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Tribuna:
Tribuna
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La incoherencia del Vaticano y de la Iglesia

Uno de los desarrollos más positivos que ocurrieron en España durante las movilizaciones populares en contra de la invasión militar de Irak por parte de las tropas estadounidenses y británicas fue la postura del Papa y del Vaticano, así como de la Iglesia católica española, en contra de aquella intervención militar que, sin lugar a dudas, contribuyó significativamente al éxito de aquellas movilizaciones frente a un Gobierno y a un partido que, a pesar de su aconfesionalismo, hace gala de su tradición y raíces cristianas. Todas las personas que se opusieron a la intervención militar en Irak deben agradecer tal compromiso de la Iglesia con la paz. Otro aspecto que también considero atrayente del presente Papa ha sido su voluntad de, en nombre de la Iglesia católica, pedir perdón a los pueblos que sufrieron persecución e incluso genocidio, como fue el caso del pueblo judío, debido, en parte, a las doctrinas de la Iglesia católica (tal como su antisemitismo) y a sus políticas de apoyo a regímenes políticos que realizaron tales actos de enorme violación de los derechos humanos de aquellos pueblos.

No hay lugar a dudas de que esta condena de tal persecución y genocidio por parte del Papa, así como su petición de que se perdonara a la Iglesia católica por su apoyo a tales doctrinas y gobiernos, estimuló a la mayoría de las Iglesias católicas en los países de la Europa Occidental a condenar el nazismo y el fascismo, pidiendo perdón a los pueblos en donde tales Iglesias colaboraron y apoyaron a esos regímenes. En los últimos años hemos ido viendo, país tras otro, cómo la jerarquía católica ha ido pidiendo perdón por tal apoyo, siendo el caso último el de la Iglesia católica francesa, que pidió perdón por su colaboración y apoyo al régimen de Vichy, aliado francés del régimen nazi alemán. La única excepción ha sido la Iglesia católica española, que todavía hoy no ha condenado al régimen franquista, instaurado en España por un golpe militar que contó con la ayuda de las tropas de Hitler y Mussolini y con la activa participación y apoyo del Vaticano y de la Iglesia católica española, que bendijeron al golpe militar y la guerra que generó, definiéndolo como cruzada. Más tarde, la Iglesia católica española se convirtió en parte intrínseca de aquella dictadura, una de las más represivas que han existido en la Europa Occidental del siglo XX (según estudios de política europea contemporánea tales como los del profesor Malefakis, de la Columbia University de Nueva York, por cada asesinato político que el régimen de Mussolini realizó, Franco asesinó a 10.000).

Debido a estos hechos tengo que reconocer que considero una incoherencia que el mismo Papa y la misma Iglesia católica que se ha opuesto a la guerra de Irak no hayan condenado el golpe militar y horrible guerra que se desató en España (causando la muerte de más de 300.000 españoles), creando un sufrimiento en la población española mucho mayor que el que ha experimentado la población iraquí. Durante tres años, las fuerzas golpistas bombardearon deliberadamente poblaciones civiles, siendo la primera vez en la historia de Europa que el terror aéreo en contra de poblaciones civiles se establecía como parte de una estrategia militar. Así, en la ciudad de Barcelona, donde vivo, hubo cerca de 3.000 civiles muertos por estos bombardeos realizados por la aviación fascista italiana (que, por cierto, tiene todavía hoy un monumento en la ciudad de Palma de Mallorca, de donde partían los aviones). Lo mismo ocurrió en muchas otras ciudades españolas, siendo el caso más conocido internacionalmente el de la ciudad vasca de Guernika, inmortalizada por el cuadro de Picasso que lleva el mismo nombre y que se convirtió en un símbolo de denuncia de la brutalidad de los bombardeos de poblaciones civiles, incluyendo el caso de Irak. Muchas demostraciones en contra de la guerra de Irak que ocurrieron en Europa y en EE UU estaban encabezadas con la reproducción de tal cuadro. Todos estos bombardeos en España contaron con el apoyo y bendición de la Iglesia católica española con el pleno conocimiento y aprobación del Vaticano. La brutalidad de los bombardeos -que crearon problemas enormes de abastecimiento de agua y alimento entre la población, como ahora ha ocurrido también en Irak- despertó, como ha ocurrido también hoy, una protesta internacional, con manifestaciones en las calles de París, Londres, Estocolmo, Nueva York, San Francisco, México, Bogotá y otras ciudades. Estos bombardeos fueron parte de una política de exterminio del adversario estableciendo el terror de la población como una estrategia del Ejército sublevado, tal como lo escribieron los generales que lideraron el golpe militar en contra de un sistema democrático que gozaba del apoyo popular, como lo demuestra que las tropas sublevadas necesitaran tres años -además de la gran ayuda de Alemania e Italia- para poder vencer, estableciendo una dictadura que continuó su política de terror hasta el último día de su existencia. La Iglesia española fue parte beligerante del conflicto militar primero y del Estado franquista después (sus obispos eran elegidos por el dictador y sus sacerdotes cobraban del erario público), contribuyendo con su ideología y práctica a la represión de aquel régimen. Su justificación -como también ha justificado el presidente Bush su invasión a Irak- fue su lucha en contra del Mal, del Anticristo, con el agravante de que en el caso español el mal no era un dictador como Sadam Husein, sino un Gobierno elegido democráticamente con amplio apoyo popular.

