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Sábado de Carnaval

La mitad de las librerías de España, por no decir todas, han enloquecido con Harry Potter y la Orden del Fénix. La consigna general es: cita a las diez de la mañana y, a ser posible, disfrazados de Harry Potter o de algunos de los personajes de la serie. Y como el sábado es Carnaval, que no se extrañe nadie si ven pululando por las ciudades a pequeños Harry Potter.

En la librería Altaïr de Gran Canaria, la fiesta empezará a las 10.45 y a las 11.00 en punto se destapará una enorme montaña de libros. Habrá un concurso de disfraces y los ganadores verán su foto expuesta en el escaparate durante una semana. La Central del Raval, en Barcelona, inaugura con Potter un nuevo espacio para los más pequeños. "¡Si no quieres ser un muggle, anímate!", reza la invitación a aprender juegos de magia, a dibujar a los personajes preferidos o a escribir a Harry Potter.

Por las diversas Fnac circularán personajes "recién llegados de Hogwarts", magos, y habrá concursos y regalos. La Casa del Libro anuncia magia, sorpresas y encantamientos. La Catalònia de Barcelona empezó ayer y continuará hoy con la lectura en inglés de Harry Potter and the Order of Phoenix.

A estas alturas ya nadie duda de que las aventuras del joven mago se han convertido en un fenómeno y todo lo que le rodea aviva la imaginación. La propia historia de su creadora va camino de convertirse en leyenda. Joanne Kathleen Rowling (Gloucestershire, Inglaterra, 1965) es licenciada en Filología por la Universidad de Exeter. En 1990, en un viaje de Londres a Manchester, su tren sufrió una avería. Durante las cuatro horas que duró la espera, Rowling concibió la serie de Harry Potter: los personajes, las aventuras y su desarrollo en siete volúmenes. La fue madurando y empezó a escribirla en 1994 en condiciones muy precarias. Se acababa de divorciar, tenía una hija de tres meses y carecía de trabajo y de dinero. Para ahorrar en calefacción, escribía en cafés mientras Jessica dormía en su cochecito. Cuando acabó Harry Potter y la piedra filosofal, como no podía pagarse las fotocopias, pasó el original varias veces a máquina y lo envió a varios agentes, entre ellos Christopher Little, que, por cierto, también era bastante nuevo en el oficio. Doce editoriales lo rechazaron por su extensión. Al final se lo quedó Bloomsbury, una pequeña editorial independiente y muy selectiva. No muy convencida, hizo una primera tirada de 4.000 ejemplares. Reeditó rápidamente.

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