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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

UE, amplia y estricta

La próxima ampliación de la UE, que incluirá a 10 nuevos países, se hará sin aumentar la tarta del presupuesto. Lo que valía para 15 tendrá que valer para 25. Si en diciembre se cierran con éxito en Copenhague las negociaciones, habrá una Unión mucho más amplia pero también mucho más estricta. El compromiso franco-alemán para congelar los gastos de la Política Agrícola Común (PAC) a partir de 2006 precipitó ayer en Bruselas un acuerdo del Consejo Europeo que permite afrontar esta histórica aventura de la gran ampliación al Este, aunque se endurecen las condiciones a los candidatos en lo referente a la integración agrícola y los fondos estructurales.

El Consejo Europeo de Bruselas ha avanzado las negociaciones que habrán de cerrarse en 2006, ya con los nuevos dentro y por unanimidad, sobre las grandes líneas presupuestarias de la UE para el siguiente septenio. La posición franco-alemana tiene mucho que ver con sus propios problemas económicos. Berlín, el mayor contribuyente, y París se encuentran bajo el fuego cruzado de la presión para aumentar el gasto público frente a la crisis y de los avisos del Banco Central y de una parte de la Comisión Europea para que no sobrepasen el límite de déficit del 3% del PIB, previsto en el Pacto de Estabilidad para la zona euro.

No se puede pedir a Alemania a la vez que gaste menos y que aporte más a las arcas de Bruselas. Se requiere un Pacto de Estabilidad, pero el que sirvió para llegar al euro quizá no es el adecuado para los malos tiempos de la nueva Europa. El eje franco-alemán ha salido recompuesto de Bruselas, si bien con las cartas marcadas. A cambio de que Alemania no pague más, Francia garantiza la supervivencia de la PAC y retrasa su reforma, para desesperación de Blair. Éste ha sido el perdedor, pues si ha eludido que se plantee ahora una revisión del cheque británico, sabe que este logro de Thatcher está ya en la mesa de discusión.

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Aunque Aznar haya esquivado el primer golpe, en Bruselas ha quedado patente que a la congelación de los gastos agrarios le seguirá, en lo que se anuncia como una dura negociación en 2006, la reducción de los fondos estructurales para los que más reciben de la UE. Entre ellos se encuentra España, que recibe anualmente de la Unión el equivalente a un 1% de su PIB; una transferencia que facilita el déficit cero.

Los fondos han servido para aumentar la prosperidad de sus destinatarios, pero ahora llegan otros que los necesitan más. Es obligado que la ampliación salga bien y que cuente con el apoyo de los socios que en otros momentos se beneficiaron de la generosidad para los países con menos renta, como fue el caso de España, Portugal, Grecia e Irlanda. La incorporación de estos últimos se saldó con un éxito para todos, los Estados y la propia Unión. Europa debe seguir ahora construyéndose desde la solidaridad entre los que ya están en la UE -que han de compartir equilibradamente los costes de la ampliación- y los que llegan.

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