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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La búsqueda permanente

Israel Galván se nos está convirtiendo en la x de las ecuaciones matemáticas, la incógnita esa que nunca lográbamos despejar. Cada nueva propuesta suya es una puerta abierta a la esperanza, en vano porque después de verla seguimos inmersos en la confusión. En estas Galvánicas -cuatro piezas de distinto signo- encontramos a un Galván en la búsqueda permanente de algo que no se me alcanza muy bien. Tampoco tengo claro que él lo sepa, y mucho menos que el arte flamenco pueda asimilar exploraciones semejantes.

Hablamos, en todo caso, de un trabajo serio, hecho por profesionales y no por irresponsables. El primer tema, Farruca del día once, sobre música muy compleja de Gerardo Núñez, se extiende durante media hora y es un buen exponente del 'baile de laboratorio' habitual en él: se planta en el escenario, marcando bien los espacios, y va exponiendo sus movimientos, descomponiéndolos con parsimonia, como si de una sesión didáctica se tratara. Después vienen los cambios de ritmo, los silencios y las tensiones dramáticas, con la música de farruca como hilo conductor que aglutina otras muchas músicas. No se narra una historia explícita, pero ciertamente lo ocurrido el 11 de septiembre de 2001 en Nueva York está muy presente en el tema.

Galvánicas

Coreografía: Israel Galván. Baile: I. Calván y su Compañía: Invitados: Carmen Cortés, Manuel Soler, Pastora Galván. Guitarra: Gerardo Núñez. Cante: Arcángel, Segundo Falcón, Julio Jara. Músicos: Marc Miralta, Manolo Nieto, Rafael Marinelli. Teatro Central, Sevilla, 27 de septiembre.

La Guajira del extravío viene a ser un paréntesis en la interpretación de Galván, puesto que los aires musicales, basados en los estilos de procedencia americana, propician una apreciable ligereza en el desarrollo, que no en la forma de afrontar su baile.

Tonás del Angelus, que bailó Galván con Carmen Cortés, marcó otro punto culminante del espectáculo. Es obra densa, de no fácil comprensión, como corresponde a las lecturas que hizo Dalí de un famoso cuadro de Millet. Hay belleza, pese a lo complejo del tema. Bailaora y bailaor hacen una danza extremadamente moderna, casi pura expresión corporal y ya muy alejada de lo flamenco. Sin embargo bailan sobre las músicas más flamencas que oímos en la noche, unos bellisimos cantes a palo seco que hicieron admirablemente Arcángel y Falcón.

Por último el Romance de la Guardia Civil española, con el texto lorquiano y con una música desaforada de Luigi Nono. No baila Galván, aunque la coreografía con una docena de intérpretes, en un contexto de gran violencia y que, artísticamente, no me pareció demasiado estimable.

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