_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Flamenco-jazz

La magnífica actuación de El Farruquito en el Central me hizo pensar en Harlem por el ambiente, porque hay una íntima relación de sensibilidades entre el jazz y el flamenco (que ha dado lugar a la fusión de ambos tal como se lleva a cabo en Jazz viene del Sur) y porque acababa de conocer en la Revista Atlántica a uno de los más importantes poetas afro-americanos durante el Renacimiento de Harlem, Langston Hughes Blues, cuyo centenario se celebra ahora en EE UU, al mismo tiempo que nosotros celebramos el centenario de Cernuda.

Es una zaragozana residente en Sevilla, Maribel Cruzado, quién cuenta que Langston Hughes vino como corresponsal a nuestra Guerra Civil, que conoció a Miguel Hernández, Manuel Altolaguirre, José Bergamín, María Teresa León y Rafael Alberti, que tradujo a García Lorca, que viajaba a todos lados con sus discos de jazz bajo el brazo, que tenía mucho interés en conocer Andalucía y Sevilla por el flamenco, y que le encantaba La Niña de los Peines, de quién dijo que 'era capaz de poner los pelos de punta, de crear en tus entrañas el mismo efecto que las sirenas de un bombardeo y, que con su voz, podría quebrarte el alma'...

Langston Hughes cuenta en sus memorias que se encontraba muy bien en España, que había conocido más escritores blancos que nunca en su vida y que aquí no había prejuicios de razas y habían venido negros de todas partes a luchar en las Brigadas Internacionales. No sólo le gustaba el flamenco, sino también los toros: 'La corrida no es una competición o un deporte; es la vida que juega de forma deliberada con la muerte, sólo que la muerte también está viva y forma parte activa de este juego'.

No pudo llegar a Andalucía. Hughes se tuvo que quedar en Madrid con Nicolás Guillén, en un centro para escritores y artistas a cargo de María Teresa León y Rafael Alberti, donde, cuando no había nada mejor que hacer, sacaban ropa de unos baúles y '...los hombres se vestían de toreros y las mujeres a la antigua usanza sevillana e improvisábamos un baile de disfraces con mis discos de jazz'.

A Langston Hughes le hubiera encantado ver a El Farruquito y asistir al 4º seminario de Jazz viene del Sur.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_