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Un capricho con base sólida

Barón de Oña, ahora propiedad de Rioja Alta, nació en 1987 por iniciativa de un millonario cubano

La localidad alavesa de Páganos no tiene ayuntamiento, pero cuenta con uno de los pocos chateau de toda la denominación de origen Rioja. Vaya lo uno por lo otro, porque las 55 hectáreas de Torre de Oña ofrecen a este barrio de Laguardia un atractivo que no poseen otros municipios cercanos con casa consistorial incluida. Ahora es propiedad de una firma histórica, Rioja Alta S.A., pero sus orígenes tienen aromas de bolero y habanera.

Los comienzos hay que buscarlos en el interés de un rico hacendado cubano con un hija enóloga. Leandro Vázquez podía haber recalado en Burdeos o en Borgoña, pero eligió la Rioja Alavesa, quizás atraído por la lengua común y costumbres similares. El caso es que en pocos años consiguió, con la colaboración de otros bodegueros de renombre en la comarca (Remírez de Ganuza y Remelluri) hacer realidad el sueño de cualquier estudiante de enología.

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Un moderno entre clásicos

De las 55 hectáreas de Torre de Oña, 50 están plantadas de tempranillo (95%) y mazuelo. Las otras cinco cuentan con una laguna, la propia bodega y la casa familiar. Es decir, un remedo contemporáneo de los chateaux bordeleses. Una finca de estas características tenía que ofrecer un producto a su altura: Barón de Oña fue la marca elegida para unos caldos que se internaban en los denominados vinos de autor o de alta expresión.

No se reparó en gastos. Los edificios se encuentran en primer término, con las viñas a sus espaldas. El de la bodega se abre al visitante con unas salas de recepción al cliente y oficinas que dan acceso a lo que es propiamente el lugar de elaboración. Desde el lugar en que se recibe la uva hasta el parque de barricas, todo está organizado de manera sencilla y accesible para llegar al embotellado de ese vino con aires bordeleses.

El mismo cuidado que puso en la construcción de las instalaciones de la bodega, los tuvo Leandro Vázquez para disponer la residencia de la familia cuando se encontraba en Páganos. Hoy está deshabitada, pero se mantiene igual que la dejó el potentado americano. La decoración, lujosa, impersonal y de urgencia, también deja traslucir cierta voluntad de permanencia.

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Pero el destino quiso que Leandro Vázquez decidiera abandonar Torre de Oña repentinamente. Su creador se desprendió de la bodega en 1987, ocho años después de fundarla. De este modo, lo que tenía aires de Falcon Crest riojano se quedó a disposición de una firma clásica, como es Rioja Alta, responsable de marcas como Viña Arana o Viña Ardanza.

El apego a esta firma histórica le llevó al propietario de Torre de Oña a vender por un precio más que atractivo (algo menos de 600 millones de pesetas) lo que se ha convertido en el referente renovador de Rioja Alta. Las viñas ya marcan la distancia con respecto a otros vinos de autor. Situadas a 630 metros de altura, a la sombra de la sierra de Cantabria, se trabajan a la manera clásica, buscando la calidad en la producción más que la cantidad. A partir de aquí, que el vino salga al mercado depende de la cosecha: si es mal año, el vino se vende a granel a otras bodegas. No fue el caso de la excelente de 2001.

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