque le hemos dado tres días al Gobierno, pero en el momento en que los marines den un paso en falso, todo volverá a estallar".
Dos son los principales argumentos que utilizan estos renuentes: la presencia de las tropas extranjeras (165.000 soldados) y la falta de seguridad a pesar de todo. Olvidan los avances que se han producido durante el año en curso: desde las libertades de expresión y de asamblea hasta la liberalización del comercio o la inversión extranjera. Hay otras mejoras que van a un ritmo demasiado lento.
El nuevo ministro de Sanidad, Alaa al Aluán, ha reconocido que en su ámbito "apenas se ha hecho una mínima parte de lo que se necesita". Aun así, hay avances tangibles: los brotes de tifus y cólera que surgieron tras la guerra están controlados, la campaña de vacunación se ha llevado a cabo y se han rehabilitado infraestructuras. Ya antes de que se transfirieran las competencias de Sanidad en abril, ese ministerio contaba con un presupuesto para este año de 948 millones de dólares, muy por encima de los 16 millones que Sadam le asignó en 2002, pero aún por debajo de las cifras que se manejaban 15 años atrás.
El mismo síndrome de la botella medio vacía o medio llena se vive en el terreno educativo. Aunque de unos índices de asistencia a la escuela del 60% tras la guerra se ha conseguido un 95% durante la semana de exámenes de fin de curso en mayo, aún hay un 30% de las escuelas que tienen que soportar dos y tres turnos para atender a todos los alumnos. Según un informe del Banco Mundial, además de reparar las 3.000 escuelas bombardeadas, saqueadas o quemadas, Irak necesita 4.500 nuevos colegios. En el haber, la mejora de los salarios de los profesores que, como los del resto del funcionariado, han pasado de tres dólares al mes a una media de 120.
Un sector clave para la economía del país, el petróleo, ha sufrido mejoras y retrocesos. En marzo se lograron los niveles de preguerra con una producción de 2,5 millones de barriles diarios. Desde entonces, los actos de sabotaje (estimados en 200 millones de dólares) han hecho descender la producción hasta paralizarla, aunque en vísperas del traspaso de soberanía volvieron a rozarse los 2 millones de barriles. Antes del embargo, Irak alcanzó los 3,5 millones, pero con las segundas reservas mundiales conocidas, muchos expertos estiman que podría llegar a 6. Las inversiones necesarias para ello requieren solucionar antes el problema de la seguridad.
Así lo ha entendido el nuevo primer ministro, Ayad Alaui, quien estudia declarar el estado de excepción si continúa la violencia. Alaui, cuya designación como jefe del Gobierno hubiera despertado rechazo un año atrás por su pasado baazista, ha recibido ahora al menos el beneficio de la duda entre sus conciudadanos. "Vamos a ver qué tal lo hace en los próximos meses", responden iraquíes de diversas tendencias.
SANIDAD Y EDUCACIÓN: Víctimas de saqueos y del embargo
El sistema de salud iraquí está hecho trizas. Los 240 hospitales y 1.200 centros de salud del país, muchos de ellos con cinta adhesiva en los cristales para impedir que la onda expansiva de las bombas los haga saltar por los aires, se hallan en un estado lamentable. Desde 1990, también debido al embargo decretado por la ONU, sólo el 4% de las instalaciones han sido rehabilitadas. Además, la inseguridad retrasa los planes de reconstrucción. El ministerio dispone de 950 millones de dólares en 2004. Aunque el 95% de los niños van al colegio, las clases atestadas es lo habitual en Irak. 3.000 colegios fueron saqueados o incendiados durante y después de la guerra. Se necesita construir 4.500 escuelas.
EL PETRÓLEO: Las instalaciones, en el punto de mira
El país con las segundas reservas probadas de crudo del mundo padece escasez de combustible. Los oleoductos y refinerías son objetivos de la insurgencia, que lograron detener la exportación de petróleo entre el 16 y el 21 de junio. El atentado suicida en abril contra la terminal de Basora, por donde sale el 85% del crudo que Irak exporta, causó estupor. Hoy un cuerpo de seguridad de 14.000 agentes vigila las instalaciones. El país produce en la actualidad casi dos millones de barriles de crudo diarios. Irak tiene la aprobación de la OPEP para extraer 5,5 millones de barriles, pero jamás pudo superar los 3,5 millones. Los atentados retrasan continuamente la reconstrucción de infraestructuras.
INSEGURIDAD: 8 millones de armas en manos privadas
Las dictaduras son por definición muy seguras y los errores cometidos por EE UU en Irak (disolución del Ejército, política de fronteras abiertas, consentimiento de los saqueos iniciales...) han hecho la diferencia más palpable. De la noche a la mañana, Irak dejó de ser un Estado con unas fuerzas de seguridad omnipresentes a un país sin policías y, lo que es más grave, entre siete y ocho millones de armas en manos privadas, según un informe del Instituto de Estudios Internacionales de Ginebra para la ONU. La cifra se refiere a armas ligeras, pero la gente esconde en su casa pertrechos variopintos. Esas armas se utilizan para atacar a las tropas extranjeras y para actos criminales.
LA ADMINISTRACIÓN: A vueltas con el Partido Baaz
La decisión de Washington de desmantelar la Administración del régimen del Partido Baaz -más de 30 años en el poder- se ha revelado como un fiasco. Al margen de las Fuerzas Armadas, la expulsión de todos los funcionarios ha dejado a Irak sin una burocracia capaz de poner en marcha el país. A pesar del absoluto rechazo que manifiestan los chiíes -brutalmente reprimidos durante la tiranía-, el Gobierno de Ayad Alaui aseguró ayer que relajará las leyes para permitir que 30.000 baazistas puedan regresar a la Administración. "El Gobierno interino quiere hacer de la desbaazificación un problema judicial y no político", dijo Georges Sada, portavoz de Alaui.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.