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La Iglesia católica española homenajeó a las fuerzas franquistas, honrando a sus muertos como "caídos por Dios y por la patria", enterrando en su seno y con gran visibilidad y protagonismo a los que dirigieron aquella represión. Ejemplos hay miles. En la famosa basílica de la Macarena de Sevilla está enterrado al general Queipo de Llano, llamado "el carnicero de Andalucía" por su enorme brutalidad, contrastando tal honor con el trato de los asesinados republicanos, demócratas, muchos de ellos todavía desaparecidos, sin que la Iglesia o el Gobierno franquista, o lo que es incluso más criticable, los gobiernos democráticos ayudaran a sus familiares a encontrarlos, enterrarlos y homenajearlos.

Soy consciente de que un argumento muy extendido en España es que el lado republicano llevó a cabo una persecución religiosa que justificó el apoyo de la Iglesia al lado golpista. Este argumento ignora, sin embargo, algunos hechos esenciales. Uno de ellos es que la República no tuvo como política una estrategia de persecución o asesinatos políticos. La República introdujo una serie de reformas necesarias y urgentes, como el promover la escuela pública, disminuyendo el protagonismo de las escuelas religiosas; el gravar a las propiedades de la Iglesia; el reducir sus enormes privilegios como eran los subsidios estatales a la Iglesia; el legalizar el divorcio y el aborto, tomando muchas otras medidas a las que la Iglesia, en defensa de sus intereses corporativos, se opuso por todos los medios, incluyendo el apoyo y participación en el golpe militar, siendo parte beligerante en aquella contienda. En realidad, la Iglesia católica española, a través de representantes suyos, había llamado a un golpe militar en varias ocasiones durante la República, y su papel durante la República, lejos de ser apolítico, fue partidista en extremo. La evidencia histórica de esta realidad (ignorada por la historia tergiversada que se presentó durante la dictadura y no corregida durante la democracia) es abrumadora. De ahí que, cuando el golpe militar ocurrió el 18 de julio, partes de la población salieron a la calle y tomaron la justicia por su mano, indignados, no sólo por el golpe militar, sino por las atrocidades que los golpistas estaban cometiendo y que pronto fueron conocidas en el lado republicano. La mayoría de los asesinatos a religiosos (el 90%) tuvieron lugar durante los meses que siguieron al golpe militar. Este tomarse la justicia por su mano debe ser denunciado. Ahora bien, tiene que subrayarse que no contó con el apoyo de la República, la cual intentó por todos los medios que se terminaran, consiguiéndolo. No así en el lado franquista, en que tales asesinatos fueron políticas de Estado y continuaron hasta la muerte del dictador.

Existe, pues, una clara contradicción entre la oposición a la intervención militar en Irak y el apoyo al golpe y a la intervención militar en España. Tal contradicción se acentúa con la santificación de lo que la Iglesia llama sus mártires (incluyendo ahora al sacerdote Poveda, capellán real de Alfonso XIII), religiosos asesinados por fuerzas contendientes del lado republicano. Se me dirá que la motivación de tales actos de santificación es meramente religiosa sin ninguna connotación política. Pero tal argumentación tiene escasa credibilidad, puesto que si tal fuera la motivación, uno esperaría que la santificación incluiría también religiosos asesinados en ambos lados del conflicto, puesto que hubo también religiosos, sobre todo en Cataluña y en el País Vasco, que apoyaron a las fuerzas democráticas y que fueron asesinados por las tropas franquistas. Honrar a las víctimas de un lado es, consciente o inconscientemente, tomar partido en aquella contienda. De nuevo, se me dirá que hubo muchos más religiosos asesinados por los republicanos que por los franquistas, y de ahí que sea lógico que el Papa honre a la mayoría. Pero tal argumento ignora el contexto de aquellos hechos en que la Iglesia era parte beligerante de aquel golpe. Homenajear únicamente a aquellas víctimas es presentar a la Iglesia como "víctima" en lugar de lo que fue, un contendiente victorioso de un conflicto que dañó enormemente a la población española, imponiendo además un gran retraso económico, político y social al país. Estos homenajes del Papa contribuyen así a la enorme tergiversación que ha ocurrido en la historia de España. De ahí que considere que las fuerzas democráticas, que nunca deberían haber contribuido al silencio sobre lo que ocurrió en España desde 1936 hasta 1977 (permitiendo la tergiversación histórica), deberían respetuosamente criticar tales beatificaciones y santificaciones, realizadas días antes de las elecciones, subrayando la incoherencia en la postura pro paz del Papa en Irak y pro guerra en España, exigiendo del Vaticano y de la Iglesia española una condena a aquel régimen y a aquel golpe militar y una petición de perdón al pueblo español por haber sido un actor en una de las dictaduras más negras de la historia española. Ello sería un paso, por fin, a la reconciliación, cerrando las heridas que todavía permanecen abiertas para millones de españoles que fueron víctimas de la dictadura y de la Iglesia.

Una última observación. Soy consciente de que algunas voces de la oposición se alegran de la visita del Papa por creer que pudo representar una situación incómoda para el Gobierno conservador debido a su apoyo a la intervención militar que entra en conflicto con la postura contraria a tal intervención por parte del Papa. Pero tales voces ignoran que la corrección de nuestra tergiversada historia es más urgente y necesaria (que la oposición del Vaticano a una política concreta del Gobierno) para crear una cultura democrática, como son muy conscientes de ello las fuerzas conservadoras (incluyendo el partido gobernante) que se oponen a tal corrección, por beneficiarse de ella.

Vicenç Navarro es catedrático de Ciencias Políticas de la Universitat Pompeu Fabra y autor de Bienestar insuficiente, democracia incompleta (premio Anagrama de Ensayo 2002).

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