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Columna
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Reina de Corazones

Vivimos aquí, en el paisito, una especie de nirvana, estado de beatitud falsa y contingente, que nos hace flotar, ahora sí, como a unos veinte centímetros por encima del suelo (Atxaga, en La pelota vasca, refiriéndose al fin de la violencia). ¿Dónde estamos, hacia dónde vamos? Lo ignoramos, pero, a lo que parece, tampoco lo queremos saber. Ocurren cosas terribles por ahí, en Irak, en Arabia Saudita...; sube el precio del petróleo y los equilibrios económicos parecen cuestionarse precisamente por la creciente inestabilidad geopolítica; en Sudán -en buena parte de África- se matan entre sí cada día sin que aquellas muertes sean cubiertas por la CNN, pero nadie las ignora. El mundo se inquieta. Por lo demás, se produjo la tremenda desgracia del 11-M en Madrid, y la corte se reunió en la Almudena para una boda. Ya no gobierna el PP, que gobiernan los socialistas. Y, ¿nosotros?, ¿qué hacemos nosotros aquí y ahora?, ¿qué pintamos? Y casi como que no quisiéramos ni preguntárnoslo. Aquello de "Virgencita, Virgencita..." o similar.

Llevamos tiempo sin atentados, se negocia sobre el Cupo, el debate político, afortunadamente, se ha distendido sin Aznar en la Moncloa. "Virgencita, Virgencita...". Somos básicamente conservadores (mucha clase media de veraneo y sidrería), y parecemos preferir una incertidumbre a lo Reina de Corazones de Alicia en el País de las Maravillas, frente a otras incertidumbres más tangibles y reales.

Bueno, las cosas así, el Foro Nueva Economía y el Círculo de Empresarios Vascos han organizado el Encuentro 2004 de la Economía de Euskadi. Naturalmente, se invitó al lehendakari y estuvieron también el comisario de Asuntos Económicos de la UE y el vicepresidente segundo y ministro de Economía del Gobierno de España. El lehendakari les habló de cosa tan sustantiva como que ya existe un "campamento base", ¡aleluya! (Las metáforas montañeras han arraigado en el PNV. ¡Jesús!, debió proferir algún gestor empresarial, pero no quedó registrado). Al parecer, tiene ya organizado el "campamento base" para su Plan. Y su discurso continuó en ese tono de Reina de Corazones (caprichosa y arbitraria). "Antes del final de la legislatura habrá una votación en el Parlamento vasco, y la sociedad vasca sabrá qué es lo que opinamos cada cual acerca de la propuesta presentada por el Gobierno", añadió. Para él sólo se trata de un problema de mejor gestión (pongamos, de una flota de guerra o de las comunicaciones aéreas). "Queremos el autogobierno para vivir mejor, no para enfrentarnos ni para chillar con nadie"... a no ser que sea "de los nuestros". El hecho es que su Plan no lo entiende ni el comprensivo Herrero de Miñón, y mucho menos otros a quienes en ello nos va el pan y la sal. Sin ir más lejos, sectores de víctimas del terrorismo (Covite), que le recriminan sectarismo y dificultades para la convivencia, y que así lo han hecho notar estos días. El caso es que todo ese "enredo" lo piensa solucionar "en esta legislatura", un año escaso.

Aparte de la incompetencia jurídica y los dislates contenidos en su propuesta, nos está chillando sin percatarse, bajito, como persona ungida de alguna desconocida misión, a la mitad de la sociedad vasca que él debiera representar y la que debiera satisfacer con sus propuestas. En lugar de representarnos, se enfrenta a muchos de nosotros, nos chilla. En fin, cosas de la Reina de Corazones.

Para remate, aseguró en Bilbao que pretendía "reforzar" la identidad del pueblo vasco porque las sociedades "con identidad" tienen "propensión a hacer las cosas mejor". ¡Asombroso! Desde Marx, no se ha lanzado sentencia más definitiva. Admitamos que las sociedades necesitan un norte, un punto de referencia. Necesitan de cierta personalidad para reconocerse y proyectarse. El caso es que ese norte no puede ser Sancho III el Mayor, primer Emperador de los reinos de las Españas, a quien el lehendakari homenajeó anteayer como "rey de los vascos". (Junto con Arnaldo Otegi, martillo de la hamburguesa e Internet, y apasionado de la contemplación de "los montes vascos".) Ni para nacionalistas vascos (en todo caso para nacionalistas españoles), ni para el común de la ciudadanía, que quiere mirar al futuro, puede resultar un referente.

Nuestra caprichosa Reina de Corazones debiera sentar cabeza y gobernar. Y nosotros, despertar. Digo.

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