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¿Existe el Forum Babel?

Francesc de Carreras

Con cierta frecuencia algunos amigos suelen preguntarme si existe todavía el Forum Babel. También periódicamente algunos analistas advierten tendencias babélicas en la sociedad catalana. En ocasiones, aparecen carteles o pancartas insultantes para algunos miembros del Foro Babel. Hace pocos meses, un diputado de CiU formuló en el Congreso una ridícula pregunta parlamentaria sobre las subvenciones que había recibido el Fòrum Babel del Gobierno del PP, cuya obvia respuesta fue que nunca le había pedido subvención alguna. Hace dos semanas, el señor Huguet, diputado de ERC, en un debate en el Parlament de Catalunya se inventó la extraña historia de que miembros del Foro Babel se habían entrevistado con el señor Mayor Oreja con objeto de proponerle que desviara hacia Cataluña más inmigrantes extranjeros que hacia el resto de España.

Todo ello indica que Babel sigue vivo en el recuerdo de muchos, aunque si bien unos lo querrían más activo, otros lo ven como un fantasma oculto que perpetra oscuras maniobras. Pero ¿existe el Forum Babel?

Quizá para poder contestar a esta pregunta hayamos de remontarnos a unos años atrás. Babel surgió exactamente por una única causa: para tratar a la luz pública, con total libertad y abiertamente, el tema del nacionalismo catalán desde una posición discrepante de la oficial. Hasta entonces, sólo algunas voces aisladas desde el campo intelectual y una sola voz desde el campo político se habían atrevido a discrepar en público del nacionalismo dominante. Por el contrario, en privado eran muchos los que consideraban aberrante que en una sociedad plural como la nuestra no surgieran posiciones distintas a este pensamiento único. Todavía sin nombre, por tanto, el babelismo como corriente de fondo ya existía en la sociedad catalana antes de aparecer Babel. Sólo había que darle un cauce apropiado para que se diera a conocer en público.

Tras un intento frustrado de diálogo con sectores del nacionalismo catalán, un grupo de amigos decidió elaborar dos manifiestos para que fueran debidamente firmados por personas de peso en el mundo literario, artístico, intelectual y profesional de Cataluña. En cierto modo, estos dos manifiestos hechos públicos en 1997 y 1998 son el principal bagaje del Foro Babel.

En la Cataluña de aquella época, un plácido balneario, los dos manifiestos tuvieron el efecto de una piedra arrojada a un estanque quieto como una lámina de plata. Ésta era, en realidad, nuestra principal intención, plenamente conseguida. En el fondo, lo que queríamos era algo muy simple: discrepar del pensamiento oficial sin pedir permiso a nadie, romper el tabú de un silencio forzado y artificial para decir, muy sencillamente pero con contundencia, que no todos comulgábamos en esta materia con las mismas ideas, dejar claro ante la opinión pública que algunos disentíamos y no podíamos estar por más tiempo callados. En definitiva, lo que pretendíamos era que, con la autoridad que nos daban muchas de las firmas más conocidas de los manifiestos, se evidenciara que una posición no nacionalista en Cataluña estaba perfectamente legitimada y era una voz que debía ser escuchada porque reflejaba el pensamiento de una parte muy numerosa de nuestra sociedad.

En los manifiestos expresamos algunas ideas claras y sensatas. En esta última semana, sin ir más lejos, cuatro personas me han dicho por separado que las ideas del Foro Babel eran de puro sentido común. Estas ideas son las siguientes: primera, la condición de catalán está determinada por la condición de ciudadano, no por una determinada adscripción nacional; segunda, Cataluña es una sociedad culturalmente plural; tercera, Cataluña es una comunidad bilingüe, lo cual no es perjudicial sino positivo; cuarta, la mejor forma de organizar territorialmente España es el federalismo y la España de las autonomías ya es de hecho un Estado federal. Ésta era nuestra propuesta básica, que sometíamos a un debate libre, sin complejos ni temores. Sabíamos que habíamos entrado en un terreno peligroso, hasta entonces prohibido, que seríamos atacados duramente y que nuestras posiciones serían deformadas y tergiversadas. Lo sabíamos perfectamente y no nos importaba. La pequeña piedra había sido lanzada al plácido estanque: éste era el principal objetivo.

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Cuatro años después, se tiene la sensación de que el objetivo fue alcanzado. El debate en la sociedad, en los medios de comunicación, en las asociaciones, en las conversaciones privadas, se ha producido. El tema se trata ya sin complejos y son muchos los que, sin restricción mental alguna, se declaran no nacionalistas con la misma tranquilidad que otros se declaran lo contrario, de un signo o de otro. Reducir el nacionalismo a una simple ideología, tan legítima como cualquier otra, pero no de obligado cumplimiento como se creía hace unos años, era una de nuestras finalidades principales.

Menos satisfechos -o nada satisfechos, según se mire- estamos de nuestra influencia en los partidos políticos catalanes. Pretendíamos influir en los partidos de izquierda, especialmente en el PSC. En privado, muchos socialistas -tanto dirigentes como militantes de base- muestran su acuerdo con nosotros. También en IC y, todavía más, en IUiA, tenemos partidarios. Pero las posiciones oficiales de los partidos, sobre todo cuando no son meras declaraciones sino decisiones concretas, todavía muestran un temor reverencial ante el stablishment nacionalista. El miedo a que les llamen anticatalanes todavía les acompleja.

Respondamos, por fin, a la pregunta del título: ¿sigue existiendo el Fòrum Babel? Como corriente de fondo, ya existía en la sociedad catalana, como hemos dicho, antes de los manifiestos, ha seguido existiendo después y existe, mucho más todavía, en la actualidad. Si se piensa en muchas de las cosas que han sucedido en los últimos años, se puede apreciar su influencia. Respecto al grupo de amigos que impulsamos el Foro Babel, puedo asegurarles que lo seguimos siendo. Y aunque algunos individualmente ejerzamos de babélicos con una cierta persistencia, no sería extraño, sino normal en un país democrático como el nuestro, que sobre algunas materias que nos preocupan volviéramos algún día a hacer oír nuestra voz de forma colectiva.

Francesc de Carreras es catedrático de Derecho Constitucional de la UAB

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