_
_
_
_
Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Gato por liebre

Sarah Waters es, al parecer, una novelista de éxito en el Reino Unido. Su fórmula, si mi información no me falla, es tomar un género y darle la vuelta con un golpe de ingenio. En esta novela, el ingenio consiste en escribir una novela decimonónica levantándole las faldas para enseñar lo que hay debajo. No se trata de hacer una novela actual según la tradición decimonónica, sino de escribir una obra decimonónica con talante actual. Su novela se desarrolla en la Inglaterra victoriana, pero donde Wilkie Collins, pongo por caso, hiciera decir "¡en absoluto!" a un personaje en un momento de contrariedad, Sarah Waters le hace decir "¡por los cojones!".

Cuando el lector de buen talante se interna en Falsa identidad piensa que se halla ante una inteligente parodia actual de un género ya establecido. Sin embargo, a medida que avanzamos en la lectura, empezamos a sospechar que no se trata sino de un truco ideado para dar gato por liebre a lectores ingenuos. Esa conclusión se extrae, sobre todo, de tres evidencias. La primera es la incapacidad de hacer progresar narrativamente una intriga que aqueja a la autora. Sarah Waters parte del mismo catálogo de situaciones de un Wilkie Collins, al que citaré deliberadamente como ejemplo. El lector de Collins, un maestro de la intriga, sabe que no hay suceso o descripción en sus novelas, por pequeños que éstos sean, que no esté al servicio del progreso dramático de la historia. Por el contrario, en la novela de Waters, la vida en el campo o el suburbio y las actitudes y movimientos de sus personajes se convierten en una acumulación farragosa y repetitiva que no produce avance sino estancamiento; la minuciosidad en la descripción de la acción opera como un animal enjaulado que da vueltas sobre sí mismo antes de acostarse agotado en el suelo. No hay progreso en los personajes, que están definidos desde el primer momento y todo lo que hacen es demostrar continuamente que son quienes ya sabemos. Y la intriga no los ayuda, pues los escasos golpes de timón del relato se parecen más al golpe de impresión de esos sustos que nos dan en las películas baratas de terror que al miedo construido con pericia e inteligencia.

FALSA IDENTIDAD

Sarah Waters

Traducción de Jaime Zulaika

Anagrama. Barcelona, 2003

624 páginas. 24 euros

FALSA IDENTITAT

Sarah Waters

Traducción al catalán de Rosa María Calonge

La Magrana. Barcelona, 2003

496 páginas. 24 euros

Más información
"Mi intención es excitar al lector"

La segunda evidencia es la

torpeza en la estructura. La autora nos propone un cambio de puntos de vista entre las dos heroínas de la historia y, de nuevo, lo que parece ingenio es sólo apariencia: la voz de las dos mujeres es la misma, en expresión y en concepción del mundo, lo que, siendo la una arrabalera analfabeta y la otra una dama de la gentry demuestra las pocas ganas de trabajar en la construcción de un personaje por parte de la autora.

La tercera evidencia es la inverosimilitud de la historia, no porque parezca un folletinazo de tomo y lomo -lo cual podría haber sido un punto a su favor si hubiese tenido una intención de cierto alcance literario-, sino porque en su deseo de fascinar al lector embarcándolo en una apariencia de desenfado y novedad, acaba montando una historia tan alambicada y retorcida que ni considerándola bajo una óptica humorística se tiene de pie. Hoy, el lector actual, -que no está especialmente necesitado de que nadie le cuente un historia de heroínas y malvados de ayer con el lenguaje desenvuelto y descarado de hoy- cuando se sienta a leer, por ejemplo, a Collins, lo primero que admira es la coherencia con que están armadas sus historias al servicio de unos personajes que se van abriendo y completando a medida que el drama crece y ambos, trama y personaje, se enriquecen mutuamente mientras la intriga avanza construyéndose sin dejar un cabo suelto, tanto por la superficie del relato como por debajo de él.

Falsa identidad es una novela plana. El ambiente seudovictoriano, el lenguaje descarado que alterna con el pastiche pretencioso, las maldades carcelarias de un centro psiquiátrico, viejos señores como Sades de provincias, unos toques adecuados de lesbianismo y golpes de efecto traídos a voluntad del autor y no de las exigencias de la narración... son los elementos que conforman esta triste manifestación de lo que hoy se considera glamour novelesco. La heroína, al final, descubre al lector -como podía haber descubierto cualquier otra cosa, porque lo de justificar los hechos no afecta a la escritura de Sarah Waters-, que se gana la vida escribiendo libros porno, lo que resulta de lo poco gracioso del libro y, desde luego, una ocupación más digna que la de la autora de esta novela.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_