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España regresa a Europa

El dolor del pueblo español ante estos muertos y heridos es lo que ocupa en primer lugar nuestro pensamiento. Y a los españoles les ha correspondido juzgar el comportamiento de su Gobierno. Lo han hecho con una fuerza que ha superado todas las expectativas. Y porque el pueblo español se ha pronunciado, nosotros, extranjeros pero también amigos de España, tenemos el derecho a reflexionar en voz alta sobre las consecuencias del voto español, que son también las consecuencias del atentado en sí. La derrota y la eliminación de Aznar no son un acontecimiento muy importante sólo para España. Lo son también para el conjunto de Europa, donde tantos gobiernos han apoyado la guerra de Irak mientras sus pueblos la rechazaban. El caso español era el más extremo, pero Silvio Berlusconi debe estar sintiendo cómo la tierra tiembla bajo sus pies, ¿y por qué no también Tony Blair? Vayamos aún más lejos: ¿no anuncia la derrota de Aznar también la del presidente Bush? Entonces, tendríamos una gran deuda con los españoles, por haber hecho salir al mundo de una lógica de guerra y de cruzada y, por lo tanto, también de atentados terroristas, para volver a la realidad de los problemas sociales y económicos que se plantean en todas partes, incluso en España, que sin embargo tiene una tasa de crecimiento positiva que los alemanes, los franceses y los italianos no tienen. El sangriento atentado del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York nos precipitó a todos en una lógica de guerra a la que Estados Unidos se lanzó con la fe de los cruzados. La caída de Aznar, Berlusconi y Bush no eliminaría el peligro de atentados, pero permitiría a los países democráticos luchar contra la violencia internacional manteniendo a la vez una política orientada hacia la justicia y el bienestar. Ésta es desde luego nuestra prioridad: salir del enfrentamiento de los cruzados y mostrar al mundo entero que la defensa de nuestros países no es la de los privilegios de algunos o la de los planes de agresión contra el mundo. Desde la expedición de Afganistán, Occidente, dirigido por Estados Unidos, se ha implicado cada vez más en estas expediciones represivas.

La derrota de Aznar no sólo es muy importante para España, sino para Europa
La convulsión política estadounidense va a colocar a Bush en una situación muy difícil
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La derrota de Aznar en España puede señalar un giro en sentido inverso y de la misma importancia. En lugar de que los pueblos sean arrastrados por sus dirigentes, podría ser que ahora los pueblos impusieran su voluntad a sus amos. Hay que añadir que el deseo de Aznar de mostrarse como el mejor aliado del presidente Bush le ha llevado a oponerse con gran energía a los esfuerzos de reforzar Europa y en concreto a la adopción de una Constitución. El que España se integre plenamente en Europa reforzará considerablemente la fuerza de ésta, lo que señalaría la culminación de la gran obra del regreso de España a Europa, la cual se ve enriquecida además por una aportación cada vez mayor de la hispanidad al espíritu europeo. Es cierto que el atentado que ha sacudido a España y provocado tantos muertos y sufrimientos corre el gran riesgo de reproducirse, como también lo es que todos los países de Europa dan prioridad a alejar las amenazas que pesan sobre ella. Pero no se trata de subestimar la tragedia que acaba de vivir Madrid, sino de subrayar la necesidad de una integración europea más fuerte, que permita no sólo coordinar las políticas de lucha contra los atentados, sino, mucho más ampliamente, inventar y llevar a cabo una nueva política de relaciones con el mundo islámico. Seamos claros: la caída de Aznar debería comportar la de los otros dirigentes que han apoyado, en contra de su opinión pública, la política estadounidense. La opinión pública italiana ha demostrado, con el enorme éxito del movimiento Pace, su oposición a la guerra. Es más, Berlusconi es responsable en buena medida del fracaso del proyecto de la Constitución europea. Y sabemos bien que Italia está en una situación mucho mejor que Francia para sustituir a sus dirigentes actuales. Para nosotros, lo esencial es restablecer la democracia en Europa, es decir, no dar el poder más que a gobernantes que traduzcan fielmente las exigencias más fuertes de la opinión pública.

La convulsión que va a experimentar la política estadounidense a lo mejor no alcanza a Blair, pero va a colocar al presidente Bush en una situación muy difícil. No sólo ha acumulado mentiras para desencadenar una guerra, no sólo no ha puesto fin a los actos terroristas, no sólo no ha restablecido la paz y la democracia en Irak, sino que ahora se encuentra situado frente a una Europa que cada vez le resultará más difícil dividir entre "vieja" y "nueva". Nosotros no podemos saber cuál será dentro de varios meses el impacto de los acontecimientos en España y de los que quizá se produzcan en un futuro próximo, pero la seguridad, por no decir arrogancia, del Gobierno estadounidense frente a Europa les parecerá a los propios estadounidenses cada vez más peligrosa y se sentirán tentados de volver de una política unilateral a la política multilateral que tanto éxito les había dado. Estamos obligados a reconocer que vivimos en estado de guerra y, por tanto, no podemos aceptar ser simples objetos cuya suerte depende del Gobierno estadounidense sin que Europa como tal ni los gobiernos de sus naciones puedan intervenir en su destino. Europa se encuentra ahora, más directamente que en el momento de las crisis de Bosnia y Kosovo, ante la necesidad de afirmar su existencia, sus exigencias y su concepción del orden mundial.

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