Un motín en una cárcel de Honduras acaba con 69 muertos y una treintena de heridos
Los presos, agrupados en bandas, pelearon salvajemente y provocaron incendios en las celdas
La batalla campal originada en la granja penitenciaria acabó en un suceso que se ha calificado de "horrendo, sangriento y sin precedentes históricos". Los miembros de las dos pandillas rivales que se enfrentaron, denominadas mara Salvatrucha MS y mara 18, pelearon encarnizadamente. El viernes anterior, las autoridades penitenciarias habían decomisado a los pandilleros más de 42 puñales y varios machetes, sin embargo, en las investigaciones se ha determinado que los mareros supuestamente poseían seis armas de fuego, las mismas que fueron usadas en la refriega.
De acuerdo con el recuento oficial tras los hechos, que se prolongaron por espacio de poco más de una hora, murieron 59 pandilleros, seis presos no pandilleros, tres mujeres que estaban de visita y un policía. Muchos de los cuerpos fueron encontrados decapitados y otros carbonizados por el fuego de los incendios provocados que se extendieron por las celdas. Entre los heridos se encuentra una niña recién nacida que, junto a su madre -también herida de bala-, estaba en la dirección del penal cuando se organizó el amotinamiento.
"En la batalla, un grupo de 26 pandilleros optó por confinarse en la celda número seis para poder defenderse y atacar en grupo, pero como los internos que no pertenecen a banda alguna no estaban dispuestos a dejarlos con vida, los encerraron con llave y les prendieron fuego. La mayoría fueron encontrados carbonizados en el baño del recinto", según narró un corresponsal del diario La Prensa, de Tegucigalpa, que fue testigo de lo sucedido.
Los 30 heridos son atendidos, no sin graves complicaciones y carencias materiales, en el hospital Atlántida, donde médicos y enfermeras no han dado abasto. "Hemos recibido a un total de 30 heridos, en su mayoría jóvenes; esto ha sido duro, nunca en la historia de este hospital se había dado un hecho de esta naturaleza. Hemos contado con todo el personal que tenemos en servicio para una mejor atención", afirmó Mirna Martínez, directora del centro hospitalario.
Igualmente, la morgue del hospital de La Ceiba no pudo acoger en sus instalaciones a los 68 cadáveres, por lo que fueron trasladados hacia la ciudad de San Pedro Sula, segunda capital de esta nación centroamericana.
El penal, denominado El Porvenir, está a 350 kilómetros al norte de Tegucigalpa. En él están recluidos más de 1.600 reos, en su mayoría miembros de pandillas juveniles, que en Centroamérica se denominan maras. Cuando el presidente hondureño, Ricardo Maduro, se acercó hasta el lugar de la matanza dijo sentirse "asustado ante los cuadros" que pudo observar en la institución penitenciaria. Ordenó la destitución y detención del alcaide del penal, Danny Rodríguez, y pidió a sus ministros que investiguen profundamente lo sucedido.
El analista Víctor Meza, director del Centro de Documentación de Honduras (Cedoh), explicó que "la tragedia ocurrida en El Porvenir se veía venir, pero nadie se imaginó que fuera de tal magnitud". "Hay que tener en cuenta que tenemos un obsoleto sistema penitenciario, lentitud de todo el sistema de administración de justicia, incapacidad de las autoridades de poner normas mínimas de orden en el interior de los penales y, finalmente, corrupción. De lo contrario no se podría explicar la existencia de armas en manos de los prisioneros", añadió.
En Honduras, con cinco millones de habitantes, el 60% de ellos en la pobreza, existen 26 centros penales con capacidad para 5.500 reclusos, pero actualmente albergan más de 13.000, de los cuales sólo el 14% ha recibido sentencias debido a los retrasos de la justicia.
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