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Reportaje:

El profesor que repartía condones

Chimo Fernández de Castro fue expedientado 5 veces en las décadas de 1980 y 1990 por hablar de sexo en clase

Miquel Noguer

Políticos, padres y la comunidad educativa se han enzarzado esta semana en una polémica sobre si un instituto es un buen lugar para instalar máquinas expendedoras de preservativos. La Generalitat defiende la idea como parte de un programa más amplio de prevención del sida y de los embarazos no deseados. Pero el Gobierno de CiU no siempre fue tan favorable a abrir la discusión. Que se lo pregunten a Chimo Fernández de Castro, un profesor sancionado en las décadas de 1980 y 1990 por repartir preservativos entre los alumnos. En su currículo figuran hasta cinco sanciones por este motivo. Ahora, ya jubilado, asegura: 'Los que me persiguieron por algo tan estúpido han acabado dándome la razón'.

'Los que me persiguieron han acabado dándome la razón'

Su historia comienza en Sant Carles de la Ràpita (Montsià). Corría el año 1980 y, como profesor de ética, 'no podía entender por qué tantas chavalas del instituto quedaban embarazadas'. Chimo, que había realizado un master en sexualidad, no dudó en aplicar sus conocimientos en clase, y los problemas no tardaron en llegar. 'El inspector de Enseñanza me dijo que no podía hablar de sexo en clase', recuerda. Y a final del curso recibió una notificación demoledora: suspensión de empleo y sueldo. Recurrió por la vía judicial y ganó. 'Tuvieron que readmitirme, pero me controlaban y no me sentía cómodo'. Así que se marchó, primero a Lleida y después a un instituto de formación profesional de Olot. Era el año 1989 y seguía empeñado en hablar de sexualidad sin tabúes. Una empresa farmacéutica le facilitó una partida de preservativos y los repartió entre el alumnado. 'Les regalé 2.000, pero lo hice fuera del recinto escolar', recuerda. Eso sí: ante fotógrafos y cámaras de televisión.

Un fabricante de condones le propuso instalar una máquina expendedora dentro del instituto. 'Nos regalaban la máquina y nos dejaban los estuches de tres preservativos por cinco duros. Era una ganga', recuerda. Pero el claustro del instituto no debió considerarlo así, y fue expedientado otra vez: 'Los llevé a juicio y gané de nuevo'. En 1992 recaló en la Escola del Treball de Barcelona. Casi todos sus alumnos eran mayores de edad y creía que nadie le impediría hablar de sexo. El interés por sus clases era creciente y un día se habló de los sex-shops. 'Les dije que estas tiendas tienen referentes que se remontan a la prehistoria, lo que les sorprendió sobremanera. Me pidieron visitar uno', cuenta. Y se fueron al sex-shop. 'Aunque mis alumnos eran mayores de edad, me denunciaron por ¡corrupción de menores!'. Otra vez acabó ante un tribunal. De sus cinco casos judiciales, dos fueron archivados y tres los ganó. 'Alumnos y padres me apoyaron siempre', dice. 'Algunos profesores, aunque con discreción, también lo hicieron'.

Cree que las máquinas de preservativos no cambiarán la vida en los institutos y que, en cambio, ayudarán a educar a los alumnos en algo tan importante como la salud y las relaciones afectivas. Pero su vocación provocadora no ha tocado a su fin. Chimo Fernández está a punto de publicar una tesis doctoral. El título habla por sí solo: La sexualidad en la Biblia.

El profesor Chimo Fernández de Castro.
El profesor Chimo Fernández de Castro.SILVIA T. COLMENERO
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Sobre la firma

Miquel Noguer
Es director de la edición Cataluña de EL PAÍS, donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona, ha trabajado en la redacción de Barcelona en Sociedad y Política, posición desde la que ha cubierto buena parte de los acontecimientos del proceso soberanista.

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