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Reportaje:

El taller del duende

El mecánico Felipe Scapachini gana el Concurso Nacional de Cante por Alegrías

En el taller mecánico de Felipe Scapachini, en la gaditana calle Benjumeda, un viejo vídeo Betacam reproduce de la mañana a la noche desvaídas imágenes flamencas. Entre carburadores y escapes se amontonan cintas de cante jondo, afiches, cuadernos cubiertos de letras flamencas, primorosamente clasificadas por palos y orden alfabético. Aquí pasa el día este cantaor de sesenta años, eterno aficionado, pese a gozar de un palmarés envidiable.

Hijo de buenos aficionados al cante, primo hermano del célebre Bendito, hizo sus primeros ensayos siendo un niño. 'Mi casa ha sido siempre muy flamenca. Raro era el día en que no había algo de juerga', recuerda. Ya en 1954, fue anunciado en el Gran Teatro Falla como Felipillo Scapachini, el flamenco en miniatura. Pero algo le disuadió de perseverar en este arte: 'Cuando iba a la escuela, veía a los cantaores de entonces aguantando la guasa de los señoritos y me decía, ¿pero ésta qué vida es?' Mientras hacía la mili en Torrejón de Ardoz, estuvo tentado de ingresar en el circuito de tablaos madrileños de la mano de su compadre Chano Lobato. Pero la vida y el apego de Scapachini por su Cádiz natal le llevaron por otros derroteros.

Nada ha podido arrebatarle, en cambio, su amor por el cante. Ha subido a las tablas junto a guitarristas como Isidro y Manolo Sanlúcar, Rafael Riqueni, Paco Cepero y Parrilla de Jerez. Ha cantado para Sara Baras cuando era una niña y ha obtenido reconocimientos en los festivales de Ronda, Málaga y Utrech, así como en los concursos nacionales de Córdoba y de Las Minas. También se llevó de Santa Coloma el Yunque Flamenco.

Recientemente, en su tierra, ganó el primer premio del Concurso Nacional de Cante por Alegrías, un certamen con medio siglo de antigüedad que antaño ganara Manolo Vargas -uno de sus maestros junto a Pericón, Aurelio Sellé y sobre todo Caracol-, y ante un jurado presidido por Fosforito. 'Ahora mismito no le doy importancia, pero en ese momento pensé que, de alguna manera, era algo histórico. Fue una gran satisfacción moral y una enorme responsabilidad. Yo, en cualquier lado, canto más tranquilo que en mi Cádiz', afirma.

Este logro le ha dejado, sin embargo, un regusto agridulce. 'Aquí, a lo nuestro, se le presta la atención mínima. Es lamentable que no haya un buen programa de flamenco en la radio, ni especialistas que lo divulguen. Todo se lo lleva el Carnaval, un mes antes de que empiece ya le están dedicando un periódico especial todos los días', protesta Scapachini, que no en vano tiene un hijo chirigotero y un hermano que hizo historia en la modalidad de cuartetos.

Va por Jorge Luis Borges

Al cantaor Scapachini sólo le queda una asignatura pendiente: poder hacer un disco 'en condiciones'. 'Nunca he grabado ninguno, pero las casas no quieren flamenco puro. Muchas veces me han reprochado que esté tan identificado con Cádiz, con las cosas de La Perla, con los tientos de Pericón... Pero yo no tengo que cantar de otra manera', apostilla. Como todo flamenco veterano, Felipe Sacapachini atesora recuerdos imborrables de su larga trayectoria. Por ejemplo, conoció a Paco y Pepe de Lucía cuando, siendo aún Los Chiquillos de Algeciras, visitaron la emisora de Radio Juventud de Cádiz. Años después, en Utrech, una enorme torreta decorada con un cartel que rezaba Flamenco de Cai le erizó la piel. 'La adrenalina se me disparó: aquel público tan callado, tan pendiente de los gestos del cantaor, el escenario lleno de tulipanes... fue demasiado', evoca. Pero su recuerdo favorito pertenece a aquella Bienal de Sevilla de 1984, cuando supo que entre el público se encontraba el escritor argentino Jorge Luis Borges. 'Fue verlo entrar, del brazo de Carmen Romero [esposa del entonces presidente Felipe González] y sin que pudiera esperárselo, le ofrecí mi cante por alegrías. Aquel hombre, anciano y ciego como era, vibraba', asegura Scapachini. 'Para qué vamos a ronear, yo no había leído nada de él', añade el artista, 'pero Fernando Quiñones, que también iba con él, nos contó en los camerinos de quién se trataba, y yo supe que era un hombre grande'. Al cabo de los años, el propio Quiñones recordaría lo mucho que llamó la atención del maestro bonaerense 'el apellido, como de divo de ópera' de aquel cantaor de Cádiz. El próximo día 21, Felipe Scapachini volverá a la Bienal de Sevilla con una delegación de figuras flamencas gaditanas, entre las que se hallan Mariana Cornejo, Gineto, Santiago Donday y Rancapino.

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