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Columna
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Trance chismoso

El doctor Frankenstein televisivo ha parido Corazón dormido, un híbrido de cotilleo y fenómeno paranormal. Corazón e hipnosis en un solo plato, servido por Antonio Hidalgo como jefe de sala, Ricard Bru como cocinero y seis periodistas. Famosos sometidos a hipnosis comparecen ante este tribunal de chismólogos que, siguiendo la dura tradición de Tómbola, Salsa rosa o Abierto al anochecer, intentan sonsacar a su víctima. Nadie les obliga, lo cual permite suponer que los hipnotizados aceptan un juego que, en su primera noche, resultó largo, reiterativo y ridículo a ratos. Hace tiempo que los límites de la privacidad han sido dinamitados en televisión y, por tanto, no puede sorprendernos esta nueva vuelta de tuerca, pariente de La máquina de la verdad y de otros circos envueltos en un halo de camelística científica.

Aplicada a la condición sentimental, sexual o profesional de Marc Ostarcevic, Sofía Mazagatos, Bibiana Fernández o Arévalo, la hipnosis se banaliza por acumulación y uno acaba sintiendo lástima por esos conejillos de Indias. Aunque la verdad es que, teniendo en cuenta cómo está el patio, casi prefiero al famoso hipnotizado que despierto. Mientras duró su estado de trance, Marc Ostarcevic me recordó a uno de esos personajes de película de Kusturica que, harto de vino, duerme la mona entre delirios recordando a la mujer de su vida. Los periodistas utilizan la mediación de Bru, el hipnotizador conocido por otros trabajos, para preguntar. La solemnidad artificial del escenario añade misterio a la cosa, pero gracias a los efectos de luz y a una banda sonora cutre el paisaje resulta hortera, aunque fascinante, sobre todo ese embudo de neón que parece un desagüe existencialista conectado a un insondable agujero negro.

Ni siquiera Antonio Hidalgo, que suele salvar muchas papeletas a base de naturalidad y simpatía, consiguió levantar un espectáculo que se quedó estancando entre lo morboso y lo banal. Corazón dormido y Gran Hermano compitieron el jueves en pausas publicitarias, interrumpiendo su curso simultáneamente. Lo curioso es que el invitado seguía en trance esperando a que terminaran los anuncios. La fórmula tiene posibilidades. Hidalgo podría invitar a algunos políticos para que escarben en su pasado y nos ofrezcan alguna jugosa regresión rememorando viscosos momentos de su pasado.

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