_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Falsos medicamentos

El desmantelamiento de una extensa red acusada de fabricar y distribuir un medicamento ilegal supuestamente indicado contra el cáncer y el sida, entre otras enfermedades, ha puesto de manifiesto la fragilidad del sistema de seguridad en la prescripción de fármacos. ¿Cómo es posible que un producto no registrado por Sanidad se haya distribuido y recetado en toda España durante años sin que se activaran los mecanismos de control? La sustancia que se ha comercializado bajo el nombre de Bio-Bac tiene una larga historia a sus espaldas desde que su creador, un farmacéutico de Córdoba, intentara registrarla a principios de la década de los setenta como 'una autovacuna de enzima viviente contra el cáncer'.

Los sucesivos intentos fallidos de legalizar el producto no activaron, como hubiera sido lógico, una vigilancia especial sobre las actividades de sus promotores, de modo que no sólo habían logrado crear un laboratorio clandestino para producir el fármaco, sino que habían constituido una red de distribución a través de médicos naturalistas a los que habían captado en congresos y reuniones científicas. Que alguien pretenda lucrarse a costa de la desesperanza de enfermos terminales o sin tratamiento posible es del todo censurable y merece una severa sanción penal. Pero la responsabilidad de lo ocurrido no termina en quienes directamente han cometido el presunto delito.

También es imputable a quienes no fueron capaces de impedir ese abuso. Al menos desde el año 2000, las autoridades sanitarias tenían constancia de que el fármaco se estaba recetando y de que se vendía incluso a través de Internet, algo por otra parte muy fácil de verificar. Y sin embargo, la red clandestina ha estado operativa y en expansión durante estos dos años, en los que cientos de pacientes han sustituido el tratamiento oncológico que recibían por una falsa esperanza sin garantía terapéutica alguna.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

El hecho de que tantos pacientes hayan sucumbido ante la propaganda de un medicamento que se presenta con la burda pretensión de combatir al mismo tiempo enfermedades de naturaleza tan diferente como el cáncer, el sida, la hepatitis o la artritis, sólo es explicable por una combinación de ignorancia y desesperación.

Pero los médicos que recetaban este producto, ni estaban desesperados ni podían ignorar que el fármaco no cumplía ninguno de los requisitos necesarios para poder ser recetado, pues ni había superado los ensayos clínicos que se exigen para probar su eficacia y seguridad, ni había obtenido el registro oficial como medicamento, ni podía ser adquirido en una farmacia. Es evidente, por ello, que tampoco han funcionado los mecanismos de control deontológico de los colegios profesionales.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_